Jaramagos en la muralla de la Macarena recién restaurada

El lienzo intramuros se terminó de rehabilitar en 2022 con una inversión de 738.438 euros cofinanciada por el Estado

Las raíces de la vegetación parásita provocan descohesión y pérdida de material

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Jaramagos en la muralla de la Macarena recién restaurada
Jaramagos en la muralla de la Macarena recién restaurada / Ismael Rubio

Apenas dos años después de su importante restauración, el lienzo intramuros de la muralla de la Macarena ya cuenta con una importante presencia de vegetación parásita. Mientras la rehabilitación de la cara exterior aún no ha concluido –se sigue actuando en las torres– los jaramagos ya han hecho acto de presencia en el tramo que fue objeto de actuación en la primera fase. Las malas hierbas son visibles en la zona superior de la cerca islámica y en algunos puntos del tapial. Prácticamente hay jaramagos en toda su longitud, desde la Puerta de Córdoba al Arco de la Macarena. La vegetación ha crecido especialmente por las lluvias caídas al inicio de la primavera y, sino se actúa pronto para mitigar los daños, las raíces provocarán pérdida en el delicado material con el que almorávides y almohades construyeron esta defensa de la ciudad. Precisamente la eliminación de la vegetación fue una de las actuaciones que se llevaron a cabo hace dos años en la minuciosa restauración de este tramo de muralla por su perniciosidad.

Jaramagos entre los merlones.
Jaramagos entre los merlones. / Ismael Rubio

El Ayuntamiento presentaba el 1 de febrero de 2022 el resultado de estos trabajos de rehabilitación del muro interior de la Muralla de la Macarena. Las tareas contaron con una inversión de 738.438 euros, cofinanciada al 43,24% por el Estado a través del Programa del 1,5 % Cultural. Se trataba de la primera de las cinco fases de las obras de intervención patrimonial y recuperación del conjunto defensivo islámico en su tramo más reconocible. De manera paralela, se actuó en el Arco de la Macarena, una de las históricas puertas de acceso a la ciudad. En los 12 meses de trabajo se llevaron a cabo tareas de consolidación y se aplicaron los tratamientos epidérmicos necesarios para la recuperación y puesta a punto de este Bien de Interés Cultural (BIC) que hasta ese momento se encontraba en un estado delicado y totalmente infrautilizado. La operación, como se informaba entonces, se realizó mitigando su degradación, pero conservando su pátina y el valor de todas las trazas impresas sobre la misma. Bajo estas premisas, se acometieron trabajos de limpieza general, relleno de fisuras, grietas y oquedades, reintegraciones de volúmenes y de aplicación de tratamientos de protección. Gracias a estas labores, los arqueólogos constaron que en su origen la muralla contaba con un revestimiento blanco. Un extremo que quedó aún más en evidencia durante la fase de intervención en la cara externa.

Vegetación en el tapial.
Vegetación en el tapial. / Ismael Rubio

En suma, se trató de una intervención patrimonial epidérmica para devolver al lienzo interior su aspecto originario y restituir sus valores históricos y arquitectónicos, garantizando de este modo que siga conservándose a lo largo de los siglos.

La presencia de vegetación parásita no afecta sólo a este lienzo de la muralla islámica. Los jaramagos también están muy presentes en el tramo situado en los Jardines del Valle, donde su presencia es mucho mayor y, por tanto, más dañina, tal y como publicó este periódico a principios de año. Este trecho presenta un estado de conservación bastante malo y, al igual que sucede en la Casa de la Moneda, cuenta con la afección visual de un aparcamiento de vehículos a apenas unos metros.

Vegetación en otro de los tramos de la calle Macarena.
Vegetación en otro de los tramos de la calle Macarena. / Ismael Rubio

Otro tramo que tampoco presenta la mejor imagen es el que se encuentra en la calle San Gregorio en el interior de una finca pero totalmente visible desde el exterior. Esta muralla formaría parte de uno de los apéndices defensivos del recinto del Real Alcázar islámico, algo que le confiere una singular importancia, como a la torre de Abdelaziz en la Avenida de la Constitución, también abandonada a su suerte. Ninguno de los dos monumentos pese a su importancia cuenta con una placa identificativa.

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