La Hiniesta: herencia barroca pasto de las llamas
Las imágenes que fueron
Las imágenes se perdieron en el incendio provocado de San Julián el 8 de abril de 1932
El Crucificado era obra de Felipe de Ribas, mientras que la Virgen estaba más próxima a Juan de Mesa que a Martínez Montañés
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De las imágenes que las cofradías perdieron en los convulsos años 30 del siglo XX probablemente sea de la Virgen de la Hiniesta de la que más se ha escrito. El 14 de abril de 1931 se proclama la II República Española, dando comienzo el periodo más negro vivido por la Iglesia de Sevilla en el siglo XX. En el mes de mayo, como relata Juan Pedro Recio en su libro Las cofradías de Sevilla en la II República, “se desataron los primeros ataques a templos, pruebas evidentes de la hostilidad que durante un lustro azotó a parroquias, conventos, hermandades y otras instituciones religiosas”. El 8 de abril de 1932 fue incendiada la parroquia de San Julián, importante templo mudéjar, sufriendo la Hermandad de la Hiniesta irreparables pérdidas.
Desde finales del siglo XIX, la hermandad venía rindiendo culto a un Crucificado de pasta propiedad de la parroquia y a una bella Dolorosa barroca que sí pertenecía a la corporación. Tras algunas incidencias provocadas por la lluvia, la imagen del Cristo deja de salir y se sustituye en la estación de penitencia por la que remataba el retablo principal, como relata Francisco Ros, profesor de Historia del Arte de la Universidad de Sevilla: “Los marqueses de la Granja, a los que pertenecía la capilla mayor, eran descendientes de Mosén Per de Tous, quien trajo a la Virgen de la Hiniesta en el siglo XIV. La hermandad pide permiso para sacar esa imagen, obra de Felipe de Ribas, que se bajaba antes de la procesión y después de volvía a subir. Así se hacía hasta 1932”.
Felipe de Ribas era un escultor de los más importantes que hubo en la ciudad en la primera mitad del XVII, como señala Andrés Luque Teruel, profesor de Historia del Arte de la Universidad de Sevilla: “Se puede decir que cuando Martínez Montañés era mayor él era el escultor más importante que había en Sevilla. Estaba muy influenciado por él. Era muy dotado para un trabajo amplio. Domina la producción retablística y su taller es muy activo”. Un dato que revela su importancia es que cuando José de Arce llega a Sevilla, como no podía trabajar al no haber pasado el examen del gremio se instala con Felipe de Ribas. El Crucificado, como el resto del retablo y demás esculturas y ornamentos de San Julián se perdió en el incendio de 1932.
Pero los hermanos de la Hiniesta y los cofrades todavía lloran y lamentan la pérdida de la Dolorosa. Una imagen barroca de comienzos del siglo XVII. “Debió existir una imagen anterior, pero no tenemos datos. Esta era la única posesión de la hermandad, ya que la Hiniesta Gloriosa era también propiedad de los marqueses de la Granja. Es la imagen de mayor impacto de cuantas desaparecen en 1932”, apunta el profesor Ros.
La Dolorosa se ha venido atribuyendo popularmente por su belleza y calidad a Martínez Montañés, aunque con poco fundamento, indica Ros: “Por las fotografías se puede ver que está próxima a su círculo, pero más que al maestro a Juan de Mesa. Las manos recuerdan a las de Montserrat o la Encarnación de los Terceros”. Esta opinión es compartida por Luque Teruel: “La Dolorosa es anónima, de gran belleza, que se ha atribuido a Montañés, pero nunca se ha fundamentado con un análisis comparativo de rasgos. Hay fotos muy buenas que permiten trabajar para establecer una hipótesis de autoría. Yo creo que se realizó entre 1610 y 1635 y tiene relación con la Virgen de Montserrat, aunque esta última está muy alterada por la actual policromía”.
La popularidad de la Virgen de la Hiniesta viene dada por diversas circunstancias, además de por su belleza. Era la primera hermandad en poner su cruz de guía en la calle, con lo que eso significaba para la ciudad. Además era muy popular. Su salida era muy complicada. López Farfán le dedica la marcha La Estrella Sublime y Rodríguez Ojeda experimenta por primera vez en esta Dolorosa la vestimenta de hebrea, que en realidad, apunta Luque Teruel, sería más de palestina.
Tras el incendio, se recogen los restos de las imágenes. La fotografía del busto de la Dolorosa calcinado en el patio de San Cayetano es sumamente impactante. De ahí se llevó a la sacristía de San Marcos, pero también acaban por desaparecer en el incendio intencionado de 1936.
Hace unos años, la hermandad recibió una carta con un pequeño fragmento de madera quemada. Lo había recogido uno de los policías que custodió el busto calcinado. Su familia lo guardaba desde entonces. Ahora, este recuerdo de la Hiniesta barroca se conserva en un relicario de plata que sale cada Domingo de Ramos en la peana del paso de palio.
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