Cuando patrimonio y urbanismo no van de la mano
El geógrafo Jaime Jover, investigador de la US, analiza en una extensa publicación cómo se ha transformado Sevilla con el cambio de siglo
La descuidada imagen de la muralla islámica de Sevilla
“Las políticas de urbanismo tratan al patrimonio como algo secundario a pesar de la importancia que tiene en Sevilla”. Esta es una de las principales conclusiones a las que ha llegado el geógrafo Jaime Jover, profesor e investigador de la Universidad de Sevilla, en su libro El centro histórico imperfecto. La transformación de Sevilla en el cambio de siglo, una publicación editada por la Diputación de Sevilla tras ganar el premio Archivo Hispalense en Ciencias Sociales en el año 2021. Esta obra es imprescindible para conocer y, sobre todo, comprender, cómo se ha desarrollado el cambio en la ciudad a través de las distintas normas urbanísticas y cómo, a pesar de que ha habido gobiernos de distinto color político, nunca se ha apostado por un modelo de ciudad para mantenerlo a largo plazo.
“Mi intención era investigar cómo se habían encajado las políticas de urbanismo son las culturales y patrimoniales desde los años 80 hasta la entrada en vigor del PGOU de 2006. La hipótesis de la que partía era de que en Sevilla contamos con mucho patrimonio histórico y se habla mucho de la conjunción que debe tener con el urbanismo, cuyas políticas le afectan y mucho”, explica Jover. Para la elaboración de su trabajo se fue a investigar a los archivos. Tras comprobar que este asunto no se trataba apenas en la prensa, decidió remontarse varias décadas, hasta los años 50, para profundizar en el contexto histórico y en los males de la piqueta.
La primera cuestión que salta a la vista a la hora de analizar los acontecimientos y la dinámica urbanística es muy clara a la vez que descorazonadora: “Sevilla ha tenido en pocas ocasiones un modelo urbano claro para el conjunto de la ciudad”, sostiene el investigador. En las últimas décadas se han combinado las ideas buenas con otras que no lo han sido tanto. Ha sido así para barrios completos o amplios sectores, como la Cartuja. “No se ha pensado la ciudad desde de una manera relacional para equilibrar sus distintos aspectos, conectando el centro histórico con las periferias, por ejemplo. Cuando sí ha habido una intención clara de hacerlo, llega un cambio de gobierno municipal y se altera el modelo. Eso ha pasado con todos los partidos”, sostiene.
Una de las acciones positivas que se han hecho en los últimos tiempos, destaca Jover, han sido las peatonalizaciones. Desde las acometidas antes de la Expo’ 92, como las calle Tetuán, Velázquez y O’Donnell, a las últimas, tras un paréntesis, en la Avenida, San Jacinto o Asunción. “Han repercutido positivamente, como se ha podido comprobar. También han sido una buena medida desde el punto de vista del patrimonio. Un ejemplo claro es el de la Catedral”.
Como cuestión negativa, muy en boga en los últimos meses, está la situación patrimonial de la Avenida de la Palmera y un urbanismo claramente voraz que está acabando con su singularidad. Jover se ha encontrado con unas informaciones que resultan muy sorprendentes cuando se debate actualmente sobre la incompleta protección del paseo creado para la Exposición Iberoamericana de 1929: “En el año 1981, la Comisión Provincial de Patrimonio, compuesta entonces por gente de mucho peso, menos política, hace una propuesta para la ampliación del conjunto histórico que incluye las dos aceras de la Palmera. El problema fue que, por un motivo que no conocemos, en el plano sólo se dibuja una de las aceras. Pero en la memoria que se puede consultar en el Archivo Histórico Provincial se habla de las dos”.
Otra cuestión negativa que identifica el investigador de la Universidad de Sevilla es la situación de la casa tradicional sevillana. En el plano del catálogo del PGOU de 1987 se observa cómo los edificios mejor y más protegidos están en el sector de la Catedral, que curiosamente ahora sigue sin plan sectorial. “El Ayuntamiento busca preservarlo porque es la zona más turística”. Sin embargo, en barrios del casco norte el caserío no corre la misma suerte. Ahí predominan las casas-patios, las casas palacios, y apenas cuentan con protección o sólo se preserva la fachada. “No hay una intención clara de proteger el patrimonio urbano. Esto no es un recurso turístico y lo otro, sí”.
Otra polémica que se mantiene desde hace décadas es la protección de la arquitectura regionalista, sobre todo la doméstica, en barrios residenciales como Nervión. En el año 1981 la Comisión de Patrimonio también propone proteger zonas de Ciudad Jardín, los hotelitos de Nervión o la barriada de La Barzola como construcción obrera típica del Franquismo.
“La sensación que hay una visión muy sesgada sobre el patrimonio más importante, el Unesco, y el de otras zonas como Santa Cruz, que ha tenido unas ordenanzas particulares desde los años 40, frente a otros lugares. Actualmente, la gestión del patrimonio ha sucumbido a la dinámica del mercado, al promotor inmobiliario. La política en este caso está muy vinculada al turismo, a la creación de nuevos hoteles, provocando la expulsión de los vecinos.
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