El laberinto de las Atarazanas: la restauración que nunca llega
La ansiada recuperación de la ‘catedral’ civil de Sevilla se ha perdido en las últimas décadas en un sinfín de acuerdos y proyectos sin resolver
Recorrer un laberinto para llegar siempre al mismo punto de partida sin encontrar la salida. Así se encuentra el proyecto de rehabilitación de las Reales Atarazanas de Sevilla, uno de los edificios más notables de Sevilla (siglo XIII), que en cualquier ciudad del mundo sería su gran atractivo cultural y patrimonial, pero que por estos lares se encuentra permanentemente en el limbo de la indefinición. Sobre las Atarazanas se han aprobado varios proyectos de rehabilitación, que siempre se venden como el definitivo. Se le ha dado mil y una vueltas al uso que debe tener. Se han organizado sesudos debates y jornadas técnicas para analizar si la piqueta debía entrar por uno u otro lado. Se han invertido, en definitiva, muchos esfuerzos para no llegar a ningún sitio y para, al final, dejar en mal lugar a quienes son los responsables de restaurar y poner en uso para la ciudad esta gran catedral civil que languidece año tras año y que muchos sólo conocen por ser la tumba de dos de los personajes más populares de la conocida serie Juego de Tronos.
Pero, ¿a quién interesa que a estas alturas las Atarazanas estén cerradas y sin uso? La respuesta es obvia: a nadie. Su propietario, la Junta de Andalucía, que lo es desde 1993, no puede seguir socavando su imagen y credibilidad con las continuas promesas y los retrasos en el proyecto. Y la culpa no se le puede echar a Adepa, la asociación conservacionista que ha luchado en los tribunales por preservar los valores del edificio, ya que antes de la irrupción de estos, fueron incapaces de sacar adelante un proyecto para que la ciudad recuperara este gran edificio que ni siquiera los sevillanos pueden visitar por estar cerrado permanentemente. Tanto por la administración autonómica como por el Ayuntamiento han pasado equipos de gobierno de diferentes colores durante todos estos años. Se ha invertido dinero en las Atarazanas, 6 millones hasta 1999, pero ninguno ha sido capaz de desenredar la maraña por el bien de todos.
Tras no saber muy bien qué hacer con un edificio, que en sí mismo es un gran atractivo, por lo que no necesita de grandes dispendios, la Junta de Andalucía vio el cielo abierto cuando la Caixa se fijó en el astillero alfonsí para hacer el cuarto Caixafórum de España. Parecía que, por fin, esta vez sí, Sevilla y las Reales Atarazanas se encontrarían de nuevo. Corría el año 2009 y habían pasado ya 16 desde la recepción del inmueble. En este tiempo, el monumento sólo había tenidos usos esporádicos, como la exposición del Giraldillo tras su restauración, ser sede de la decadente Muestra Nacional de Artesanía Cofrade (Munarco), o de la Biacs. Minucias para un monumento de tanta categoría e importancia.
De tanto esperar, irrumpió la crisis económica y se llevó por delante el proyecto del Caixafórum. La entidad catalana había heredado, fruto de la absorción de Cajasol, el complejo de Torre Sevilla, trasladando allí el Caixafórum que, afortunadamente hoy, funciona como uno de los espacios culturales más dinámicos y apreciados de Sevilla.
Esta decisión, como era de esperar, causó resquemor en la Junta de Andalucía. La batalla se saldó con un acuerdo con la entidad catalana para hacer en las Reales Atarazanas un gran espacio para resaltar la vinculación de Sevilla con América. La Caixa invertiría en la rehabilitación algo más de diez millones de euros, cantidad que ahora la consejería de Cultura ha calificado de “insuficiente” para llevar a cabo el proyecto desarrollado por Vázquez Consuegra con las consideraciones aportadas por Adepa.
“El proyecto definitivo” de las Atarazanas se presentó en diciembre de 2014 con gran boato. El “gran espacio de diálogo con América” sería una realidad a finales de 2016. El proyecto de Vázquez Consuegra mantenía la gran plaza pública, ya diseñada para el Caixafórum, cuya entrada sería por la gran arquería de la calle Dos de Mayo.
La Asociación para la Defensa del Patrimonio de Andalucía (Adepa) denunció en los Juzgados el proyecto de rehabilitación al considerar que era contrario a las leyes de Patrimonio Histórico. Adepa puso la lupa en el daño irreversible que el refuerzo de la cimentación produciría en el viejo edificio. Un juez le dio la razón a los conservacionistas y suspendió cautelarmente la concesión de la licencia de obras en octubre de 2016.
