Monseñor Saiz: “Todos tenemos un ardiente deseo de expresar nuestra fe en las calles”
Entrevista al arzobispo de Sevilla
El prelado, que acaba de cumplir sus dos primeros meses en Sevilla, asegura que el culto público se retomará en cuanto sea posible, pero pide un poco de paciencia a los cofrades
Hace apenas dos meses que tomó posesión de su cargo y monseñor José Ángel Saiz Meneses ya se ha empapado bien de la realidad de la Archidiócesis que gobernará durante los próximos años. En estos primeros contactos con la Iglesia sevillana ha podido corroborar sus expectativas. La religiosidad se vive de manera intensa, espontánea y sin complejos. Se siente muy bien acogido y reconoce que le ha sorprendido la relevancia que la figura del arzobispo tiene en la ciudad. En esta entrevista, concedida en vísperas de la festividad de la Virgen de los Reyes, repasa cuáles son las prioridades de cara al futuro y valora la situación política que se vive en España y Cataluña o las repercusiones de la nueva Ley de Educación.
–¿Cómo han sido sus primeros dos meses en Sevilla?
–El día 12 cumplí dos meses que parece que han sido dos años. La toma de posesión se me hace muy lejana. Es debido a que estas semanas han sido de mucha intensidad, tanto en la ciudad como en otros lugares de la diócesis. Están siendo unas semanas muy intensas y muy ricas de contenido religioso y espiritual y también humano.
–¿Qué es lo que más le ha sorprendido?
–Por su historia, la Archidiócesis de Sevilla da una gran sensación de grandeza. La Catedral, la ciudad que es monumental, la diócesis que es grande... Es de una realidad muy grande, muy rica y con muchas posibilidades en lo eclesial, espiritual, religioso y en lo humano.
–¿Qué destaca del carácter del sevillano?
–En primer lugar, la religiosidad. Aquí se vive la fe más a flor de piel, con espontaneidad, con naturalidad, sin complejos ni miedos. En segundo lugar, diría que es de un carácter acogedor y cariñoso y muy agradable. Me estoy encontrando muy bien. Una tercera característica, por decir tres, es que encuentro, sobre todo en el ámbito eclesial, que es el que conozco más, mucha vitalidad. Las parroquias tienen vida; realidades como el Opus Dei, el Camino Neocatecumenal, los movimientos de Acción Católica, los nuevos movimientos, las fundaciones... Y están las hermandades, que son un verdadero hecho diferencial en Andalucía y especialmente en Sevilla.
–¿Le ha sorprendido la relevancia e importancia que tiene la figura del arzobispo de Sevilla?
–Sí que es cierto. Voy descubriendo que la figura o la persona del arzobispo tiene mucha relevancia en la sociedad sevillana. Demos gracias a Dios. Espero estar a la altura de las circunstancias y hacer un buen servicio.
–¿Qué valoración hace de la Iglesia que se ha encontrado?
–Hay mucha vitalidad. Los seminarios tienen vocaciones. Hay mucho clero joven. El presbiterio forma una pirámide muy correcta porque hay sacerdotes en todos los segmentos. Se combina la veteranía, la juventud y la mediana edad. La vida consagrada es amplia y grande. Contamos con 33 monasterios de vida contemplativa y unas 1.500 religiosas y religiosos. Es una riqueza y un volumen enorme.
–¿Qué objetivos se ha marcado a corto y medio plazo?
–Llevar a cabo la obra evangelizadora de la Iglesia. He llegado a una archidiócesis que es casi bimilenaria y vengo de un lugar en el que me tocó con ayuda de todos construir una nueva diócesis. Aquí contamos con tradición riquísima, fecundísima... Como pastor me toca acompañar al rebaño. Y como dice el Papa Francisco, unas veces tocará ir delante, otras detrás y otras en medio. Se trata de servir y ayudar a que el Reino de Dios se siga implantando y a que la Iglesia lleve a cabo su labor evangelizadora. Y eso se logra a través del anuncio de la palabra, con la Facultad de Teología y otras instancias de formación pujantes. También con la celebración de los sacramentos y los misterios de la fe, que aquí se hacen con mucha solemnidad, que eso ayuda mucho a la persona a encontrarse con Dios. Y después, tenemos la obra caritativa y social que es también grande e importante en las parroquias, Cáritas, las hermandades... Yo estaré ahí, tratando de dinamizar, de impulsar, de acompañar, de servir...
