Así fue la visita del Papa Juan Pablo II a Sevilla en 1982
40 años de Juan Pablo II en Sevilla
Beatificó a Sor Ángela de la Cruz entre cientos de miles de fieles entregados y visitó la Catedral, el Palacio Arzobispal y la Casa Madre antes de poner rumbo a Granada
"Tenía en mi cabeza la visita del Papa a la casa de las Hermanas de la Cruz"
La fuerza de voluntad que hizo posible el éxito
Ocho horas, un baño de masas, una beatificación histórica, un encuentro inesperado... una visita frenética. El Papa Juan Pablo II, hoy santo, visitó por primera vez la ciudad de Sevilla el 5 de noviembre de 1982. Lo hizo por un motivo realmente importante. Un acontecimiento eclesial singular: la subida a los alteres de Sor Ángela de la Cruz. En torno a un millón de personas se concentraron en el campo de la Feria para seguir en directo la ceremonia. El Pontífice, que volvería a Sevilla en 1993 con motivo del Congreso Eucarístico Internacional, se postró ante la Virgen de los Reyes, rezó ante el cuerpo incorrupto de San Fernando, cantó el Angelus desde el balcón del Palacio Arzobispal, donde almorzó antes de poner rumbo de manera inesperada a la Casa Madre de las Hermanas de la Cruz. Punto y final de la estancia antes de encaminarse al aeropuerto de San Pablo para ir a Granada.
España vivía sumida en un proceso de cambio en el año 1982. Meses antes se había vivido un Mundial. Los españoles acababan de elegir en las urnas al Gobierno del PSOE encabezado por el sevillano Felipe González. Se afrontaba una profunda transformación social tras dejar atrás el Franquismo. En Sevilla se había producido recientemente un cambio en la diócesis. La llegada de Amigo Vallejo para relevar a un enfermo Bueno Monreal se había producido hacía apenas unos meses. El alcalde era el andalucista Luis Uruñuela. El presidente de la Diputación, Manuel del Valle, y Soledad Becerril ocupaba el cargo de ministra de Cultura en funciones en el Gobierno de la UCD presidido por Calvo-Sotelo. Tras su elección en 1978, Juan Pablo II realizaba su primer viaje de Estado a España que le llevó a visitar 16 ciudades en apenas diez días.
La presencia del Papa en Sevilla se justificaba por la beatificación de sor Ángela de la Cruz, fundadora de las Hermanas de la Cruz. Era la primera vez que una beatificación se realizaba lejos de Roma, por lo que la importancia de este gesto para la ciudad y la Iglesia Diocesana era enorme. Fue el sacerdote Antonio María Javierre, vicepostulador de la causa, quien convenció al Papa en Roma de la oportunidad pastoral de realizarla en Sevilla.
Un recibimiento por sevillanas
El día elegido para la visita del Papa fue el viernes 5 de noviembre. Juan Pablo II aterrizaba en un blindado aeropuerto de San Pablo a las 8:45 en un DC-8 de las Fuerzas Armadas procedente de Madrid. A pie de pista le esperaba el arzobispo de Sevilla, fray Carlos Amigo Vallejo, el presidente de la Junta de Andalucía, Rafael Escuredo; el presidente del Parlamento, Antonio Ojeda; y el teniente general Saavedra, además de los obispos de la provincia eclesiástica de Sevilla, entre otras personalidades. "Sevilla Mariana quiere el Papa", rezaba una gran pancarta. Los coros de la Ciudad de Sevilla y San Ildefonso de Mairena del Aljarafe recibieron al Pontífice por sevillanas.
Comenzaba así una visita frenética. La comitiva papal se encaminaba hasta la Pasarela del Prado donde le esperaban las autoridades municipales. Uruñuela le entregaba a Juan Pablo II una copia de las llaves de la ciudad. Mientras la Banda Municipal, bajo la dirección del maestro Albero, interpretaba diversas marchas procesionales: Hiniesta Coronada, Estrella Sublime, Virgen de las Aguas, Virgen de la Estrella y Tus Dolores son mis Penas, que sonó mientras firmaba en el libro de honor.
La llegada al campo de la Feria
Todas las calles por las que pasaba el cortejo estaban atestadas de público. A las 9:30 estaba prevista la llegada al campo de la Feria, lugar elegido para una celebración que marcó un hito e instauró un modelo que se siguió desde entonces. Un leve retraso, impidió que el Papa recorriera en coche las distintas parcelas del recinto, abarrotadas desde la noche antes pese a la lluvia que cayó y al frío. La mañana resultó un tanto desapacible.
