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La variante ómicron, monstruo o anécdota

Coronavirus

Nada hay cierto sobre la nueva cepa pero cunde cierta alarma en Sudáfrica

Aún se desconoce la efectividad de las vacunas frente a la nueva cepa del coronavirus

Nadie sabe aún si la nueva variante del SARS-CoV-2 va a ser un monstruo o una anécdota en la ya larga historia de la pandemia. Detectada por primera vez en el sur de África, la conocida como ómicron crea la alarma en Johannesburgo, cuyos hospitales, según las últimas noticias, están sumando pacientes más jóvenes que en las olas precedentes.

Cuatro han sido hasta la fecha las variantes de preocupación propagadas por el mundo. La alfa o británica, la beta o sudafricana, la gamma o brasileña y la delta o india. La diferencia de la ómicronómicron con las anteriores consiste en el ingente número de mutaciones que contiene en su ARN, un collage de retales proteínicos que lo asemeja a un imprevisible Frankenstein. El monstruo tiene confundido a los virólogos. Hay quien sospecha incluso que su origen, igualmente desconocido, provenga del salto del coronavirus de un animal al ser humano, una revisión del supuesto escape primigenio del pangolín a un ciudadano de Wuhan en 2019.

Faltan días, quizá semanas, para que aparezcan los primeros resultados fiables de las consecuencias que pueda tener la variante ómicron en el curso de la pandemia. Los datos preliminares, sin embargo, son poco alentadores. Lo que ya parece claro es que este nuevo monstruo se está expandiendo rápidamente en Sudáfrica, cuyo presidente alertó ayer de la nueva ola, mientras que las primeras pistas indican que en el Reino Unido también anda superando a su prima la variante delta.

El sistema de salud británico, cuya población está notablemente vacunada –al revés que la sudafricana–, registró ayer 86 nuevos casos de ómicron hasta alcanzar un total de 246. En España, según los datos del ECDC, aún son siete los casos confirmados, aunque Baleares notificó ayer cuatro más.

Los virólogos estiman probable que las vacunas sigan haciendo su labor, ayudando a mitigar la gravedad de la enfermedad para quienes puedan contagiarse con la transmisible ómicron. El problema, matizan los especialistas, es que, incluso estando protegidos de la hospitalización por las vacunas o por haber pasado la enfermedad, un porcentaje escaso de hospitalizaciones en relación a un alto número de casos pueda ocasionar un problema de salud pública.

La tesis esperanzadora es que, como sucedió con la variante beta, el virus sólo prolifere en el sur de África. O que apenas provoque la versión leve de la enfermedad, que este nuevo Frankenstein se recree jugando con las flores y que no acabe tirando a la niña al lago. Pronto se sabrá.

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