Plazas de Sevilla: una dolorosa transformación y pérdida de identidad
La Alameda, San Lorenzo, la Gavidia o San Andrés se han alterado en los últimos años
La amenaza se cierne ahora con la Magdalena o San Leandro, que perderán su condición de plaza-salón
Una pérdida de identidad y una homogeneización preocupante. Las plazas de Sevilla están sufriendo una transformación importante en lo que va de siglo que ha deparado que pierdan sus características marcadas, fundamentalmente, desde el siglo XIX, sino antes. Las obras que se acometen en la trama urbana conllevan unas intervenciones en estos espacios tan singulares que ha desembocado, en la mayoría de los casos, la sustitución de sus solerías características por grises y monótonas losas de granito y la implantación de la plataforma única, que altera de manera importante los valores y la percepción del espacio. Estas transformaciones se remontan a principios del siglo XXI y han sido acometidas por la distintas corporaciones municipales, independientemente de su signo político. Desde la propia Alameda de Hércules, que fue el primer jardín público de Europa, hoy irreconocible; a San Lorenzo, la Encarnación, la Gavidia o San Andrés. Todas han sufrido importantes alteraciones. Este cambio radical amenaza ahora a las plazas de la Magdalena, San Leandro, o la Concordia.
Las plazas sevillanas son una herencia directa del siglo XIX creadas en su mayoría por el arquitecto Balbino Marrón y que se mantiene y potencia en la etapa regionalista. La Sevilla musulmana no tenía el concepto de plaza de la actualidad. Estos espacios eran interiores, aunque solía existir una zona abierta en la casa del gobernador. Tras la Reconquista se produce una evolución en el caserío y la trama urbana. Cuando las mezquitas se convierten en iglesias se suele acompañar la transformación con la creación de un terreno anexo que sirve como liugar de enterramientos. Muchas plazas tienen ahí su origen, como la del Salvador, donde se encontraron recientemente restos durante unas obras. Eran espacios sin árboles ni vegetación. Otra que sirvió de cementerio fue la de Teresa Enríquez, pegada a San Vicente.
También se crea otro tipo de plazas delante de los palacios. En este caso, tenían una función más militar para formación de las tropas o como picadero de caballos. El ejemplo más notable es el Patio de Banderas del Real Alcázar, que también ha sido alterada con la pérdida de la fuentes y que debería dotarse de mobiliario urbano. Otra podría ser la actual Ponce de León, que estaba completamente cerrada al no tener finalidad de uso comunal.
Ya en el siglo XVI, se ordena la construcción de la nueva Casa Consistorial. Se amplía la zona hacia el convento Casa Grande de San Francisco y surge la que sigue siendo hoy plaza principal de la ciudad, la de San Francisco. Allí se celebran corridas de toros, fiestas, ejecuciones públicas... En esta misma época surge la plaza de recreo. El Conde de Barajas deseca la Alameda de Hércules y la convierte en un paseo con albero, fuentes, árboles, zona de paseo e instala allí los monumentos conmemorativos que aún se conservan con las columnas romanas de la calle Mármoles. Los sevillanos solían acudir en tropel. Sobre todo en las épocas de calor. La Alameda hoy es un paseo que ha perdido todos aquellos valores con los que fue concebida y presenta una estética, cuanto menos, de dudoso gusto.
En el siglo XVII se mantienen estos dos grandes conceptos para evolucionar en el XVIII y XIX. Esa zona popular creada con la Alameda se extiende a otras zonas de Sevilla, como el Paseo de las Delicias o los Jardines de Murillo, conocidos en la segunda mitad del XIX como Paseo de los Lutos. Son los franceses los que deciden que los enterramientos deben salir de las plazas. Ya Carlos III había dado un paso cuando los prohibió, pero el paso definitivo se produce en 1800 cuando una epidemia de cólera obligó a encalar las iglesia, tapándose buena parte de las pinturas murales que las decoraban. Se crean entonces dos grandes cementerios en la ciudad: en el Prado y en Triana. En las plazas se suele instalar un crucero y se dejan con suelo terrizo. Los franceses destruyen la antigua parroquia de Santa Cruz para crear la plaza actual, aunque no les dio tiempo a urbanizarla en su totalidad. En la Magdalena sucede lo mismo y en la Encarnación, con el derribo del convento, se crean un mercado y la plaza próxima a Puente y Pellón.
