La reforma del Museo Arqueológico de Sevilla: un núcleo de comunicación acristalado en la fachada trasera
Expertos en patrimonio se muestras escépticos con la reforma, los plazos y el dinero
La agonía de los museos de la Plaza de América de Sevilla
El Museo Arqueológico de Sevilla contará con un gran núcleo de comunicación vertical en su fachada sur. Esa es una de las grandes novedades que el proyecto de rehabilitación de Guillermo Vázquez Consuegra incorpora al edificio de estilo neoplateresco construido por Aníbal González en la Plaza de América del Parque de María Luisa. En la mesa redonda organizada por Adepa para debatir sobre el futuro del Museo Arqueológico de Sevilla y su controvertida reforma, se deslizaron algunos detalles del proyecto, que recibió hace unos días el visto bueno de la Comisión Provincial de Patrimonio Histórico. Los ponentes que participaron en el encuentro mostraron sus dudas sobre el traslado de las piezas, el nuevo sentido de las visitas, el plazo o el presupuesto de obra.
La Real Academia Sevillana de Buenas Letras, dirigida por Ismael Yebra, fue el escenario elegido para celebrar la mesa redonda El Arqueológico y la Plaza de América. Una herencia a conservar y potenciar, en la que participaron Fernando Fernández, ex director del museo; Alberto Villar Movellán, catedrático de Historia del Arte y especialista en arquitectura regionalista; José Manuel Baena, presidente de la Asociación de profesores Ben Basso; y María Soledad Gil, actual directora del museo.
Una de las más importantes novedades que presenta el proyecto básico de reforma es la creación en la fachada sur, la trasera que da a la Glorieta de la Virgen de los Reyes, de un núcleo vertical de comunicaciones mediante dos cuerpos simétricos en los extremos que contarían con escaleras y ascensores. Estas nueva estructuras no serían visibles desde la entrada natural por la Plaza de América, que seguiría siendo el acceso de los visitantes al museo. Con esta actuación, se recuperaría la Sala Oval como gran vestíbulo.
A la espera de conocer en profundidad todos los detalles de una obra que cuenta con un presupuesto de 20 millones de euros, los ponentes mostraron su preocupación por el futuro del edificio y las colecciones y cómo les podría afectar las obras. Fernando Fernández, que fue director durante más de 20 años, advirtió de las posibles alteraciones: “El proyecto va a cambiar muchas cosas, entre ellas el sentido cronológico de la visita, que es como se debe hacer. Ahora se plantea en sentido temático, algo que no tiene mucho sentido cuando hablamos de historia. Se entrará por el óvalo y cada uno se irá dónde le parezca. Van a ir sin ninguna idea. Se va a hacer un centro lúdico más que un museo”.
Fernández, como ya ha señalado en otras ocasiones, se mostró preocupado por cómo le puede afectar a las grandes piezas el desmontaje y el traslado previsto: “Desmontar los grandes mosaicos o las esculturas es destruirlos. Hay que evitar que se muevan si no hay motivo. Hasta ahora sólo han sacado pequeñas cosas. El museo sólo tiene un importante estado de abandono, por lo que hay que sólo habría que actualizarlo y modernizarlo”. Fernández también pidió un revisión del plan museológico y la redacción cuanto antes del museográfico.
El profesor Villar Movellán, por su parte, explicó que le gustaría que la reforma se centrara básicamente en arreglar el edificio proyectado por Aníbal González sin alterar lo que el genio del regionalismo quiso transmitir, ya que este inmueble fue concebido desde el primer momento como pabellón y museo: “Los edificios tienen su espíritu, además de su materia. Hay que tener en cuenta esa función. Hay que pensar en cómo hacerlo útil para la mentalidad y el tiempo actual y adaptarlo a lo que se entiende hoy por un museo. Si las visitas eran limitadas, es probable que los políticos se planteen hacer un parque temático, que es lo que se lleva. Me asusta mucho que a un edificio protegido se le haga una reforma con el consentimiento de los protectores de ese patrimonio.
José Manuel Baena, representante de Ben Basso, también se mostró escéptico por la poca información que los ciudadanos tienen del proyecto: “No existe información oficial sobre cuál va a ser la reforma del museo. A partir de ahí, veo que el gran problema es el debate entre continente y contenido. Un museo es para favorecer el aprendizaje. Si empezamos por el edificio, pero no sabemos cómo van a ir las colecciones, ¿qué función de museo va a cumplir? Hay que respetar el edificio. Que hay que modernizar, evidentemente. Por ejemplo, adaptar los materiales didácticos”.
El plazo y el dinero son dos de las cuestiones que más preocupan. Los intervinientes se preguntaron si el Gobierno ha garantizado la inversión o si el dinero prometido no llegará en su totalidad. “Se convertirá entonces en una obra sin terminar y la muestra temporal en Santa Inés pasará a ser indefinida”. Según el cronograma dado, las obras, que todavía no cuentan con licencia ni, por tanto, empresa que se encargue de ellas, deberían terminar en 2023 para volver a trasladar e instalar todas las piezas. El objetivo es abrir en 2025, algo que no se acabaron de creer.
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