–¿Le preocupa la situación de la clausura? Antes hacía referencia al elevado número de religiosas, pero hay algunos conventos que ya se han quedado vacíos y otro tienen dificultades para su mantenimiento y la edad de las religiosas es elevada.
–Yo procuro ser siempre optimista y no perder la esperanza. Vengo de un lugar en que había menos vocaciones. La pastoral vocacional es algo que preocupa a todos los obispos. También he visto en muchos monasterios que hay religiosas de África o de América. Eso no es ningún problema. Nosotros llevamos la fe allí, que ahora vengan de allí a evangelizarnos y compartir la fe no es ningún problema porque la Iglesia es universal. No se trata de llenar los monasterios, seminarios o noviciados. Se trata de ayudar a cada persona a seguir su vocación, que es el plan que Dios tiene para él. Es la forma en la que crecerá y será feliz. La mayoría serán llamados por el matrimonio, hay una parte que son llamados por el sacerdocio o el diaconado; y a una parte los llama por la vida consagrada. Hay que ayudar a cada uno a descubrir su camino, su vocación. Es así de sencillo y de difícil a la vez.
–¿Se está trabajado de cara a la Semana Santa del año próximo?
–De momento estamos esperando. Hasta la Semana Santa falta mucho tiempo. No podemos decir nada concreto porque no sabemos qué va a pasar. Es posible que haya nuevas vacunas y tratamientos y se derrote al virus o es posible un rebrote... Lo que sí tenemos todos es un ardiente deseo de salir y de expresar nuestra fe en el espacio público y lo haremos en cuanto sea posible.
–Un hito histórico que se espera con anhelo es la visita del Gran Poder a Tres Barrios. ¿Qué espera de este acontecimiento?
–Visité estos barrios en mi primera semana, marcando también una prioridad de mi episcopado. Y tendremos que volver, pero Sevilla es tan grande y tan rica y con tanta variedad, que el problema es de tiempo. Esa visita se realizará. Ya estaba programada y me parece una grandísima idea. Es la forma de que esas personas vayan entrando por el camino de una vida mejor. Eso se traduce también en un cambio social. No se trata de un acto simplemente devocional, es un acto realmente transformador. Yo creo que tendrá un impacto y una eficacia importante.
–Precisamente, uno de las grandes cuestiones pendientes de la ciudad es mejorar la vida en estos barrios que son de los más pobres de Europa. ¿Ha hablado de ello con las administraciones?
–Eso ha salido en las conversaciones. Ellos también están preocupados y hacen lo que pueden porque las circunstancias son complicadas y la realidad es dura. Lo hemos comentado porque la noble vocación política es de servicio a los demás. Y ahí hay una conexión con nuestra vocación eclesiástica y eclesial. Por lo tanto, no es difícil entenderse. Hemos hablado de la importancia de la colaboración entre las instituciones. Yo he ofrecido todo lo que podamos aportar. Ojalá podamos llegar en no muchos años a una rehabilitación de esos barrios y una dignificación de esas personas.
–Acaba de presentar unas cuentas muy lastradas por la ausencia de visitas turísticas en la Catedral. El turismo es vital para la economía de Sevilla y la Archidiócesis, como se ha demostrado. ¿Tiene alguna idea para incorporar a la visita turística de la Catedral y darle un marchamo más espiritual?
–Ése es el reto que tenemos todos los obispos y las diócesis que cuentan con unos monumentos importantes, porque sino el turismo fagocita el resto de las dimensiones. La visita turística ya tiene una dimensión cultural importante. Y la vía de la belleza, la contemplación, ya es un camino de encuentro con Dios. Lo que pasa es que a veces las visitas son tan rápidas que no da tiempo a sentarse, a tener un poco de silencio interior y exterior para encontrarse con Dios. Hay que ir trabajando para que esas visitas tengan también una dimensión evangelizadora y propicien ese encuentro.
–La pandemia se llevó por delante la celebración de la serie de exposiciones Imago Solis, una de las grandes apuestas de monseñor Asenjo. ¿Cree que se podrán retomar?
–El proyecto lo tengo encima de la mesa. En cuanto se pueda, sí. Creo que es una iniciativa importante, muy bonita y atractiva. En Andalucía hay un patrimonio tan grande que no ha de ser difícil llevarlo a cabo. Monseñor Asenjo lo fue engendrando con mucha ilusión y esperemos que lo podamos llevar a la práctica.
