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Un disparo en la barbilla y dos cartas de despedida

Antonio Susillo en su estudio. / D. S.

La muerte de Susillo tuvo un gran eco en la prensa del momento. Los periódicos la relataron con detalle, aunque posteriormente se ha trasmitido envuelta en la leyenda, algo que ha acompañado al artista desde siempre. Fruto de estas ensoñaciones ha llegado a darse como cierto que el escultor se quitó la vida atormentado por un supuesto fallo cometido en una de sus obras más emblemáticas: el Cristo de las Mieles. Pero la historia, los documentos, los testimonios y la propia capacidad de Susillo, desmontan esta fábula.

El periódico nacional La Época se hacía eco de su muerte en su edición del jueves 24 de diciembre. Para contarlo se refería a las informaciones recogidas en El Noticiero Sevillano. “El Sr. Susillo salió en el tren correo de la mañana, apeándose en el Empalme. Cuando arrancó el tren, varias personas que iban asomadas a las ventanillas, entre ellas una pareja de la Guardia Civil de servicio, vieron que, como a un kilómetro de distancia de la estación y en dirección al encerradero de reses bravas, un hombre, vestido de negro, sacaba una pistola del bolsillo del pantalón y con la mano izquierda se apuntaba debajo de la barba, inmediatamente sonó el disparo, viéndose caer al suicida”. El periódico añade que los agentes de la Guardia Civil dispararon al aire sus fusiles, deteniéndose el tren en ese instante. Los agentes bajaron del convoy y sólo pudieron certificar la muerte de Susillo. Uno de los Guardias Civiles acudió rápidamente a la estación del Empalme para escribir el parte de la ocurrencia, quedándose el otro custodiando el cadáver.

La mascarilla sacada del rostro de Antonio Susillo tras su muerte que conserva la Hermandad de la Amargura. / Juan Carlos Muñoz

Cuando en Sevilla se supo lo ocurrido, el juez del distrito Magdalena, Sr. Fernández Anaya, salió en el tren expreso para el Empalme, buscando identificar el cadáver a los pocos momentos de su llegada. El periódico detalla que en un bolsillo de la americana el juez encontró dos tarjetas. Una de ellas decía así: “Al juez. Me mato yo. Mi única heredera es mi mujer. María Luisa Huellín. Antonio Susillo”. La otra misiva del estaba dirigida a su esposa y es era concisa también: “Perdóname, María de mi alma. Me mato porque me he convencido de que mi carrera es insuficiente para ganarse la vida. Adiós, mi vida. Antonio”. “La viuda del notable artista, que es una hermosa malagueña, perteneciente a distinguida familia, está inconsolable”, añadía la noticia.

El Noticiero Sevillano señala en su información que desde hacía algún tiempo, se venía notando una transformación en el carácter del artista, un hecho que hizo suponer a su familia se trataba de alguna enfermedad, no extraña en un hombre dedicado exclusivamente al trabajo. “Antonio Susillo tenia que percibir todavía una respetable cantidad por su monumento a Colón para el Parque central de la Habana. Recientemente había terminado un bajo relieve representando la fábula de El fraile y el tamborilero, cuyo importe le debía ser entregado uno de estos días. También había terminado algunas otras obras, producto de su incansable actividad y que le habrían de producir bastantes ganancias”.

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