Las crónicas de la época no se ponen de acuerdo en la cantidad de fieles que acudieron a la llamada del Papa desde todos los puntos de Andalucía. De medio millón a un millón de personas, una cantidad a la que hay que sumar todo el público que se dispersó en otros puntos de la ciudad. La celebración eucarística en la que se beatificó a Sor Ángela se desarrolló con gran solemnidad y boato. Dieciocho obispos y una treintena de sacerdotes concelebraron la eucaristía. Doña María de las Mercedes, Condesa de Barcelona y madre del rey Juan Carlos, representó a la Casa Real. Uno de los momentos más emotivos, más allá de la propia beatificación, recibida con un gran aplauso y una suelta de palomas, fue el baile de los Seises. El Papa les correspondió con el tradicional óbolo. Mil quinientos sacerdotes se desplegaron por el recinto para dar la comunión a los fieles. Muchos de ellos lo hicieron subidos en los camiones del Ejército por la gran distancia.
Visita a la Catedral
Tras la beatificación, el Papa se encaminó al centro de la ciudad. Primero para visitar la Catedral por espacio de viente minutos. Un público enfervorecido, según relatan las crónicas, esperaba al Santo Padre en la puerta de la Asunción. Allí le recibió el Cabildo, con el deán en funciones, Francisco Seisdedos, al frente. En el interior había unas tres mil personas. Juan Pablo II quiso orar ante la tumba del cardenal Spínola, se postró ante el cuerpo incorrupto de San Fernando en la Capilla Real, rezó la Salve a la Virgen de los Reyes, Patrona de Sevilla y su Archidiócesis, que se encontraba en su paso después de haber salido el 30 de octubre para pedir por los frutos de la visita. El maestro Ayarra, al órgano, amenizó la estancia.
Tras recibir distintos regalos, el Papa salió por la Puerta de los Palos para dirigirse al Palacio Arzobispal. Desde el balcón, donde estuvo acompañado por Bueno Monreal y Amigo Vallejo, pudo ver la Giralda profusamente engalanada y saludó a los miles de fieles congregados, impartiendo la bendición.
El Papa almorzó en el Arzobispado junto monseñor Amigo y los obispos de Badajoz, Tenerife, Córdoba, Cádiz, Jerez, Las Palmas de Gran Canaria, Huelva, Guadix y Coria Cáceres, además del secretario de Estado Vaticano y otras autoridades de relevancia. El menú lo elaboró Juan Basallote, director de hotel, y se compuso de una vichyssoise, pastel de verduras, lenguado a la plancha y macedonia de frutas. Cuando terminó, Juan Pablo II se retiró a descansar unos minutos.
Una visita fuera de guion
El ajustado cronograma de la estancia del Papa en Sevilla indicaba que la comitiva se dirigiría al aeropuerto tras el almuerzo en el Arzobispado. Pero el delegado episcopal Antonio Hiraldo tenía otros planes. Había obrado de manera discreta para convencer a la Santa Sede de hacer una breve parada en la Casa Madre de las Hermanas de la Cruz. Y así fue. El Papa puso rumbo a la calle Sor Ángela de la Cruz ante la lógica preocupación de las autoridades y las fuerzas de seguridad. Eran las cuatro de la tarde. Juan Pablo II apenas estuvo 15 minutos en el convento. El tiempo justo para rezar ante el cuerpo incorrupto de Sor Ángela y ser agasajado por las hermanas, con madre María de la Purísima a la Cabeza. Otra hermana de la cruz que ha subido a los altares.
Habían pasado apenas ocho horas desde que el Papa pisó suelo sevillano y ya estaba de nuevo en San Pablo. Allí le aguardaba el DC-8 de las Fuerzas Armadas para llevarlo a Granada. Juan Pablo II se marchó como llegó, por sevillanas, en este caso interpretadas por un coro de Dos Hermandas. La ciudad se volcó con el Papa, que dejó una honda huella en la ciudad. Las personas que acompañaban al Pontífice aseguraban que hasta ese momento la de Sevilla había sido la etapa más significativa de su visita a España. En 1993 se volvió a dar un nuevo baño de masas.
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