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La imagen recuperada de la Real Iglesia de San Antonio Abad

Tras la aparición de Las tentaciones de San Antonio Abad en el bajo coro, la hermandad del Silencio ha comenzado la intervención en las paredes y cornisas para sacar a la luz las pinturas.

Representación de Las Tentaciones de San Antonio Abad aparecida en el luneto del bajo coro. / José Ángel García

Una intervención global que encara su recta final. La Archicofradía de Jesús Nazareno (el Silencio) continúa enfrascada en la recuperación de las pinturas murales que adornan la Real Iglesia de San Antonio Abad. Se trata de una decoración barroca de gran valor, salida de las manos de Domingo Martínez y Juan de Espinal, que fueron ocultadas bajo una capa de cal apenas 90 años después de realizarse. La corporación comenzó la restauración en el año 2012, quedando al descubierto cuatro años después la espectacular decoración de las bóvedas.

En los últimos meses se ha acometido una intervención en el bajo coro, que ha rescatado una excelente pintura, bien conservada, de Las Tentaciones de San Antonio Abad. La tarea continúa y hace apenas unos días, los restauradores han retomado los trabajos en las dos cornisas laterales y en las paredes.

Hasta siete capas de cal ha tenido que retirar mediante bisturí el equipo de restauradores dirigido por Javier Barbasán. La última actuación realizada ha sido en el bajo coro, única zona del templo que conservaba a la vista las pinturas de su bóveda, aunque se encontraban muy ennegrecidas. Como en el conjunto de la iglesia, las pinturas del coro están realizadas mediante dos técnicas: el temple, para la decoración; y el óleo, también llamado temple graso, para las escenas y figuras.

Aspecto general de la Real Iglesia de San Antonio Abad con las pinturas recuperadas en sus bóvedas, una tarea que se ampliará en los próximos meses a las paredes. / José Ángel García

La intervención en el bajo coro ha permitido recuperar en el luneto una excelente pintura que representa Las Tentaciones de San Antonio Abad, titular de la iglesia. "El principal problema que hemos tenido es que el temple, al cubrirse con otra pintura blanca al temple se había pegado mucho y al eliminarlo salía el pigmento. Con la intervención hemos conseguido darle homogeneidad. Se ha dado armonía en los lunetos", explica Barbasán.

Las pinturas, como se había constatado por escritos antiguos, no se encontraban bien conservadas antes de ser cubiertas. Eran muchos y diversos los factores que causaban la alteración, pero principalmente se trataba de las humedades provenientes de los muros, el movimiento del soporte, la acción humana, mediante repintes o colocación de nuevos elementos (como cableado eléctrico); y la ocultación de las pinturas por diferentes capas que crearon condensaciones y la adhesión entre sus estratos.

Uno de los motivos por el que las pinturas pudieron ser cubiertas es por su mal estado de conservación. La iglesia se terminó de construir en 1727 y las pinturas en 1740. Fueron cubiertas en 1834. Algunas teorías apuntan a que se taparon por motivos de salubridad a consecuencia de la peste (se pensaba que el blanco era más limpio), o porque se decidiera que el estilo churrigueresco era muy ostentoso. En cualquier caso, al taparlas se agravaron las afecciones, al no permitirse la transpiración natural entre los diferentes estratos.

Las partes realizadas con material graso (las figuras) y los dorados son los las que mejor se han conservado por la menor adhesión de cal. Por contra, como se recoge en los informes técnicos, las zonas de temperas, que son meramente realizadas con líneas, son más pulverulentas. Las policromías están cubiertas en su totalidad por cinco finos estratos de capas de cal de diferentes tonalidades, siendo la última ocre confeccionada con material plástico. Los dos primeros colores eran los que se encontraban adheridos a las pinturas por la carbonatación de estos a los estratos blanquecinos del yeso de la base.

8-Detalle de la decoración de la arquería del coro. / José Ángel García

A pesar de los daños, el conjunto de las pinturas ha mantenido casi la totalidad de sus representaciones y la vivacidad en el colorido, gracias a que sólo estuvieron expuestas durante 90 años. Por ello, el humo y la contaminación no llegaron a cubrirlas ni ensuciarlas.

La intervención ha consistido en una consolidación previa para evitar los desprendimientos, la limpieza, la eliminación de los estucos alterados, la realización de nuevos estucos, la consolidación general, la reintegración cromática y la aplicación de una protección final.

Las pinturas de la bóveda del coro, las únicas que estaban a la vista pero muy oscuras, tras la intervención. / José Ángel García

Un proyecto de hermandad que arrancó en 2012

Aunque en la hermandad tenían conocimiento de la existencia de las pinturas, el desprendimiento de varios caliches en la zona del presbiterio animó en 2012 a la junta de gobierno presidida por Alberto Ybarra a enfrascarse en su recuperación. Lo primero que hubo que hacer es resanar la estructura exterior. Lo que no se ve. "Fue un trabajo enorme, había grietas en la estructura de las bóvedas. Se retiró una gran cantidad de escombros", explica el actual hermano mayor, Eduardo del Rey. A partir de ese momento, el equipo de Javier Barbasán, comenzó con la tarea. "Las pinturas a nivel patrimonial son muy importantes", sostiene. Deben su traza a dos de los artistas más importantes de su época, como Domingo Martínez, autor de las pinturas de San Luis de los Franceses o la capilla del Sagrario de la parroquia de San Lorenzo, y Juan de Espinal. La hermandad, que ha realizado un gran esfuerzo económico en esta restauración, con la colaboración de la Real Maestranza de Caballería, ha retomado tras la Semana Santa la tarea en las paredes y las cornisas, donde ya se habían realizado algunas catas. "Los retablos son de las misma época que la pinturas y encajan con ellas. En las paredes sí se ha intervenido más posteriormente. El techo ha estado más a salvo. Teníamos que devolver a la ciudad este patrimonio", concluye del Rey.

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