Juan de Mesa: del éxito con las cofradías al olvido de la Historia
Tras su repentina muerte en 1627 cae en un letargo del que sale en 1930 cuando Heliodoro Sancho Corbacho encuentra en el Archivo de Protocolos la carta de pago del Gran Poder
Un imaginero del que todavía se sabe poco. Juan de Mesa y Velasco es hoy uno de los autores más reconocidos de la Semana Santa, aunque durante siglos su nombre permaneció en el olvido. No así su obra, que siempre fue valorada por su calidad y unción sagrada, aunque se diera como realizada por Montañés. De su gubia salieron algunas de las imágenes más importantes de Sevilla, como el Cristo del Amor, el Señor del Gran Poder, el Cristo de la Buena Muerte, o el de la Conversión.
Este año se cumplen 400 años de algunas de estas grandes obras, una efemérides que las hermandes están celebrando de manera importante. Tras su repentino fallecimiento, ocurrido en 1627 en plena madurez personal y artística, el imaginero cordobés fue engullido por su maestro y gran referente de la primera mitad del siglo XVII, Juan Martínez Montañés. Mesa salió de este letargo cuando, en 1930, Heliodoro Sancho Corbacho rescató del Archivo de Protocolos la carta de pago del Gran Poder.
“La documentación que se conserva de la biografía de Juan de Mesa es escasa y ofrece muy pocos datos en comparación con otros autores. Hasta que en 1606 ingresa en el taller de Montañés no sabemos nada. Existe la partida de bautismo en la parroquia de San Pedro de Córdoba, que ofrece algunos datos previos. También está el testamento”, explica el profesor José Carlos Pérez Morales, doctor en Historia del Arte que en los últimos años está estudiando en profundidad la obra del imaginero cordobés.
Juan de Mesa formó parte de una pléyade de artistas de la escuela sevillana que defendieron un arte tomado del natural, que cogió forma con la escultura de Montañés, a partir de 1609, con la evolución de la pintura de Alonso Vázquez y Juan de Roelas y que alcanzó su forma plena con Velázquez, entre 1617 y 1621. “Dentro de esa dimensión estética Mesa es, junto a Francisco de Ocampo y después Alonso Cano, uno de los escultores realmente importantes tras la estela de Montañés. Muestra una acusa personalidad en su forma de trabajar añadiendo rasgos propios. Planteó un estilo personal, pero siempre dentro de las pautas estéticas del arte de Montañés”, indica Andrés Luque Teruel, doctor en Historia del Artes y profesor titular de la Universidad de Sevilla.
Ingresó en el taller de Montañés siendo ya mayor para este menester, con 23 años. Lo hizo por mediación de Luis de Figueroa y permanece allí cuatro años: de 1606 a 1610. “La formación anterior a la llegada al taller de Montañés es pura oscuridad. Algunos historiadores lo sitúan en Granada, que es lo más tradicional. Yo creo que lo más lógico es que se formara en su Córdoba natal, donde debió existir también un foco artístico. El contrato con Montañés dice que viene a terminar su formación aquí”, revela Pérez Morales.
Tampoco se conserva el examen del gremio, necesario para que abriera su taller propio, pero tuvo que realizarlo antes de 1613. De esa fecha es su primera obra documentada: una imagen de San José para Fuentes de Andalucía. “Se intuye que puede estar ya como oficial de Montañés junto a Francisco de Ocampo”.
A partir de ahí comienza su periodo de máxima producción. Son apenas 14 años en los que Mesa realiza en torno a medio centenar de obras. “Empieza a trabajar para cofradías y órdenes religiosas. Siempre se ha dicho que las cofradías preferían a autores como Mesa frente a Montañés por dos motivos: tenían una técnica depurada, que no se diferenciaba de los maestros de primera fila, y su caché era mucho más bajo”, sostiene el profesor.
El triunfo de Mesa en las hermandades se explica por la sensibilidad y fuerza que aporta a sus imágenes. Frente al manierismo idealizado de Montañés, Mesa desarrolla un modelo evolucionado con el respecto renacimiento apuntalado en el realismo. Así lo entiende el catedrático de Arte Alberto Villar Movellán, uno de los historiadores que más y mejor ha estudiado a Mesa: “Cuando trabaja un rostro no tiene problemas en hacer las dos mitades desiguales. Estudia el retrato en profundidad. Se basa en personas de la calle. Se aproxima mucho al dolor y al sufrimiento. Esto provoca que se acerque mucho al espectador. Conecta con él. No le importa hacer una pierna más larga si consigue el efecto deseado. En su momento se convirtió en un artista de éxito porque conectaba muy bien con las cofradías”.
La mayor parte de la producción de Mesa se conserva en Sevilla y su provincia. Cuenta con obras documentadas en Córdoba, tiene encargos para Madrid, como el Crucificado encargado por los jesuitas (que le encargaron varios crucificados) para el Colegio Imperial (hoy en la Catedral de la Almudena); imágenes en Lima y Venezuela; o el Cristo de la Agonía que realiza para Vergara (Guipúzcoa). Las investigaciones del profesor Pérez Morales le han llevado a situar en Madrid el busto de la María Magdalena que hizo junto al Cristo de los Estudiantes de Sevilla.
