La vida de película de un paradeño en la ‘corte’ del virrey de Nueva España
El historiador y escritor Álvaro Pastor se presenta como académico de Buenas Letras narrando la vida y andanzas de ‘El Barbero del Virrey’, D. Juan López de la Rosa y Núñez
La Soledad de San Lorenzo, Bucarelli y las Malvinas
Álvaro Pastor Torres, académico correspondiente de Buenas Letras
La tradición oral asegura que don Juan López de la Rosa y Núñez fue el barbero del virrey. Pero era mucho más, su criado mayor, su hombre de confianza, su confidente, un amigo íntimo y fiel, como desgranó ayer Álvaro Pastor Torres en su discurso de presentación como académico correspondiente por Paradas en la Real Academia Sevillana de Buenas Letras. La vida de este paradeño hasta ahora desconocido para todos está íntimamente ligada a la de su señor, con quien se fue a hacer las américas para volver rico a España décadas después. Son dos vidas de serie de Netflix o de auténtica película de las que gustan en Hollywood, un territorio, que por cierto, el virrey Bucareli dominó y domesticó en una época, la década de los años 70 del siglo XVIII, en la que la Nueva España afronta importantes desafíos. Y todo ello con este paradeño, mal llamado barbero, como gran actor secundario.
Antes de entrar a narrar la apasionante vida de estos personajes, Pastor, de bien nacidos es ser agradecido, dedicó unas cariñosas palabras al recordado Ismael Yebra, amigo y anterior director de la academia. En la memoria también la figura de José Gómez Salvago, anterior académico correspondiente por Paradas que Pastor veía con admiración vestido de chaqué en las fotos del periódico cuando soñaba con emularle algún día. Y ese momento tuvo lugar ayer. El historiador y escritor se presentó ante la Academia con una fabulosa historia de esas que engancha y se siguen sin pestañear de principio a fin.
La historia arranca en la parroquia de Paradas, tan importante en la vida de Pastor, donde los sacristanes se transmitían unos a otros que la fantástica custodia que se perdió en 1936 la había donado alguien que se hizo rico en México: “El barbero del virrey, le llamaban, pero no se sabía nada más”. La inquietud del nuevo académico le llevó a tirar del hilo, a bucear en los archivos de Indias, del Arzobispado, de Protocolos de Sevilla y Paradas, hasta que empieza a dar con los documentos que pusieron en pie la vida de ese supuesto barbero cuyo recuerdo se perdió tras su muerte al no contar con descendencia y ordenar vender todo patrimonio “para que se le hicieran 10.000 misas”.
Juan López de la Rosa y Núñez era un personaje de origen muy humilde, su familia era de campo, probablemente jornalera, que se convierte en un claro exponente de la figura del indiano. Pero para entender este éxito, primero hay que ahondar en la figura de Antonio María de Bucareli y Ursúa. Este noble sevillano del barrio de San Lorenzo se labra una espléndida carrera militar que lo lleva a ser capitán general y gobernador de Cuba entre 1766 y 1771. Cuando se marcha a América lleva consigo a 14 hombres (todos solteros), entre los cuales se encuentra nuestro protagonista paradeño que acabaría por convertirse en su hombre de confianza. El encargado de su casa. “Bucareli era un buen militar, un excelente administrador, un minucioso burócrata, un prominente gobernante y un leal a Carlos III, quien lo premia nombrándole virrey de la Nueva España”.
Durante su periplo en México, Bucareli construye hospitales, un monte de piedad, funda las ciudades de San Francisco, San Diego, expulsa a los rusos de Alaska, juega un papel importante en la Guerra de Independencia Americana, crea un corredor seguro entre la Alta California, la Baja California y México... “Lo hace muy bien. Hasta el punto de que es una figura muy respetada actualmente y cuenta con una gran avenida. Fue un ilustrado en toda regla”. Y de todo fue testigo el paradeño Juan López.
La importancia de su figura, y la relación que mantenían, –“yo todo lo que soy se lo debo a mi señor”–, se pone de manifiesto cuando Bucareli muere en 1779. “Le lega 2.000 reales de oro de una vez, una auténtica fortuna”, y dispone y liquida le herencia. “Lo que no haya dicho de palabra, vale la palabra de este señor. Que se haga”, dejó escrito Bucareli.
Tras pasar cinco años en México, los que tarda en liquidar la cuantiosa y complicada herencia, en 1784, Juan López de la Rosa y Núñez regresa a España cargado de oro, plata y otros objetos artísticos de primer nivel. Primero se asienta en Sevilla. Hasta su fallecimiento en 1824 realiza varios testamentos. En 1787 ya se encuentra afincado en Paradas. “Lo primero que hace cuando llega a España es un expediente de limpieza de sangre. Precisamente, Pastor ha podido hilvanar la apasionante vida del personaje gracias a este documento, mientras que de las circunstancias de la muerte se entera por el libro de misas. La nueva parroquia de San Eutropio se está construyendo así que se hace su capilla para enterrarse en la dispone un cuadro con San Juan Nepomuceno, patrón de la fidelidad, que hace Francisco Antonio Vallejo, pintor en México del Virrey”, explicó Pastor, que ha sacado a la luz la autoría. Además, dona una fantástica custodia o un juego de cálices, entre otras joyas.
Desde que llega a Paradas, Juan López hace su capilla, “está enterrado en la parroquia seguro, pero no sabemos en qué lugar”. Arregla la ermita de San Albino, compra la Hacienda de Piqueras, establece su casa en la calle Real (hoy Larga), frente a la calle de las Huertas, abre una posada en la misma calle, adquiere tierras... Pese a todo ello es un personaje desconocido en Paradas, aunque ahora se van a sorprender al conocer todo esto gracias a la investigación de Álvaro Pastor.
Cuando muere a los 85 años, Juan López deja algunas bagatelas, por ejemplo al capataz de la finca, ya que ordena vender todo su patrimonio para que se le digan 10.000 misas, a 6 reales cada una. Muchas, también para su señor y amigo especial Bucarali. Toda una historia hasta el final.
Una larga estirpe de profesores de instituto
Antes de que Álvaro Pastor pronunciara su discurso de presentación como académico correspondiente por Paradas, el director de la Academia, Pablo Gutiérrez-Alviz, leyó el proemio escrito por Ramón María Serrera, ausente por estar ausente por cuestiones médicas. En sus palabras, el historiador repasó de manera completa y minuciosa la biografía de Pastor, centrándose especialmente en sus aspectos paradeños. Serrera destacó que el nuevo académico forma parte de ese nutrido grupo de docentes que sin alcanzar el grado de catedrático de universidad, han desempeñado una importantísima labor en la enseñanza media. Entre ese glorioso grupo destacan, nada más y nada menos, Gerardo Diego, Antonio Machado, Domínguez Ortiz o Joaquín Guichot.
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