La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La lección de Manu Sánchez
Un total de 43 municipios de Sevilla –entre ellos, la capital, Dos Hermanas y Alcalá de Guadaíra– que presentan riesgo alto o moderado o son “áreas afectadas” por cercanía a donde ha habido transmisión del Virus del Nilo Occidental (VNO) tendrán que elaborar y poner en marcha este año planes municipales de vigilancia y control vectorial de mosquitos.
El objetivo es evitar que la población de estos insectos –que si están infectados transmiten el virus a humanos a través de la picadura– se dispare en sus términos y hacer seguimiento de las especies y de la circulación de virus en las mismas, sobre todo en el periodo de mayor riesgo, en el que ya se está inmerso, de marzo a noviembre.
Se trata de una de las medidas que la Junta incluyó en el Programa de Vigilancia y Control Integral de Vectores por la Fiebre del Nilo Occidental, publicado en el BOJA el pasado 9 de marzo, y con el que se pretenden prevenir o afrontar de forma más eficaz nuevos brotes de esta enfermedad, que es emergente en Europa, aunque nunca antes se había registrado una incidencia en humanos tan alta como la del verano pasado en el entorno del Valle del Guadalquivir, lo que hizo saltar todas las alarmas. Entre los mosquitos que pueden transmitirlo, están los del género Cúlex, común en Andalucía.
Según los niveles de riesgo que se han elaborado por el comité de expertos que se creó y teniendo cuenta distintos factores, hay hasta 25 municipios de la provincia de Sevilla -de esos 43 a los que se les exigen planes locales- que están dentro de un nivel 4, el más alto antes de la aparición de un brote.
Son “áreas de riesgo grave de transmisión” porque ya se produjo algún caso en humanos el año anterior o lo hubo en caballos dentro en el casco urbano o en un radio de 1,5 kilómetros; o bien el virus se detectó en mosquitos.
Ecologistas en Acción Sevilla ha insistido en que la mejor fórmula para el control de plagas sigue siendo la biodiversidad: favorecer la presencia de predadores que ayuden al equilibrio. Con ese objetivo, lanzó a principios de abril un vídeo, a la vez que recuerda que “no todo vale en ese control” y que el uso de determinadas sustancias plaguicidas puede tener efecto rebote y generar más problemas que soluciones a largo plazo.
“Favorecer la presencia de predadores de las plagas como murciélagos y aves insectívoras : golondrinas, aviones , vencejos, carboneros, herrerillos..., contribuye a mantener niveles aceptables de mosquitos, larvas y polillas. Y si el entorno está deteriorado, como suele ocurrir en áreas urbanas y de agricultura intensiva, más vale echarles una mano facilitando lugares de reproducción y descanso como son las cajas nido para insectívoras o las de refugio de murciélagos”, defiende.
Como ejemplo, pone la iniciativa de Paco Volante que mediante la colocación y seguimiento de cajas nido en el Camping Doñana, ha conseguido controlar la población de mosquitos y procesionaria, evitando fumigaciones innecesarias.
En Coria también se están incorporando estas cajas refugio para murciélagos. Ecologistas cree que extender esta práctica a todos los pueblos de la marisma arrocera será una de las medidas preventivas más “atinadas, baratas y eficientes que se deben adoptar”. Ello, “sin menoscabo de actuaciones de seguimiento y control de las larvas de mosquito, que por su ubicación en espacios muy artificiales como los imbornales, hacen difícil que la lucha biológica consiga su objetivo”. También aboga por emplear en esos casos sustancia activas específicas y de bajo impacto sobre el ambiente como el Bt, “huyendo de otros plaguicidas de síntesis como los que se vienen utilizando, de gran impacto sobre el medio acuático, que eliminan fauna beneficiosa”.
En esa lista es en la que están Coria y La Puebla del Río, a los que se vinculó un mayor número de casos en 2020, y otras zonas de marisma, como Las Cabezas de San Juan, Lebrija o Los Palacios y Villafranca.
Pero también están en ese nivel la propia ciudad de Sevilla, Dos Hermanas y Alcalá de Guadaíra. Asimismo, arrancan con un nivel de riesgo alto núcleos del Aljarafe como Almensilla, Benacazón, Bollullos de la Mitación, Bormujos, Camas, Castilleja de la Cuesta, Gelves, Mairena del Aljarafe, Pilas y Sanlúcar la Mayor.
En otras comarcas, también tienen riesgo grave Carmona, Castilblanco de los Arroyos, Coripe, La Puebla de Cazalla, Mairena del Alcor, Montellano y Morón, según datos aportados por la propia Consejería de Salud y Familias.
