El Cristo de las arrepentidas: 400 años de consuelo
El Crucificado de la Misericordia, tallado por Juan de Mesa entre 1622 y 1623, mantiene 4 siglos después la misión para la que fue encargado: ofrecer consuelo a mujeres y niños en riesgo de exclusión
Juan de Mesa: del éxito con las cofradías al olvido de la Historia
Escultores ‘olvidados’ por las cofradías
Una imagen que propiciara el diálogo y que diera consuelo a las mujeres de complicada vida que lo contemplaran. Con esta premisa, la advocación de este conmovedor Cristo de Juan de Mesa no podía ser otra que de la Misericordia. Esta obra, uno de los diez Crucificados que el maestro cordobés talló en su corta vida, recibió los rezos de una congregación de mujeres arrepentidas que existía en el siglo XVII en el convento de San José. Tras diversas vicisitudes, la imagen pasa a ser propiedad de la comunidad de religiosas filipenses que se instalan en este mismo templo en el siglo XIX. Cuando la comunidad fundada por madre María Dolores Márquez y Oñoro se traslada al convento de Santa Isabel, se llevan consigo la imagen del Cristo. 400 años después de su hechura, el Cristo de la Misericordia de Juan de Mesa sigue cumpliendo la misión para la que fue concebido: confortar a las mujeres y niños en riesgo de exclusión que son acogidos por esta comunidad en su casa.
Las filipenses llevan unos meses celebrando los 400 años de este Cristo que, cronológicamente, es el quinto de la serie de diez portentosas tallas de Cristo Crucificado realizadas por Juan de Mesa. Se ha organizado un novedoso programa de actos que destaca por la calidad de sus ponencias y ponentes y que concluirá el 26 de noviembre con una misa de acción de gracias.
Este Crucificado tiene la particularidad y el honor de ser la primera imagen que la historiografía relacionó directamente con Juan de Mesa, un escultor que fue olvidado muy pronto por la historia al fallecer de manera prematura. Como se explica en el informe histórico-artístico realizado por el IAPH en el año 1999 con motivo de su restauración, fue José Bermejo quien en 1882 lo adjudica a la gubia del escultor cordobés. Posteriormente, Celestino López Martínez descubrió en el Archivo de Protocolos la documentación sobre la imagen.
El Cristo fue encargado en 1622 por el mercedario fray Domingo de los Santos para el convento de San José. Durante la restauración por parte del IAPH se localizó y extrajo de un hueco en el interior de la talla de un documento introducido en una pequeña bolsa de papel en el que se certificaba la autoría del maestro Mesa y el encargo.
Un Cristo muerto que el propio autor devuelve a la vida
Durante esta intervención, los técnicos del IAPH constataron que la imagen había sufrido diversas modificaciones. La más importante fue la adaptación de un Cristo muerto, como lo concibió Juan de Mesa, a uno vivo que propiciara el diálogo con los fieles que lo contemplaran. La transformación más importante consistió en cerrar la llaga que debió tener la imagen en el costado derecho, introduciéndose una pieza de madera cuya policromía es la misma que la del resto de la talla. “Por lo tanto este cambio lo llevaría a cabo el mismo Juan de Mesa”. También se encuentra repintado el reguero de sangre que “debió ser muy parecida a la del Cristo de la Misericordia de la Colegiata de Osuna tallado por Mesa en 1623”.
Para representarlo como un Cristo vivo, el escultor debió modificar los párpados que estarían cerrados. “Esto explica la señal horizontal que muestran los ojos de haber tenido tallados los párpados hasta esa altura”. A ello hay que añadir que en una fecha desconocida se le suprimió la corona de espinas, que como en todas las obras de Mesa debió estar tallada en la misma cabeza. Por ello tiene mutilado el cabello por el lado derecho y parte del izquierdo. La policromía de la imagen, según los estudios practicados, es la original y está ejecutada “con enorme perfección y sutileza”.
Juan de Mesa realiza la imagen del Cristo de la Misericordia en los cuatro años que concentra su mayor y mejor producción, entre 1618 y 1622. Andrés Luque Teruel, catedrático de Historia del Arte de la Universidad de Sevilla, destaca la anomalía que presenta la imagen que lo hace tan inusual: “Juan de Mesa lo hace muerto. Por las circunstancias que fuera el Cristo se queda en el taller y luego recibe el encargo de un Crucificado vivo. Él lo transforma. El Cristo presenta la anomalía de tener una anatomía de llevar varias horas muerto. Pero cuando te acercas compruebas que está vivo. No es un fallo. Es algo que el escultor hace conscientemente”.
