La desinformación en redes sociales y sus peligros para la salud

Un estudio muestra cómo las comunidades de Facebook que ponen en duda los criterios sanitarios establecidos son más eficaces que las fuentes oficiales a la hora de llegar a grupos de "indecisos"

Así se relacionan los grupos provacunas y antivacunas en Facebook.
Así se relacionan los grupos provacunas y antivacunas en Facebook. / Nature

No importa cuántas publicaciones con mentiras sobre el coronavirus borre Facebook, ni los avisos que incluya Twitter, ni los enlaces que las autoridades sanitarias han insertado en esas dos redes sociales pero también en YouTube, WhatsApp, Instagram... Por ellas seguirán campando, a sus anchas, todos los engaños, falsedades o -la palabra de moda- bulos que se les puedan ocurrir.

Probablemente habrán recibido ustedes mismos muchos de estos mensajes, sobre todo desde que nos encerramos en casa hace dos meses. Muchos los habrán descartado sin más por ser mentiras demasiado descaradas, pero otros al menos les habrán hecho dudar y, quién sabe, incluso puede que los hayan reenviado. Porque les ha llegado de una o varias fuentes en las que confía. Y por eso lo habrán reenviado a contactos que también confían en ustedes. Y así la mentira se expande, justo como el virus.

¿Por qué ocurre esto? Por un lado, porque nos fiamos más de amigos, familiares y ese conocido que está muy enterado de lo que pasa de verdad. Por otro lado, porque en general tendemos a desconfiar de la autoridad (la frase "lo que pasa de verdad" termina con un "y no nos cuentan").

Esa desconfianza se agudiza con crisis como esta, que llega después de una etapa de profundo descrédito de gobernantes, políticos, empresarios y, también, medios de comunicación. Como guinda podemos añadir una gestión cuestionable de la pandemia de unos y otros que lleva a muchos a no fiarse siquiera de los científicos (eso por no mencionar a los expertos del Gobierno).

Todo esto ya lo sabemos, pero ahora un estudio firmado por investigadores de la Universidad George Washington ha querido explorar qué consecuencias para la salud puede provocar esa falta de confianza en la autoridad y cómo se retroalimenta en determinados grupos de Facebook.

El trabajo, publicado en Nature, muestra cómo las comunidades de Facebook que ponen en duda los criterios sanitarios establecidos son más eficaces que las fuentes oficiales a la hora de llegar a grupos de "indecisos" y crear un vínculo con ellos. Los investigadores apuntan que esta desconfianza, que se alinea con el ruidoso movimiento antivacunas estadounidense, podría poner en riesgo los esfuerzos para proteger a los ciudadanos de la Covid-19 y de futuras pandemias.

El profesor Neil Johnson, cabeza del estudio y asociado al Instituto para Datos, Democracia y Política de la Universidad George Washington, lo describe como una "nueva guerra mundial online" en torno a la confianza en el sistema sanitario y el conocimiento científico.

Para luchar contra la desinformación, el equipo de Johnson se centró en las conversaciones sobre vacunas de 100 millones de usuarios de Facebook durante el brote de sarampión de 2019. A partir de ahí, desarrollaron un mapa que ilustra la interrelación de grupos antivacunas con provacunas e indecisos para identificar grupos y neutralizar a quienes diseminan esos contenidos.

Aunque había más usuarios a favor que en contra de las vacunas, las páginas antivacunas triplicaban a las provacunas, eran más activas y tenían una mayor capacidad para relacionarse con los indecisos, que participaban en el debate. Según datos del equipo de Johnson, en diez años la visión de los antivacunas será la tendencia dominante en Facebook.

Piensen en todo el ruido generado en España con los tests, las mascarillas, las cifras de contagiados y fallecidos... En unos meses tendremos, con suerte, una vacuna para este coronavirus. Será ella entonces la que protagonizará las discusiones en redes sociales y aplicaciones de mensajería, y sobre ella les hablará ese conocido suyo que sabe lo que de verdad está pasando y qué es en realidad eso que quieren darnos. Y le creerán, claro.

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