Ignacio Valduérteles
Hacer los deberes o Milei en las hermandades
Un monasterio de principios del siglo XV con una historia apasionante. Un humilladero mudéjar prácticamente único. Una escultura que es la más alta de España. Un paseo fluvial de gran belleza. Un cementerio inglés. La cruz de Bécquer que envuelta en una bella leyenda... San Jerónimo es un barrio con un patrimonio impresionante y, a su vez, muy desconocido para sevillanos y turistas. Por ello, no es de extrañar que desde la asociación de vecinos se reivindique el enorme potencial turístico de esta zona y se pida su incorporación a las rutas turísticas de la ciudad.
Sevilla es una de las ciudades más visitadas de España, la tercera durante el año 2022, pero los visitantes se suelen limitar al centro histórico, y fundamentalmente, al triángulo que forman los monumentos Patrimonio Mundial. En los últimos años desde las administraciones se ha hecho un esfuerzo por ampliar el espacio que visitan los foráneos. Se apostó por el arco norte el Casco Histórico y por el barrio de Triana, con un plan turístico propio.
En este contexto de aumentar la oferta, el barrio de San Jerónimo puede ofrecer importantes atractivos. Desde la asociación de vecinos han identificado hasta diez:
“Nuestra asociación, así como otras entidades del barrio, llevan pidiendo desde hace tiempo que se incluya a el monasterio en particular, y a San Jerónimo en general, dentro de las rutas turísticas de la ciudad”, indican los vecinos.
Precisamente, de todos estos atractivos, es el monasterio de San Jerónimo de Buenavista el más sobresaliente. Actualmente, se encuentra en restauración la parte baja del claustro con una inversión de 1,8 millones. La rehabilitación integral cuenta con un presupuesto de 6,1 millones de euros y se acometerá por fases. El objetivo municipal es que el edificio que ya funciona como centro cívico se convierta en un atractivo más dentro de la oferta patrimonial y turística de Sevilla y se consolide como espacio escénico.
La construcción del monasterio en unas tierras de labranza del llamado Pago de Buenavista comenzó el 11 de febrero de 1414. Desde comienzos del XVI la fama, propiedades y prestigio del cenobio van en aumento. Numerosos personajes de la ciudad toman a los frailes jerónimos como albaceas testamentarios, así como instituciones y conventos se acogen a su patronazgo.
Otra circunstancia que favorece su auge es su emplazamiento geográfico: en un paraje próximo al recodo del río, alejado de la ciudad, de sus epidemias y revueltas y, junto al camino real hacia la Corte. Esto lo convertía en residencia frecuente de los prelados hispalenses que siempre tenían allí alojamiento preparado. Pero más importancia tenía aún su carácter de residencia regia: “Probablemente los Reyes Católicos descansarían en él durante algunas de sus numerosas visitas a la ciudad. También el emperador Carlos cuando acude a Sevilla en 1526 a desposarse, pernocta y recibe allí a los representantes de la ciudad que le dan la bienvenida, y desde este Monasterio parte hacia el Real Alcázar, donde ha de celebrarse la ceremonia nupcial”, explicaba la memoria del proyecto de obras.
Pero fue Felipe II quién, además de residir en ella durante 1570, más decididamente apoyó a esta comunidad. En 1575 concedió a San Jerónimo de Buenavista el privilegio de impresión de las Bulas de la Santa Cruzada para las Indias, así como de otras obras piadosas, lo que sin duda supuso un nuevo impulso a una comunidad ya floreciente. Es en este período (1526-1575) cuando se realizan las mayores ampliaciones del conjunto monacal hasta alcanzar lo que se puede considerar como estado casi definitivo hasta la exclaustración.
Desde mediados del siglo XV, el cenobio había mantenido una posición casi hegemónica entre los monasterios hispalenses. Pero la nueva condición de Sevilla atraería a todas aquellas ordenes que deseaban aumentar su presencia en la primera ciudad del reino, lo que, unido a la aparición de nuevas ordenes religiosas más dinámicas y abiertas a su tiempo, explica la gran eclosión de fundaciones de la primera mitad del siglo XVII. El otro aspecto que señala el declive del monasterio es el cambio en la relación entre Corona y Orden. Por otra parte, las visitas de los monarcas a Sevilla se fueron espaciando, registrándose únicamente durante el siglo XVII la estancia de Felipe IV, que pernoctaría en Buenavista el 29 de febrero de 1624, antes de su entrada solemne por la puerta de la Macarena.
El XIX sería el último que viera la Orden Jerónima en sus conventos sevillanos, al menos en lo que a su rama masculina se refiere. El 18 de agosto de 1809 se decreta la extinción del clero regular y en ese mismo año se inicia la incautación de las fincas rústicas de la Orden. Tras la incautación del monasterio, y entre 1815 y 1820, se produce un saqueo que debió resultar muy destructivo. En 1823 se autorizó a los jerónimos a reintegrarse a sus conventos y recuperar sus enseres en depósito. La destrucción de la iglesia era tal que no fue posible su reutilización. Se reincorporaron unos pocos frailes, y aún éstos, no tardarían en solicitar dispensas por razones diversas. En tales condiciones se produce la definitiva extinción de la orden en 1835, tras la cual, los últimos enseres monásticos irían a parar al convento de jerónimas de Santa Paula.