Comenzaba entonces una nueva etapa de negociación entre la Junta y Adepa para desbloquear la rehabilitación el edificio. En todo momento, y a pesar de los reveses, la Caixa ha mantenido intacto el compromiso de invertir 10,8 millones de euros en el edificio. En diciembre de 2017 se desbloqueaba (otra vez), y tras más de dos años de visitas y negociaciones técnicas, la rehabilitación. Todas las partes cedían algo en sus iniciales pretensiones para conseguir de una vez que el edificio pudiera recuperarse y abrirse al público. El arquitecto debía hacer una serie de modificaciones en su proyecto, como incorporar la excavación de dos de las seis naves (la 6 y la 7) hasta su cota original, con la recuperación del lienzo de la muralla almohade, el traslado de la escalera, o el cambio en la manera de reforzar los cimientos.
La comisión de seguimiento creada entonces daba el visto bueno, un año después, al proyecto básico con las modificaciones que tenían que trasladarse posteriormente al documento final de intervención. Ya entonces se puso de manifiesto que el presupuesto de la obra, debido a las modificaciones, se incrementaba, pero la Caixa mantenía el compromiso de aportar los 10,8 millones de euros, mientras que la consejería de Cultura asumiría el coste de las excavaciones arqueológica, unos tres millones, bien mediante presupuestos propios o buscando otro tipo de financiación. El Ayuntamiento también se comprometían entonces a agilizar los plazos para la concesión de la licencia con vistas a que el astillero pudiera estar listo en el año 2022 para ser sede principal de la conmemoración del V centenario de la Primera Vuelta al Mundo de Magallanes y Elcano.
Tras el acuerdo de 2018, cuando parecía ya todo solucionado, el argumento de esta película de suspense, dio un nuevo giro dramático. Adepa denunciaba que el proyecto básico que se les entregó en julio de 2019, para su estudio, no recogía los acuerdos y consideraciones alcanzados en diciembre de 2017 y ratificados un año después. En ese momento, ya se encontraba al mando de la Consejería de Fomento y Patrimonio Histórico el actual equipo. Sólo unos días antes, la consejera, Patricia del Pozo, ratificó su compromiso con el proyecto, y la disposición del dinero.
Estas palabras de la consejera no tranquilizaron a Adepa que volvió a denunciar la falta de transparencia, la ausencia de noticias y cierto desinterés por llevar a buen puerto la rehabilitación. Como respuesta, la Junta insistió en noviembre de 2019 en que el proyecto respondería a todo lo acordado con la asociación. Entremedias, la Junta y la Caixa habían rubricado un acuerdo para el desarrollo de la concesión y ejecución del nuevo proyecto cultural en las Atarazanas, en el que se advertía que el presupuesto total se había elevado a 13,1 millones. En ese mismo documento, las partes se comprometían a que la cantidad final se acercaría lo máximo posible a los 10,8 millones iniciales y que, de no ser posible, se dejaría de ejecutar, de común acuerdo, alguna de la partidas previstas. Entre ellas, se citaban como ejemplos la instalación de mobiliario o la tienda. Como otras soluciones para ajustar el presupuesto, se establecían las opciones de estudiar que la fundación Cajasol pudiera hacerse cargo de una parte del presupuesto en una segunda fase de concesión; o la búsqueda de cualquier otro tipo de financiación.
Tras la advertencia de Adepa de llevar de nuevo el asunto a los tribunales, durante este verano se han retomado los contactos para ver cómo se puede sacar adelante ahora un proyecto al que la crisis económica provocada por el coronavirus le ha afectado. En esta línea iban las declaraciones de la consejera de la pasada semana, que sorprendieron a las partes interesadas porque se estaba trabajando en ello con discreción.
Durante los últimos meses se ha intensificado el contacto para concretar el proyecto de recuperación, interrumpido por la pandemia, pero retomado desde junio. Actualmente se trabaja intensamente en las últimas revisiones y actualizaciones del proyecto arquitectónico y, sobre todo, en la búsqueda de financiación. Adepa ha negado esta misma semana que ese sobrecoste sea provocado por su exigencia de realizar las excavaciones arqueológicas, ya que estas estaban previstas y presupuestadas en los acuerdos de 2017 y 2018. La asociación niega categóricamente que sean ellos los causantes del retraso.
En la última reunión de la comisión de seguimiento, celebrada el pasado 27 de agosto, la Junta se comprometió a presentar el proyecto definitivo y el presupuesto final antes de que acabe septiembre. Así lo desea Adepa, que espera que la administración autonómica no le falle por tercera vez.
Si todo va bien y ni hay otro giro inesperado de los acontecimientos, la licitación de la obra podría salir en los próximos meses. Sevilla no puede esperar más para recuperar esta joya sin parangón en todo mundo, una edificación única de su tipo en toda la Península. El más antiguo astillero, el mejor conservado y el de mayor tamaño. Casi tres décadas llevan las administraciones en deuda con las Reales Atarazanas alfonsíes.
Ya es hora de que se cumpla lo pactado y que Sevilla y sus ciudadanos puedan disfrutar de su patrimonio. Bien está lo que bien acaba.
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