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La muralla de la Macarena revela sus secretos

Patrimonio

La limpieza saca a la luz el revestimiento de cal aplicado hace 8 siglos que hace que la barbacana luzca un tono blanco

Se han redescubierto huecos y encontrado huellas del sistema constructivo

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La muralla de la Macarena revela sus secretos / Antonio Pizarro

Habla la muralla y revela sus secretos. Los trabajos de restauración en el baluarte defensivo andalusí en su cara extramuros están deparando importantes revelaciones. Su primer tramo, el que va desde el Arco de la Macarena al primero de los postigos, está prácticamente terminado. La intervención ha constatado lo que ya habían apuntado los especialistas en la fase interior: la muralla estaba decorada en blanco. Son numerosos los restos de color que han aparecido y que lo confirman. Pero no sólo había blanco. También hay ocres que conforman la paleta con la que los almohades decoraban sus construcciones. El blanco llama la atención en la cara externa de la barbacana, donde reluce de manera especial el revestimiento de cal que se empleó hace más de ocho siglos. Gracias a los hallazgos, como los agujales (huecos en los que se introducía la madera que soportaban los encofrados para hacer los cajones de tapial), se está descifrando cómo era el sistema constructivo. Además, se han recuperado las aspilleras, lanceras y los desagües que se ocultaron en una restauración realizada en 1963. Ahora estos huecos que servían para la defensa y la vigilancia son visibles desde el exterior.

La muralla defensiva de Sevilla se construyó en dos fases entre el siglo XII y XIII. Existen dudas de si la primera salió de mano almorávides o también fueron los almohades los que la realizaron. Lo que sí está claro es que fueron estos últimos los que subieron dos cuerpos la muralla, con unos nuevos merlones, y construyen la barbacana. El material que se emplea en este recrecimiento, motivado por la creciente amenaza cristiana, tenía un componente de cal mayor que el tapial original. Gracias a la limpieza que se ha realizado la diferencia salta a la vista, como señala el arqueólogo Óscar Ramírez: “El tapial del siglo XII tiene mucho más componente rojizo. Al haberse perdido prácticamente los revestimientos originales es algo que se ve muy bien. El recrecido posterior es mucho más blanco porque tiene más cal. Destaca en los merlones y el cajón de la barbacana que se ha restaurado ya”.

Tramo de la muralla de la Macarena en la que se observa el tono blanco de la barbacana por el revestimiento de cal aplicado hace más de ocho siglos. / Antonio Pizarro

Las obras de restauración y consolidación de la muralla se están acometiendo bajo los criterios de autenticidad, mínima intervención, reversibilidad o distinguibilidad. Por eso no se realizan reconstrucciones volumétricas y se mantienen los elementos históricos preexistentes, salvo que estén generando un daño en el bien. Así se actúa, por ejemplo, en las fisuras, que se tapan pero que quedan como testigo del paso del tiempo. Estas cicatrices no se observan desde la distancia, pero al acercarse sí se ve la intervención y se distingue la reintegración. “Recuperar la muralla original es imposible. Gracias a la intervención se convierte en un gran documento en el que se pueden leer sus distintas fases o etapas”, subraya el arqueólogo.

Tramo de la muralla que ya ha sido intervenido. / Antonio Pizarro

Intervenciones controvertidas

La muralla cuenta con diversas intervenciones contemporáneas documentadas. En la del año 1963, acometida por la Dirección General de Bellas Artes de Madrid, se reconstruyen los merlones y se aplica cemento bastardo (mezclado con cal) en el tapial. Esta actuación que hoy se considera a todas luces dañina e inadecuada es muy visible. “Era peor quitarlo que dejarlo como está porque nos hubiéramos traído la fábrica original”, advierte el arquitecto Fernando Sánchez Navarrete, director de la obra.

Grandes parches de cemento aplicados en la restauración de 1963. / Antonio Pizarro

Otra intervención llamativa es la que se hizo en el sigo XVIII para tapar las oquedades. “Son grandes emparchados. Tallan el tapial y rellenan los huecos. Hemos encontrado cerámica, zapatos, vigas... Si lo quitáramos quedarían unos agujeros enormes”, indica Óscar Ramírez. Aunque a los arqueólogos les cuesta discernir los distintos periodos de intervención, en este caso sí se ha podido datar porque los materiales encontrados son del siglo XVIII.

Muchas de las intervenciones realizadas hasta la fecha han dificultado la lectura histórica de la muralla. Así sucedió en el año 1963 cuando se taparon por fuera una serie de huecos que ahora vuelven a estar visibles. Son las aspilleras, lanceras y los desagües. Las primeras servían para disparar flechas con ballesta; y las segundas, eran para emplear una lanza contra el enemigo. En esta intervención también fueron afectadas las bandas decorativas de época almohade.

Hueco defensivo y uno de los desagües que se han destapado. / Antonio Pizarro

El paseo por la liza, espacio comprendido entre la barbacana y la propia muralla, muestra cómo avanza una restauración que comenzó a finales de septiembre y que terminará dentro de un año. Este mismo recorrido quedará abierto al público una vez concluida la recuperación. La conservación de este lienzo de algo más de 500 metros es mejor en los tramos más cercanos a la Puerta de Córdoba, que conserva su originalidad y que también está siendo restaurada por la Hermandad de San Hermenegildo. El sistema defensivo estaba compuesto por un foso con agua, cuya espacialidad fue recuperada por el Ayuntamiento en el año 1985; la barbacana y la propia muralla. La cota actual de la liza en su mayor parte es la que se le dio en 1985, cuando se bajó la altura de un cajón. Por eso la visión de los huecos defensivos o los desagües está un tanto distorsionada. Conforme se avanza hacia la Puerta de Córdoba se recupera la cota original.