Con nivel 3 o “riesgo moderado”, deben elaborar estos planes municipales de control de mosquitos los ayuntamientos de Utrera, Écija y El Coronil. En este nivel se han incluido los municipios en los que no hubo casos humanos la temporada pasada, pero sí se detectó el virus en mosquitos, en aves o caballos en explotaciones a menos de kilómetro y medio del caso urbano.
Con nivel 2 o “área de riesgo bajo”, deben hacer planes municipales de control de mosquitos los ayuntamientos Aznalcázar, Isla Mayor y Huévar, también en el Aljarafe, además de Alcolea del Río, Almadén de la Plata, Cantillana, El Cuervo, El Pedroso, Gerena, Guillena, La Campana, La Luisiana, Marchena y Paradas. En éstos, hace más de dos temporadas que no hay evidencia de circulación del virus en mosquitos, aves salvajes o en caballos ni en humanos.
Con nivel muy bajo de riesgo porque no hay circulación histórica del Virus del Nilo Occidental pero sí condiciones ecológicas para que lo haga, también tendrá que elaborar ese plan de control del Ayuntamiento de Villamanrique, como “área predispuesta”, en el nivel 1 de la clasificación.
Los ayuntamientos deben presentar estos planes ante la Delegación Territorial de la Consejería de Salud y Familias, que les dará visto bueno. La Junta ha esgrimido las competencias municipales en control de plagas, que incluyen a los mosquitos, para defender el papel que la administración local debe asumir en coordinación con otras administraciones y organismos públicos y científicos en de este plan contra el VNO.
No obstante, sobre todo los ayuntamientos más afectados o los que tienen áreas de arrozales y marisma o muchos humedales, han defendido que es la Junta debe asumir el grueso de ese trabajo, teniendo en cuenta que todo puede derivar en un problema de salud pública y es un trabajo que debe abarcar también áreas rurales de riesgo.
Los planes municipales, que muchos ayuntamientos están elaborado y Coria ha entregado, por ejemplo, deben abarcar todo el término municipal, con cuatro patas: una justificación, un diagnóstico, un programa de actuaciones y una evaluación, identificando el nivel de riesgo en cada momento para que, si aumenta, intensificar la vigilancia y la comunicación con la población para que tome medidas preventivas. Según se especifica en el Programa de Vigilancia y Control Integral de Vectores, el objetivo de la fase de diagnóstico es conocer qué tipo de mosquitos hay, su distribución y concentración y si pueden portar virus, buscando sobre todo los del género Cúlex: Culex pipiens, Culex modustus y Culex perexiguus.
Se deberán tomar muestras periódicas; localizar los refugios de hembras invernantes y los refugios de agua que pueden ser focos de crías de larvas. Habrá que inspeccionar, por ejemplo, lagos, fuentes, huertos o instalaciones como campos de golf o puertos, pero también imbornales o canalones obstruidos de los edificios. Del mismo modo, habrá que hacerlo con los refugios habituales de esos mosquitos cuando son adultos: zonas verdes y sombrías.
No escaparán a estas inspecciones –y de ahí las quejas de los ayuntamientos por lo que deben abarcar– arrozales y otras zonas de marisma, en las que se deberá contactar en su caso con el propietario para poder entrar y evaluarlas. En el plan, se recuerda que la normativa sanitaria fija que los titulares de actividades causantes de estancamiento de aguas y de falta de condiciones que pudieran causar la proliferación de insectos nocivos para la salud serán los responsables de aplicar las medidas correctoras.
Con lo recopilado, los ayuntamientos deberán hacer un análisis, con cartografía y mapas. El programa de actuación –la tercera pata de estos documentos que ya van tarde con una primavera que avanza– es el conjunto de medidas y estrategias, secuenciadas en el tiempo, para que la población de esas “especies nocivas” se mantengan por debajo del “umbral de tolerancia preestablecido”. Cualquier tratamiento, debe ser “proporcional” al análisis. Es decir, ir contra los mosquitos debe estar justificado por la aparición de algún caso de VNO o que haya vectores que puedan transmitirlo, no generalizado.
El plan aboga por métodos de “control cultural” en el campo, concienciando a propietarios de diseminados y explotaciones de cómo pueden evitar los focos de larvas y otras medidas preventivas en equipamientos urbanos, facilitando la circulación del agua en fuentes o cambiando el diseño de determinados equipamientos públicos, como imbornales. Y apuesta preferentemente por los tratamientos en fase larvaria, biológicos. Los tratamientos contra los mosquitos adultos son menos eficaces y deben ser excepcionales de alta infestación en medios muy localizados y elevada incidencia sobre núcleos urbanos, en los que no pueda acceder a los focos de cría larvarios. También se deben describir los biocidas que se van a utilizar en esos casos, siempre a cargo de empresas autorizadas.
La cuarta y última pata de los planes municipales de control de mosquitos es la evaluación o seguimiento para comprobar su eficacia.
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