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José María Vera | Director ejecutivo de Unicef España

“La única guerra que no afecta a la infancia es la que no existe”

José María Vera, director ejecutivo de Unicef España, en el Parlamento de Andalucía, antes de la entrevista.

José María Vera, director ejecutivo de Unicef España, en el Parlamento de Andalucía, antes de la entrevista. / Juan Carlos Vázquez

José María Vera (Madrid, 1965) es un perfecto conocedor de la cooperación española y de la defensa de los derechos humanos. Químico de profesión, se curtió en Oxfam Intermón, donde fue director general desde 2012. Dejó ese puesto para ser director ejecutivo de la organización a nivel internacional, ocupación que cambió por la Dirección Ejecutiva de Unicef España. En esta labor visitó recientemente Sevilla, donde se reunió con el presidente de la Junta, y Córdoba.

–¿Los niños siempre son los más perjudicados en las guerras?

–Esto viene pasando desde hace décadas. Los últimos conflictos bélicos están afectando a la población civil más que los que había hace siglos. Y, dentro de eso, afectan de una forma especial a la infancia.Lo que vemos en Ucrania estos días es una muestra terrible de eso. Hemos superado la cifra de un millón de niñas y niños que han salido del país y quedan otros seis millones y medio sometidos a situaciones de extrema violencia. No se está cumpliendo la obligación de proteger a la población civil y, especialmente, a la infancia.

–¿Qué se puede hacer para evitar esto?

–Por más que nos parezca difícil, lo que se puede hacer es pedir que haya paz. La única guerra que no afecta a la infancia es la que no existe. Las organizaciones humanitarias exigimos un alto el fuego que, además de frenar la violencia, asegure el acceso humanitario.

–¿Eso no está ocurriendo ahora mismo?

–Junto a Cruz Roja y Cáritas y, por supuesto, Acnur, Unicef es una de las pocas organizaciones internacionales que está dentro del país. Llevamos 25 años en Ucrania, pero especialmente en los últimos ocho años, desde que estalló el conflicto en el Donbass. Allí estamos a ambos lados de la línea. Tenemos equipos dentro en cinco bases, en Kiev y otras ciudades más afectadas. Los equipos duermen en los refugios con el resto de la población y por la mañana salen para distribuir suministros y dar apoyo psicosocial. Somos actores en esa primera línea, pero cuando intentamos acceder a las situaciones de máxima vulnerabilidad, a aquella infancia que está en una zona de violencia activa, no podemos hacerlo. Por eso exigimos corredores humanitarios que tienen una doble dirección: para que la población civil pueda salir y para atender a la que no puede salir con facilidad. Hay niños en hospitales o que tienen discapacidad y están en residencias. El derecho internacional nos respalda en ese acceso humanitario rápido y seguro.

–¿Cómo está siendo la respuesta desde España?

–Hay una ola de solidaridad y con el apoyo de los donantes y las empresas, tenemos que hacer nuestra labor de respuesta humanitaria y dejarnos la piel. La respuesta está yendo más allá de los apoyos económicos, pero es algo que hay que articular con cuidado y con mucha seguridad. Si hay una familia ucraniana aquí, que tiene localizados a parientes, tienen esa cercanía, pero estamos viendo algunas iniciativas loables en su intencionalidad que no tienen todos los mecanismos institucionales que garanticen la protección.

–¿Unicef está trabajando en los países limítrofes, que reciben un numero mayor de refugiados?

–En Polonia Hungría tienen sistemas de protección de la infancia que están siendo reforzados por Unicef y Acnur. Por ejemplo, estamos poniendo en marcha espacios seguros en las rutas donde se detectan los casos de mayor vulnerabilidad para poder derivarlos a los mecanismos de protección.

–En la pandemia el sistema de salud se centró demasiado en el Covid y dejó de lado otros problemas. ¿Puede ocurrir algo similar con los menores que vienen de otros lugares que no son Ucrania?

–Las organizaciones sociales y agencias internacionales llevamos tiempo diciendo que el sistema de acogida y protección español debería haberse reforzando, tanto a nivel nacional como autonómico. Es una obligación internacional para los refugiados ucranianos, pero también para los que vienen de Afganistán. La capacidad es limitada, pero no podemos desatender a quienes demandan asilo y refugio con el mismo derecho que la población ucraniana.

–¿El conflicto puede provocar que se desatienda la lucha contra la pobreza infantil después de años de mejora en esas cifras?

–Veníamos de una tendencia positiva.Quizás no con la velocidad a la que nos gustaría, pero sí con una reducción progresiva, aunque desigual. El reto mayor está en África y se han hecho avances significativos en países asiáticos y en algunos americanos. Pero la pandemia lo trastocó todo. Y vamos a ver el impacto de la guerra. Los estudios que hicimos en Unicef indican que diez millones más de niños y niñas cayeron en la pobreza por la pandemia, sus consecuencias socioeconómicas y la fragilidad de la protección social. Hemos retrocedido hasta una década en algunos países.

–¿La salud mental de los menores era un problema que existía antes de la pandemia o ha aflorado ahora?

–Hemos constatado que la pandemia ha exacerbado y sacado a la luz pública un problema que ya estaba ahí. Hay que reforzar los servicios de atención psicológica y afianzar la prevención. Hay una responsabilidad en padres y madres, pero también en el sector educativo y hay que tener en cuenta el papel que tienen la redes sociales.

–Muchas veces los niños manejan las redes sociales mejor que sus padres.

–Impulsamos una campaña dirigida a padres y madres con una guía, herramientas y recursos para aprender a ejerce una influencia positiva en el manejo de las redes. No es fácil, pero hay que intentarlo.

–Unicef trabaja en España con la pobreza infantil y la desigualdad, pero es algo que no se conoce.

–No es exactamente así. Unicef se ocupa de la infancia española estudiando sus problemas analizándolos y aportando experiencia internacional. Construimos políticas públicas, intentamos aportar soluciones y asistencia técnica, pero no somos quienes implementamos esas soluciones.

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