Trabajos de restauración que se acometen actualmente. / Antonio Pizarro

El tapial en su tramo más próximo al Arco de la Macarena muestra los restos de cuando había casas adosadas. La piel de musgo, líquenes y malas hierbas que había por todo el interior ha sido eliminada, y son visibles continuos restos de revestimientos ocres que seguramente sean originales. “Estamos entendiendo cómo era el sistema constructivo. Es simple, pero estamos viendo el detalle de cómo se hacían los encofrados. Hemos descubierto las oquedades en las que se introducían los listones verticales que servían para soportar las tablas del encofrado”, señala el arqueólogo. También se pueden ver los llamados agujales, unas aberturas en las que se metían las agujas planas características de los almohades y que también tenían la misión de sujetar los encofrados en los que se vertía el tapial. Algunas conservan la madera. Al quitar la cal con la que se taparon los mechinales se han hallado las marcas de las cuerdas trenzadas con los que se sujetaban los cajones. “Es un indicio muy veraz de cómo era el sistema de construcción con tapiales”, añade Ramírez. La limpieza también ha hecho visible las líneas de replanteo de los merlones que el maestro constructor iba trazando una vez construida la barbacana.

La restauración de la Torre Blanca

Vistas desde la azotea de la Torre Blanca. / Antonio Pizarro

La muralla de Sevilla presenta dos tipos torres de flanqueo. Con azotea y con cámara superior, posiblemente adoptadas en la reforma almohade. Entre ellas se intercalan otras atalayas más singulares en las que seguramente habría una guardia permanente. Es el caso de la llamada Torre Blanca o de la Tía Tomasa. Este baluarte será restaurado y recuperado para su visita en una siguiente fase. “Casi con toda seguridad se construye después de la muralla. La hacen los almohades también. Lo pensamos porque se apoya directamente en la barbacana. Inicialmente no estaría prevista”, argumenta el arqueólogo. Otros elementos de la muralla que se empiezan a derribar en el siglo XIX eran las escaleras triangulares adosadas al tapial por donde se subía al paseo de ronda.

Restos de la decoración almohade en el interior de la Torre Blanca. / Antonio Pizarro

La Torre Blanca será acondicionada para que se pueda visitar, aunque es poco probable que se instale un centro de interpretación en ella porque no cuenta con accesibilidad universal. En el interior se conservan restos de decoración de lacería, tan típica almohade. Y se mantienen los avitolados. Esta construcción ha estado okupada durante muchos años, por lo que ha sufrido mucho, aunque estructuralmente está en buen estado. En uno de sus paramentos se puede ver un grafiti en el que alguien dibujó con precisión la muralla. La torre se intervino en 1985 y a principios del siglo XX por Juan Talavera. La restauración tratará de recuperar los revestimientos que se adivinan bajo la suciedad y la tizne provocada por varios incendios.

El interior de la Torre Blanca. / Antonio Pizarro

La restauración y consolidación de la muralla de la Macarena extramuros cuenta con un presupuesto de 1.785.765 euros. El ministerio de Fomento, a través del programa del 1,5% Cultural aporta el 45%. El resto es asumido por la Gerencia de Urbanismo. La empresa adjudicataria de los trabajos es Patrimonio Inteligente S.L., que ya acometió la intervención en la zona intramuros. Una vez que la actuación termine está prevista su apertura al público, como se recoge en el plan turístico. En paralelo, se han hecho una serie de estudios y trabajos técnicos para la recuperación en formato digital de la imagen tridimensional de la muralla andalusí de Sevilla.

Acondicionamiento de las oquedades para la anidación de vencejos

Muchas oquedades existentes en la muralla han sido a lo largo del tiempo utilizadas como nidos por los vencejos. El proyecto incluye todas las actuaciones necesarias para actuar en estos huecos, preservando esta anidación, y restaurándolos con el objeto de que la presencia de estas aves no suponga un deterioro y daño futuro a la muralla. Para ello, se ha contado con la colaboración y asesoramiento, de una manera completamente desinteresada, de la asociación Ecourbe, que con motivo de las obras ejecutadas en el proyecto de intramuros, elaboró un documento técnico que recoge las determinaciones a tener en cuenta para realizar de una manera eficiente el acondicionamiento de las oquedades, susceptibles de anidación de vencejos.

Vencejos volando sobre la muralla. / Antonio Pizarro

En primer lugar, se realiza un barrido localizando posibles nidos. Posteriormente, se estudia cada uno de ellos, tomando las medidas y la documentación fotográfica pertinente. Se presenta un informe denominado Registro de posibles nidos de vencejos. Se acondicionan unas unidades a modo de muestra, siguiendo el protocolo establecido a petición de la dirección facultativa y con la asistencia en todo momento para asesorarla de la experta en fauna para la conservación de la misma. Tras la evaluación de los nidos se continúa la intervención en todos los documentados.

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