–¿Considera que el debate de las inmatriculaciones está ya zanjado?
–De los bienes que la Iglesia inmatriculó la mayor parte son templos, casas rectorales, cementerios parroquiales y, a lo mejor, algún huerto detrás de ellos. Esos son la grandísima mayoría. La inmatriculación es un proceso muy serio. Hay que tener un respeto con los registradores, que son magníficos profesionales y muy meticulosos. Si hay algún caso en el que se ha inmatriculado indebidamente, que se revise. Se han registrado propiedades que secularmente son de la Iglesia. Teniendo claro, además, que la Iglesia es el pueblo de Dios, los bautizados. La formamos toda la comunidad diocesana.
–En el caso de Sevilla, los focos están sobre la Catedral y la Giralda. ¿Le preocupa que el Estado quiera meter la mano en su gobierno a través de la nueva Ley de Patrimonio?
–Que el Estado se preocupe del patrimonio tiene su lógica. Pero si hay personas, particulares o instituciones con un patrimonio que viene de siglos, que lo cuida, lo mantiene y lo pone al servicio de la sociedad, debe respetarse. Más si funciona correctamente.
–¿Le preocupa la situación política de España, marcada por la crispación continua?
–El Concilio Vaticano II habla de la noble vocación política. Es decir, es una vocación al servicio de las personas, del bien común, de la paz social, del progreso. Comporta también muchas renuncias y sacrificios. Eso hay que reconocerlo y valorarlo. A la vez, deben centrarse en la búsqueda del bien común, no de sus intereses personales o partidistas. Entonces seguro que tendrán muchos puntos de encuentro entre ellos.
–Recibió hace algunas semanas algunas críticas por decir que la Iglesia en Cataluña no debía caer en hacer política de ningún signo. ¿Cree que desde el resto de España no se entiende bien el problema catalán?
–La situación y el problema es muy complejo. No se puede despachar con cuatro frases o eslóganes ni aquí ni allí. Yo en este tema respondo con una adaptación de una idea lanzada por Benedicto XVI en la encíclica social Caritas in veritate. Hablando de la economía, dice que la Iglesia no ofrece soluciones concretas ni técnicas a los problemas económicos. Lo que hace es dar principios que emanan del Evangelio. Yo eso lo amplío un poco y digo que la Iglesia no ofrece soluciones técnicas, económicas ni políticas. Lo que ofrece son principios que emanan del Evangelio y de la Doctrina Social de la Iglesia. Eso es lo que podemos ofrecer y debemos ofrecer. En los demás, son los políticos los que tienen que buscar esas soluciones y aplicarlas. Siempre, siempre, desde la justicia, la verdad histórica, buscando el bien común y la paz social. Es muy importante que la Iglesia mantenga siempre su libertad. Hacer política es cuestión de los laicos. A los pastores no nos corresponde más que ofrecer principios y orientaciones.
El papel fundamental de los padres en la educación
–En estos días estamos conociendo los detalles de la nueva Ley de Educación. ¿Qué valoración hace? ¿Necesita este país un gran acuerdo en este asunto tan sensible?
–No es bueno que cada nuevo Gobierno engendre una Ley de Educación con tintes partidistas. Es algo tan importante que debe haber un gran acuerdo y un proyecto integral y global. Yo siempre digo que la educación es una obra de arte y la responsabilidad principal es de los padres. Después, hay otras instancias: los colegios educan, la misma Iglesia a través de las parroquias, las administraciones también tienen sus ámbitos educativos... Pero el derecho y el deber fundamental es de los padres. Eso es inalienable y hay que respetarlo. Después hay que ver qué modelo, qué antropología se pone como fundamento de las leyes educativas. Yo por supuesto apostaré siempre por una antropología cristiana. La de la tradición española y europea, que viene de las Sagradas Escrituras, del Derecho Romano y la Filosofía Griega. Ese modelo de ser humano es el que debemos formar.
–Los maestros de Religión se han rebelado en Andalucía. Siguen siendo considerados empleados del Ministerio de Educación y FP y no de la consejería que desarrolla tales políticas en la comunidad autónoma. ¿Está a favor de que la Junta asuma esas competencias?
–Es bueno que tengan la valoración y el reconocimiento que merecen. Me es difícil valorar la cuestión técnica porque no la conozco a fondo.
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