"Tenía en mi cabeza la visita del Papa a la casa de las Hermanas de la Cruz"

Antonio Hiraldo. Delegado episcopal para la visita de Juan Pablo II a Sevilla en 1982

Bueno Monreal lo eligió un año antes para preparar todos los actos en la ciudad

Así fue la visita del Papa Juan Pablo II a Sevilla en 1982

El sacerdote Antonio Hiraldo, delegado espiscopal para la visita del Papa en 1982 a Sevilla. / José Ángel García

Fue el arquitecto de la visita del Papa a Sevilla. Durante un año, Antonio Hiraldo Velasco (Morón de la Frontera, 1938) estuvo trabajando con un amplio equipo de colaboradores en todas las actividades previas de la que fue la primera visita de un Pontífice a Sevilla. Coordinó a las distintas diócesis que conforman la provincia eclesiástica de Sevilla y fue clave en dos momentos únicos que nadie se esperaba: el recibimiento con un coro de sevillanas en el aeropuerto; y uno de los momentos más emotivos del día: la visita a la Casa Madre de las Hermanas de la Cruz.

Antonio Hiraldo tenía 44 años cuando el Papa visitó Sevilla el 5 de noviembre de 1982. Un año antes, el cardenal Bueno Monreal lo había elegido para preparar este acontecimiento sin parangón. "La visita se retrasó por el atentado que sufrió el Papa en mayo de 1981. Creamos una comisión de trabajo con personas muy valiosas para prepararlo todo". En ese grupo, además de Hiraldo como delegado episcopal, se encontraban Ángel Gómez Guillén, como secretario general y responsable de la comisión Litúrgica; Jesús Pérez Saturnino, secretario general adjunto; Salvador Petit Caro, secretario de Prensa; Francisco Javier Pérez Mantero, responsable de la comisión de Difusión Cultural; Juan Moya García, responsable de la comisión Económica; Juan Basallote García, responsable de la comisión de Acogida y Hostelería; y José Sánchez Dubé, responsable de la comisión de Concentraciones y Medios Técnicos.

La preparación de los fastos del Papa coincidió con el relevo en la Archidiócesis sevillana. Durante una visita a Roma, Bueno Monreal cayó enfermo. Volvió en un estado de salud muy delicado y la Santa Sede se apresuró a designar a un nuevo prelado. El elegido fue el joven franciscano Carlos Amigo Vallejo, que se encontraba en Tánger. Llegó apenas unos meses antes de la visita apostólica. Amigo se encontró con una programación diseñada y dejó trabajar a la comisión existente.

Antonio Hiraldo junto a Juan Pablo II durante la visita a Sevilla de 1982. / M. G.

Entre el amplio programa que se organizó por la visita del Pontífice hubo conferencias, música, ciclo de cine, sesiones de trabajo o eucaristías. "Se trataba de intentar explicar el sentido que tenía que el Santo Padre visitara las distintas iglesias locales. Era un acontecimiento único en la vida de la Iglesia. Juan Pablo II puso en marcha un nuevo estilo de relaciones con el pueblo. Hasta ese momento los grandes encuentros con los fieles se limitaban a Roma", señala Hiraldo.

La del Papa era una visita de Estado a España. Visitó una gran cantidad de ciudades. En Sevilla apenas estuvo ocho horas. Pero su presencia en la capital de Andalucía tenía un valor añadido. Venía a beatificar a Sor Ángel de la Cruz, una de las sevillanas más queridas. Este hecho también suponía todo un hito, como relata Hiraldo: "Se trataba de un acontecimiento muy importante para la Iglesia de Sevilla. Era algo muy grande por la gran devoción que los sevillanos le tenían ya a Sor Ángela. Era muy entrañable y además, era la primera vez que se hacía una beatificación fuera de Roma".

El Papa, acompañado por Hiraldo y otras autoridades, en el aeropuerto de San Pablo. / M. G.

Al ser una visita de Estado, los trabajos de coordinación general se realizaban a través de la Conferencia Episcopal Española en estrecha relación con la Nunciatura Apostólica. La estancia del Papa en Sevilla estaba totalmente tasada al milímetro. No había espacio para la improvisación. ¿O sí? Hiraldo tenía una idea en mente que no estaba recogida en el programa oficial pero que se pudo llevara a cabo y que ha quedado como uno de los momentos más emotivos: "Yo lo tenía en mi cabeza. Lo pedí de manera discreta y lo concedieron, aunque tenía muchas dificultades por seguridad, por ejemplo". Y es que Juan Pablo II tras almorzar en el Palacio Arzobispal realizó una visita a la Casa Grande de las Hermanas de la Cruz: "Cuando salió para el aeropuerto quiso ir a Sor Ángela. Allí veneró el cuerpo incorrupto en su capilla. Se encontró con todas las hermanas... Fue un gesto muy significativo y emotivo".

Recibido con gran emoción

Hiraldo recuerda con añoranza la gran emoción con la que recibieron al Papa en las vetustas instalaciones el aeropuerto de San Pablo. A pie de pista un grupo de sevillanas cantó al Pontífice. Otro de los secretos mejor guardados: "Era algo que la gente no se esperaba". Son muchas las fotografías que el sacerdote conserva junto a Juan Pablo II, aunque no mantuvieron diálogos muy extensos. "Me llamó la atención la disciplina. El control que tenía para mantenerse en forma con tantos viajes en tan poco tiempo. Iba muy concentrado. Hablaba poco".

Antonio Hiraldo durante la entrevista. / José Ángel García

Juan Pablo II dejó plantada una gran semilla en su primera visita a Sevilla. El recuerdo perduró durante mucho tiempo. Se realizó un Plan Pastoral con la base de los discursos y homilías que pronunció durante su viaje. "La Iglesia española se lo tomó muy en serio. Nuestra Iglesia de Sevilla siempre mostró un buen tono en su devenir y esa fue una ocasión providencial para remover los espíritus".

Este veterano sacerdote, que cuando organizó la visita del papa era vicario episcopal de Enseñanza, asevera que la experiencia fue inolvidable. "Yo advierto que la visita del Papa no es una cuestión turística. Es algo trascendente y de gran profundidad en la vida de la Iglesia. La fe no es una experiencia privada. Es pública y hay que cultivar estos encuentros con los fieles. Es necesario saltar la valla de lo anecdótico y entrar en la experiencia trascendental". Así lo disfrutaron los sevillanos hace 40 años.

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