De San José a Santa Isabel
La ubicación original del Cristo era la iglesia del ex convento de San José, en la calle del mismo nombre de la collación de San Nicolás. No se tienen datos de cuál era su situación en este cenobio. “Sólo se conoce que a principios del XIX estuvo colocado bajo la escalera del convento”, recoge el estudio realizado por el IAPH. Allí permaneció hasta el año 1869, año de la Revolución Gloriosa, que tan nefasta fue para el patrimonio sevillano. En ese momento fue trasladado a la iglesia del convento de Santa Isabel por las religiosas filipenses Hijas de María Dolorosa, que se habían instalado en el convento de San José en 1860.
En su nueva iglesia, el Crucificado es situado en un retablo realizado entre 1610 y 1614 por Martínez Montañés para albergar un cuadro del Juicio Final pintado por Pacheco que desapareció tras la Desamortización.
En este mismo lugar permanece. Allí recibe culto. Las religiosas se encomiendan a él y las mujeres y niños buscan el consuelo que ofrece desde 1622. Para celebrar los 400 años del Cristo se está desarrollando un itinerario catequético muy inusual y tremendamente enriquecedor. Su diseñador es Marco Antonio Coronel, catedrático de la Universidad de Valencia y persona vinculada a la comunidad: “Se trata de un recorrido plural que atiende a la llamada del Papa Francisco. Empezamos por la conversión, que la consideramos esencial. Abrimos la catequesis a todas las personas. La última, por ejemplo, la ofreció un pastor protestante y fue muy interesante. También hay conferencias de carácter cultural”. La conmemoración también cuenta con un cartel anunciador tremendamente evocador que ha realizado la ilustradora de la Escuela de Artes de Cádiz Pilar Rodríguez Romero.
Hermandades interesadas en el Cristo
Como resalta Marco Coronel, la devoción al Cristo de la Misericordia está muy arraigada tanto entre las propias religiosas como en las mujeres acogidas y los niños que se han criado en esta casa desde hace muchas generaciones. “Existe un pequeño grupo devocional en torno al Cristo. No puede ser una devoción de masas, pero sí es más profunda e íntima de lo que se pueda pesar”, señala. Dos momentos en los que se puede comprobar este arraigo del Cristo en la comunidad acontecieron durante la Desamortización y en los sucesos previos a la Guerra Civil. “En el primero las monjas fueron alertadas una madrugada de lo que iba a pasar. Estaban todavía en San José. Se subieron al altar para descolgar el Cristo y lo escondieron en la casa junto a las mujeres. En 1936, mientras escuchaban cómo quemaban todas las iglesias del alrededor, se reunieron en oración en torno al Cristo mientras se escuchaba el fuego cerca. En Santa Isabel no pasó anda”, resalta Coronel.
A lo largo de la historia han sido varias las hermandades que se han interesado por el Cristo para hacerlo su titular. Los contactos han sido informales, pero desde la comunidad siempre han dejado claro que no se van a desprender del Cristo. Hay que desmentir que la Hermandad de la Macarena fuera una de estas corporaciones. Así lo aclara Luque Teruel: “Nunca se pensó en esta imagen para sustituir al Santo Cristo que tuvo la cofradía, cuya advocación era esa, no de la Salvación. Lo puedo decir porque yo recibí el encargo de Manolo García para identificar alguna imagen cuya cesión se pudiera solicitar. Pero este proyecto quedó suspendido porque se intentó localizar la entrada de la cripta de San Gil, en la que dicen las actas que fueron almacenados enseres e imágenes afectadas por el incendio. Allí se piensa que puede estar el Santo Cristo. Desgraciadamente, sabemos dónde está la cripta pero no se ha localizado la entrada, que presumiblemente ha de estar en el presbiterio”.
Todos los meses hasta la festividad de Cristo Rey se seguirán realizando actos en torno al Cristo de la Misericordia, siempre con la finalidad de potenciar y dar a conocer su cariz. Como resume Coronel, “el Cristo de la Misericordia compendia toda la fe del Cristiano. La muerte y la resurrección. Estuvo muerto y su escultor lo resucitó”. Una imagen con una enorme unción sagrada que aguarda en Santa Isabel.
No hay comentarios