La excepcional iglesia oculta de Sevilla que reclama atención
El templo de San Pedro de Alcántara, en la calle Cervantes, cuenta con unas fantásticas pinturas murales de Domingo Martínez y Gregorio Espinal que necesitan una urgente restauración
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Es la de San Pedro de Alcántara una de las iglesias más bellas y escondidas de Sevilla. Desconocida por la inmensa mayoría de los sevillanos, se encuentra situada en la calle Cervantes, junto a la capilla del mismo nombre propiedad de la Orden Tercera Franciscana. Allí ha sobrevivido a la Desamortización, al paso de los franceses y a la piqueta. Pero el paso del tiempo y la falta de recursos están haciendo mella en su bellísima decoración pictórica. Realizada en el siglo XVIII por Domingo Martínez y Gregorio de Espinal, los dos grandes exponentes en aquel tiempo en Sevilla, es urgente que se intervenga en las pinturas del coro, afectadas por el agua que durante mucho tiempo se filtró a través de la cubierta. El resto de la iglesia, que estructuralmente se encuentra bien gracias a una obra realizada a principios de siglo, está afectada por la humedad por capilaridad. Además, cuenta este bello templo con una serie de imágenes y altares muy relevantes que requieren también de una restauración.
El convento de San Pedro de Alcántara fue fundado en el siglo XVII. La Orden Tercera fue fundada por el mismo San Francisco de Asís para los seglares, aunque también podían pertenecer a ella los religiosos. San Pedro de Alcántara fue el gran reformador de la Orden Franciscana. Antes de la fundación en Sevilla de este convento en la hoy calle Cervantes, se edifica en 1580 el convento de San Diego en el espacio que actualmente ocupa el Teatro Lope de Vega. El traslado se produce por las continuas inundaciones que acontecían en esta zona extramuros. “Tras el altar de la iglesia actual se puede ver una pintura de un fraile llevándose las manos a la cabeza por la inundación”, señala Joaquín Egea, presidente de Adepa y una de las personas más involucradas en dar a conocer este gran patrimonio y en su recuperación.
Las dependencias de la calle Cervantes surgen como hospital o enfermería para los frailes enfermos. Tras una serie de cambios de sede y otras vicisitudes, los dieguinos se trasladaron a la iglesia de San Antonio Abad, en la calle Alfonso XII, de donde serían expulsados definitivamente por la Desamortización de Mendizábal.
Por su parte, el convento de San Pedro de Alcántara florece en la actual calle Cervantes. A finales del siglo XVII la Orden Tercera compra unos terrenos a los frailes y levanta en el compás de entrada su pequeña capilla y estancia. En 1794 se amplían las dependencias con una pequeña casa con fachada a la calle Cervantes. Con la Desamortización, los frailes son expulsados y el convento de San Pedro de Alcántara se convierte en el instituto San Isidoro, el primero de enseñanza media de Sevilla. La capilla de la Orden Tercera sobrevivió a la Desamortización al pertenecer a seglares.
“La puerta de entrada y el antiguo atrio son muy interesantes. Actualmente se encuentran ocultos por el instituto, que no lo utiliza más que para algunos coches o para los cubos de basura. Sería interesante buscar una solución para recuperar el pórtico. Dos grandes historiadores sevillanos como Félix González de León y José Gestoso hablan de ellos”, explica Egea.
En los años 60 del pasado siglo se destruyen las dependencias del antiguo convento para construir el edificio del actual instituto. A finales del XIX se van a producir otros dos hechos relevantes. La fastuosa iglesia del convento, conservada gracias al padre Facundo, es entregada a las Esclavas del Corazón de Jesús, bajo cuya responsabilidad permanece hoy en día. A esta congregación pertenece el Colegio Mayor La Luz que existe en la misma calle. El otro hito destacado se produce en 1878 cuando se unen a los bienes de la Orden Tercera de San Pedro de Alcántara a los de su homónima de San Diego, al abandonar esta última su residencia en la iglesia de San Antonio Abad.
La iglesia, de contenidas dimensiones, de una sola nave con crucero y presbiterio presidido por un baldaquino, destaca por su profusa decoración que se ha conservado a la luz por ser un templo que no ha recibido mucha atención a lo largo de su devenir histórico. El profesor Enrique Valdivieso ha estudiado en profundidad las grandes pinturas murales realizadas al temple en el siglo XVIII y las atribuye a dos figuras tan destacadas como Domingo Martínez y Gregorio Espinal. “Si algo caracteriza a la iglesia es su decoración mural al temple. De Domingo Martínez es la gran pintura del coro, que ocupa todo el testero. El IAPH hizo un estudio para su restauración. La Real Maestranza acudió a verlo para ayudar a su recuperación, pero luego llegó la pandemia y todo quedó en nada”, sostiene Egea. El resto de las pintura, en mejor estado, se distribuyen por el resto de los testeros y narran los milagros de San Francisco de Asís. Estas obras se consolidaron hace ya muchos años pero se están volviendo a deteriorar. “En el presbiterio se ve la caída de determinados trozos. El zócalo de azulejos se está abombando... La situación no es buena. Las pinturas hay que restaurarlas ya porque sino va a ser una gran pérdida, advierte Egea”.
En el año 2000, los problemas más graves de la estructura fueron solucionados con apoyo de la Gerencia de Urbanismo. Se actuó entonces en la cubierta y se atajaron las filtraciones de agua que incidían directamente en las pinturas de Domingo Martínez. Desde entonces, existe la obligación de abrir el templo una vez a la semana.
Los altares y las esculturas que los completan son de buena factura. Así lo citan González de León y Gestoso. Destacan el San José con el Niño, San Pascual Bailón o San Pedro de Alcántara. Estos autores las sitúan en la órbita de Pedro Roldán. En la delicadísima Dolorosa arrodillada algunos ven la mano de la Roldana. Estas imágenes también necesitan una restauración. El altar mayor se puede situar a finales del XVIII o principios del XIX. Es un gran baldaquino cuyo remate tuvo que ser una representación de la Eucaristía.
En uno de los laterales del templo está enterrado el padre Facundé. Un personaje muy interesante que murió con fama de santidad y que fue muy importante para el cuidado tanto de la iglesia como de la capilla de la Orden Tercera.
Por su historia e importancia artística es imprescindible que a esta iglesia se le preste la necesaria atención. Primero por sus propietarias, las religiosas de las Esclavas del Corazón de Jesús, que podrían llamar a las puertas de la consejería de Turismo, Cultura y Deportes de la Junta de Andalucía para recuperar los frescos con cargo al programa para la restauración de bienes muebles de titularidad religiosa. “Esta iglesia es una de las más interesantes que hay en Sevilla y está muy poco estudiada. Junto con San Buenaventura y San Antonio de Padua son los templos franciscanos conservados”, incide Egea, quien también reclama la ayuda de la Junta, la sociedad civil o el Arzobispado.
La iglesia se abre un sábado por la mañana el mes. También acoge las comuniones del colegio Saint Mary y las confirmaciones, retiros y otras actividades del Buen Pastor. Es una manera de mantenerlo vivo y que no caiga en el olvido.
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