Así ha sobrevivido la Iglesia de Santa Clara a dos décadas de cierre
Los arquitectos Gonzalo Díaz Recasens y Antonio Martín Molina ultiman el proyecto para restaurar el valioso templo del antiguo convento sevillano.
El arzobispo confía en poder reabrir la iglesia para 2020
Los arquitectos Gonzalo Díaz Recasens y Antonio Martín Molina se encuentran ultimando el proyecto de intervención para restaurar la iglesia del antiguo convento de Santa Clara. Tras firmar el Ayuntamiento y el Arzobispado la novación del convenio de colaboración el pasado mes de diciembre, los técnicos están actualizando el anterior proyecto de 2008, cuando se iba a recuperar parte del cenobio para acoger una pequeña residencia religiosa.
Tras los primeros estudios y análisis sobre el terreno, han podido constatar que la iglesia no se encuentra tan mal como podría pensarse tras casi dos décadas cerradas. No ocurre lo mismo con la sacristía y otras dependencias anexas que han sufrido importantes derrumbes y se encuentran apuntaladas.
"La iglesia se encuentra sustancialmente bien. El muro de poniente tiene cierto desplome. Hay que resanar esa fachada entera. Las estructuras que se han ido adosando a lo largo de los siglos están apuntaladas. Hay parte que se derrumbó y el Ayuntamiento tuvo que apuntalar la zona", explica Díaz Recasens.
Los arquitectos trabajan ya sobre el terreno. La idea es agilizar al máximo todos los trámites burocráticos para empezar la obras, presupuestadas en 2,5 millones, cuanto antes. Calculan que el plazo de ejecución será de 18 meses, aproximadamente. El arzobispo, monseñor Juan José Asenjo, quiere que la restauración sea un hecho a finales de 2020.
En los últimos día, se han estado revisando todos los informes de patología que se hicieron hace más de una década. "Lo peor es la sacristía, trazada por Juan de Oviedo, y una zona del compás. La totalidad del edificio está apuntalado, salvo la iglesia, que no está tan mal. Las partes nobles cuentan con una buena estructura", señala Martín Molina.
Durante el tiempo que ha permanecido cerrada, la iglesia del convento de Santa Clara ha estado bastante preservada. Se protegieron los altares con maderas y se retiraron las valiosas esculturas de Martínez Montañés.
El fantástico artesonado también ha resistido bien el paso del tiempo gracias a una solución aplicada hace algunas décadas. "Rafael Manzano ideó una estructura metálica de la que colgó el magnífico artesonado. Fue una solución sin demasiadas pretensiones pero que ha resultado eficaz para protegerlo", indica Díaz Recasens.
"Tendremos que desmontar el tejado para atacar esta estructura también desde arriba. Vamos a tener que revisar toda la cubierta, pero en principio no hay que alarmarse", añade Martín Molina. Con seguridad sí se van a tener que sustituir los forjados del resto de las dependencias. La esbelta espadaña que corona el templo cuenta con un importante desplome que será controlado para que no vaya a más.
La intervención también contempla la implantación de un gran sistema contra incendios con una gran depósito de agua que, previsiblemente, irá bajo tierra.
Los dos arquitectos destacan la importancia de este templo "de primer orden" que debe su traza actual a Juan de Oviedo y Miguel de Zumárraga, quienes lo reformaron entre los años 1620 y 1622. Paralelamente a esta intervención, el Arzobispado deberá acometer la restauración de los bienes muebles y de otros elementos, como el órgano.
Aunque el templo volverá a acoger celebraciones litúrgicas, fundamentalmente relacionadas con el culto al Santísimo, Martín Molina considera que debería incorporarse de algún modo a las visitas del actual Espacio Santa Clara: "Por cualquiera de las dos entradas sería posible organizarlo". La iglesia conecta con la zona propiedad del Ayuntamiento por los jardines, a través de la portada del antiguo colegio Maese Rodrigo, donde se encuentra la Torre de Don Fadrique, que pronto será restaurada también gracias a una subvención del Estado. Díaz Recasens estima, por su parte, que hay que vincular la iglesia una vez rehabilitada con la figura de Martínez Montañés, que tanta huella dejó en este inmueble. "La iglesia en sí misma, y con todo lo que encierra, es un museo", concluye.
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