La Soledad de San Lorenzo restaura las pinturas murales de la capilla del Sagrario
La decoración, de un valor extraordinario, presenta importantes problemas por la humedad.
El coste es de 184.000 euros y el plazo de ejecución de 10 meses.
Una actuación integral que recuperará unas pinturas de un valor extraordinario. La Hermandad de la Soledad acomete la restauración de las pinturas murales que decoran la capilla del Sagrario de la parroquia de San Lorenzo. Se trata de una intervención compleja que durará entre ocho y diez meses y que devolverá la unidad estética a este espacio principal del templo.
Realizadas hace 300 años por Domingo Martínez y Gregorio de Espinal, se encuentran en un deficiente estado de conservación debido, fundamentalmente, al efecto del agua, filtrada por las cubiertas y ventanas y procedente del subsuelo por capilaridad. La corporación invertirá en el tratamiento de conservación y restauración de los 272 metros cuadrados de decoración pictórica un total de 184.373 euros. A los que hay que sumar el coste de la iluminación y las cantidades ya invertidas en los trabajos previos.
Aunque hace poco más de una semana que los andamios pueblan la capilla del Sagrario de San Lorenzo, las tareas para recuperar esta joya empezó hace tres años. La hermandad comenzó entonces con un trabajo oculto pero indispensable: eliminar la tremenda humedad que afectaba al espacio. Una empresa especializada estuvo durante dos años inyectando una resina en las paredes. Tras un periodo de espera, hace cinco meses se comprobó mediante unas pruebas que los muros estaban secos. Era entonces el momento de iniciar la segunda fase de la rehabilitación.
Las pinturas de la capilla del Sagrario de San Lorenzo, realizadas con óleos y temples, presentan un importante problema debido a la humedad a la que han estado expuestas históricamente, fundamentalmente las del muro que linda con la plaza. El principal efecto del agua es que rompe la capa pictórica, el enlucido o el enfoscado y se producen pérdidas importantes de policromía. Otro problema importante es la suciedad. La obra está cubierta por un velo negro y blanquecino provocado por el humo de las velas. También presentan oquedades, separaciones entre las diferentes capas, fisuras y grietas, machas, repintes y reintegraciones alteradas, barnices irregulares, zonas engasadas y elementos metálicos.
“Ahora mismo estamos en una fase de toma de contacto. Hasta que no se han puesto los andamios no hemos podido examinar las pinturas de cerca. Hay cuestiones que no podíamos prever”, explican Elena Martínez y Carmen Olivar, dos de las restauradoras de un equipo que completan Mireya Albert, Rocío Campos y Pedro Jiménez, todos con una amplia experiencia en este tipo de intervenciones.
El equipo se encuentran realizando ahora mismo un estudio previo de la obra y valorando los tratamientos a aplicar, que consistirán básicamente en una limpieza de la superficie pictórica, así como la fijación y consolidación de los diferentes estratos, además de la reposición de los estratos de enfoscado y enlucido y la reintegración cromática de la película pictórica, aplicando una protección final a toda la obra.
Se actuará con un criterio conservador y respetando ciertas intervenciones que se han realizado en la capilla y que ya son parte de la historia material de la obra. “No se ha considerado la posibilidad de recuperar zonas con decoración original que actualmente se encuentran ocultas, ya que la actual decoración corresponde a modificaciones que se han ido sucediendo a lo largo de su historia”. La restauración irá encaminada a la obtención de un equilibrio entre las diferentes zonas pictóricas y a devolverle una lectura continua, con un criterio diferenciador, y máximo respeto al original.
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