Tras la exclaustración general de las órdenes religiosas, numerosos conventos se convierten en instalaciones fabriles. El de San Jerónimo se transforma en fábrica de vidrios huecos y planos. Antes había sido lazareto y, posteriormente fue colegio. El colmo de la profanación y el abandono se alcanzó con su utilización como cebadero de cerdos, uso que, desgraciadamente, se prolongaría hasta muy avanzado el siglo XX.
Carmen Iglesias Zubiada adquiere la propiedad de solar y edificio el 21 de junio de 1966 a Manuel Escudero Rodríguez y Benita Escudero Sanabria, realizando algunas obras de consolidación y adecuación a uso residencial. El Ayuntamiento de Sevilla adquiere la propiedad del edificio el 8 de marzo de 1984, en contrato de compraventa por valor de 25.031.700 pesetas, al que se añaden poco después, el 6 de julio del mismo año, los terrenos circundantes, tras culminar un proceso expropiatorio que importa 19.000.000 pesetas, con lo que finaliza retornando a mano pública lo que constituyó, durante mucho tiempo, motivo de orgullo y admiración de la ciudad.
El Humilladero de San Onofre, un templete de estilo gótico-mudéjar de finales del siglo XV conocido popularmente como el Santo Negro, es una de las joyas medievales más desconocidas de esta ciudad. Su estado de conservación no es el más adecuado. Fue restaurado hace diez años, cuando estuvo a punto de perderse por sus graves problemas. Declarado Bien de Interés Cultural, el acceso no es fácil, ya que en su momento quedó encajonado debido a la expansión urbana de Sevilla, entre la vía del tren, la Ronda Súper Norte y el arroyo Tamarguillo.
Se conoce como del Santo Negro por la imagen de hierro fundido y relativamente moderna del Sagrado Corazón (pintada de negro) que nadie sabe cómo ni cuando llegó a este humilladero que en su día, probablemente, acogería una imagen de San Onofre hoy perdida.
Debido a las dificultades para acceder y a los problemas de conservación que ello conlleva, en más de una ocasión se ha pedido su desmontaje y traslado a un lugar más acorde, más cerca incluso del monasterio.
Otro atractivo del barrio es el Cementerio de los Ingleses, también ubicado junto al monasterio. Data de 1855, cuando el vicecónsul del Reino Unido, John B. Williams adquirió unas tierras ante la necesidad de dar sepultura a los marineros ingleses que morían de tuberculosis.
También conocido como el cementerio de San Jorge, la asociación propietaria lleva tiempo trabajando en su recuperación. En este cementerio confluyen diferentes estilos. Hay cruces celtas, tumbas católicas otras góticas e, incluso, una de estilo mudéjar, que pertenece al arqueólogo Bernard Whishaw (fallecido en 1914) y que abrió el primer Museo Arqueológico de Sevilla.
A los pies del ombú descansan los restos de un soldado de la II Guerra Mundial que murió con 24 años en julio de 1941. El monolito con sus datos y señas militares de la Commonwealth fue hallado roto en varios trozos hace menos de tres años. Ortiz los recuperó, los limpió y encajó como si de un puzzle se tratara. El otro militar que yace aquí es el comandante Henry Peuleve, un héroe de guerra fallecido en 1963 a los 47 años. Su tumba es la primera que hay en la segunda zona del cementerio, donde se encuentran los enterramientos más recientes.
En el parque de San Jerónimo se puede admirar la escultura más alta de España. Se trata del popular Huevo de Colón, cuyo nombre oficial es El Nacimiento del Hombre Nuevo. Realizada por el georgiano Zurab Tsereteli fue un regalo del Ayuntamiento de Moscú a Sevilla con motivo de la celebración de la Exposición Universal de 1992. Su altura alcanza los 45 metros y su peso es de 500 toneladas. Se tardó casi nueve meses en montarla.
Bécquer dejó escrito su deseo de descansar en Sevilla tras su muerte, concretamente a orillas del río. Con motivo del centenario del traslado de los restos mortales de los hermanos Bécquer en 1913, la ciudad erigió una piedra blanca con una cruz y su nombre tal como el propio poeta lo soñara en la Carta III de Cartas desde mi Celda. Esta especie de tumba sin cuerpo, se encuentra en el Parque del Alamillo, junto a la pasarela de madera que conduce a San Jerónimo. Curiosamente, el monumento fue creado en la orilla contraria por la que paseaba el poeta, aunque mira al monasterio de San Jerónimo.
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