Un ciudadano anónimo sin grandes aspiraciones
El caso de Mesa en la historiografía es muy llamativo. Son muchos los que sostienen que fue silenciado por Montañés tras su muerte en 1627, aunque Pérez Morales cree que no hay motivos para pensar eso: “Considero que se llevaban bien. Mesa lo respetó hasta última hora. Desde un punto de vista histórico Mesa nunca tuvo unas aspiraciones personales tan grandes como Montañés. No tenía mucha vida pública. Era un ciudadano normal. La realidad es que tuvo muy mala suerte porque Montañés, el gran maestro, le sobrevivió. Tuvo una producción de más de 60 años”.
La falta de interés de Mesa en tener una mayor proyección pública es defendida también por el profesor Villar Movellán. Asevera que a principios del XVII la labor del artista no era tan reconocida como hoy, salvo que fuera una persona excepcional que hubiera ampliado sus conocimientos en Italia, por ejemplo: “Además, los imagineros eran artesanos de la madera. Como hoy un carpintero. Era un oficio servil. Muchos han subsistido porque los encargos quedaban registrados ante notario. Ciertamente a Mesa le perjudicó que Montañés le sobrevivió”.
El ciudadano Juan de Mesa formaba parte como consiliario de la Hermandad del Silencio. También era hermano de otras cofradías como un devoto más. Se casó en la parroquia de Omnium Sanctorum y se instaló en la collación de San Martín, donde desarrolló su vida y de donde salieron la mayoría de sus obras. Tras su fallecimiento repentino en 1627 fue enterrado en este templo. “No conocemos a ciencia cierta las causas del fallecimiento. Se especula con una tuberculosis o con una afección pulmonar provocada por el contacto con el serrín y la madera. Cuando Hernández Díaz estudia su obra no encuentra producción entre 1623 y 24. Eso podría explicar que padecía alguna enfermedad”, comenta Pérez Morales. Juan de Mesa contó con varios discípulos en su taller. Salvo el también cordobés Felipe de Ribas, que estuvo con Mesa entre 1622 y 1626, ninguno tuvo una gran proyección.
Juan de Mesa fue un escultor conocido y de éxito en su tiempo. Una muestra es que muchas hermandades le encargaron sus imágenes titulares. Algunas publicaciones cercanas a la fecha de su muerte lo mencionan. Como unas crónicas mercedarias de 1687, en la que se le cita como autor de diversas obras del la antigua iglesia de San José, como el Cristo de la Misericordia. José Bermejo, autor de Las Glorias religiosas de Sevilla (1882) también le atribuye esta imagen.
Luque Teruel considera que Juan de Mesa es olvidado porque la sociedad del siglo XVII cuando ve sus imágenes las sitúa en la órbita de Montañés: “Sigue su modelo pero con ciertas libertades técnicas para que varíen”. El profesor de la Hispalense añade que las hermandades nunca han llevado muy bien sus archivos ni daban demasiada importancia a los autores de las imágenes. “Esto se puede hacer extensivo a Gijón, La Roldana, también a Jerónimo Hernández, los escultores del círculo de Vázquez el Viejo y, por supuesto, los del siglo XVIII. Sólo se mantienen los nombres de los números uno: Velázquez, Murillo, Montañés, Roldán...”.
El profesor Pérez Morales se encuentra en la actualidad trabajando en diversas atribuciones: “Su catálogo cuenta con una buena base documental. Estoy filtrando las atribuciones en función de las bases estilísticas y la documentación existente”. Una atribución que este profesor sostiene es la de la Virgen de Montserrat. Asegura que las manos son muy identificativas de Mesa y le ve mucha cercanía estilística con el Cristo de la Conversión, que realizó entre 1619 y 1620: “Veo la misma mano, pero falta un documento que pueda aseverarlo. En este caso, la propia obra podría ser el documento y habría que buscar algún dato en el contexto histórico que pueda explicar la presencia de Mesa en la hermandad. La Virgen la haría entre 1606 y 1608. Mi idea es que llega a través de Montañés, que en ese momento realiza un relieve para San Ildefonso, donde se encuentra radicada la hermandad”.
Este investigador reconoce que es muy difícil identificar las Dolorosas que pudieron salir de la mano Juan de Mesa al ser muy susceptibles de cambios. En este sentido, vuelve a hacer referencia a las manos de varias imágenes, que se identifican completamente con la producción mesina: “Las Vírgenes del Socorro, el Valle o la Victoria han tenido restauraciones importantes, por lo que no lo podemos tener nada claro”. Sí identifica la Virgen del Rosario de Brenes como de Mesa con toda probabilidad: “Es un buen punto de apoyo para comparar”.
Del mismo modo se expresa el profesor Villar Movellán: “Es muy difícil encontrar imágenes de Dolorosas intactas. Se restaura, se retalla. Hablamos sólo de un busto y unas manos, que también se cambian con cierta frecuencia”. Sí identifica otras tallas que han sido realizadas para retablos, como la Virgen del Hospital de Antezana, en Alcalá de Henares, una de sus primeras obras, o la Inmaculada realizada en torno a 1610 para el convento de las Teresas de Sevilla.
Entre las imágenes más relevantes de Mesa, Villar Movellán destaca el Cristo de la Agonía de Vergara, “la mejor en ejecución técnica y expresión de dolor”, junto a las más significativas realizadas para las hermandades y cofradías. Precisamente –insiste– el éxito de este imaginero Cordobés fue su fuerza y la unción sagrada, algo que buscaban entonces las cofradías: “Hay que destacar que estaban saliendo de las imágenes de papelón. Mesa les dio unas imágenes que no son perfectas pero que salen del corazón y, con los efectos que les imprime, conectan a la perfección con los fieles”.
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