Es la segunda mitad del siglo XIX cuando con el arquitecto Balbino Marrón desarrolla la idea de la plaza de salón elevada. La primera en crearse tras derribarse el convento de San Francisco es la Plaza Nueva, un espacio elevado con arboleda que es utilizada por los ciudadanos como lugar de disfrute y esparcimiento. Los árboles, el agua y las fuentes para combatir el calor eran su premisas. Hoy está rodeada tambiñen por una solería gris de granito que iguala los perfiles y le resta personalidad y elegancia. Así fueron construidas también las plazas del Salvador o San Lorenzo. Ponce de León se agranda, se ponen pérgolas y se abre la calle Almirante Apodaca que la une con San Pedro (Cristo de Burgos), uno de los pocas de salón que se mantiene.
Los arquitectos del regionalismo, fundamentalmente, Talavera Heredia, potencian este tipo de plaza-salón que veían ideal para la ciudad por su características y por sus valores patrimoniales. Talavera diseña la de Doña Elvira, hoy alterada y un tanto degradada o la de la Alianza. La Puerta de Jerez también era un bello ejemplo de plaza de salón y surge una de la más bellas con motivo de la Expo del 29: la Plaza de América, que cuenta con árboles, estanques, jardines y bellos edificios.
Así se llega al siglo XX. “En la segunda mitad del siglo XX una generación de arquitectos se empeñan en imitar todo lo exterior y importan su visión de Suiza, Finlandia, Dinamarca, Alemania... con un clima y unas condiciones tan distintas a las nuestras. Eso lo llevan a las viviendas y al urbanismo. Ahí están todos los ejemplos de plazas duras y transformaciones hechas”, lamenta Joaquín Egea, presidente de Adepa.
A la transformación profunda de la Alameda se une la que experimentó San Lorenzo, otro de los ejemplos más bellos de plaza de salón. Esta característica se perdió con la instalación de una nueva solería de granito en los bordes para lograr una plataforma única. La solería de granito agravó, además, los problemas de humedad en el interior del templo, ya que no deja evaporar el agua. Para colmo, este mismo año se han sustituido los grandes plátanos de sombra que también resultaron dañados en aquella obra tan desafortunada.
La Plaza de la Gavidia es otra que ha perdido dos de sus lados. Primero, con la excusa de la peatonalización, se extendió su extremo norte a iniciativa de un hostelero. Hoy está ocupado por veladores. Este mismo año se ha ampliado el lado oeste como consecuencia de la peatonalización de la calle Baños. La creación de un eje peatonal entre este lugar y la Encarnación conllevará nuevas transformaciones en ste bello enclave presidido por el monunento a Daoíz.
Recientemente se ha anunciado la reurbanización de la plaza de San Leandro, que lucirá con plataforma única y sin plazas de aparcamientos, algo que sí es de valorar, pero eliminándose el salón actual. La Gerencia de Urbanismo presentó a residentes y asociaciones del barrio una reurbanización que busca generar un espacio más habitable, sostenible y accesible. Todo nace de la petición realizada por los vecinos en la junta de distrito, que trasladó esa demanda al gobierno socialista. En las recreaciones dadas a conocer el granito gris vuelve a ser la estrella invitada, así como todo un ejército de marmolillos tipo cigarrillo.
Otra plaza que perderá para siempre su belleza, a pesar de la falta de cuidados y mantenimiento, es la de la Magdalena. La presión de las asociaciones patrimonialistas, fundamentalmente Adepa, parece que ha deparado que el Ayuntamiento se plantee mantener algunos de los elementos actuales, como farolas, losas de Tarifa el pavimento de chinos lavados, y algunos adoquines de Gerena, al menos en puntos concretos. Por supuesto, la fuente del XVIII permanecerá en su lugar. Muchos llevan tiempo advirtiendo que se va a crear otra plaza dura a base granito gris sin personalidad y muy alejada de lo que debería ser. “Con la excusa de la plataforma única se elimina la plaza salón, que sería perfectamente compatible creando unas rampas. Al final otra vez vamos a barrios de diseño. ¿Por qué hay que romper siempre con la estética tradicional? Se podría mantener perfectamente. No se va a conservar la plaza de salón, desgraciadamente, pero por lo menos que haya árboles y vegetación, sombra y agua”, advierte Egea.
Por su parte, la venta de la antigua comisaría de la Gavidia conlleva aparejado un proyecto de reurbanización de la zona que afectará a la Plaza de la Concordia, un espacios con una gran fuente e hileras de naranjos que recuerdan a los grandes patios islámicos con canales de agua en el piso para su riego. Todo el conjunto está en unas condiciones de conservación muy mejorables, pero se debería apostar por restaurar y mantener, en lugar de otra transformación que conlleve otra pérdida de identidad.
Además de los controvertidos diseños, en los que no se tienen en cuenta los valores patrimoniales de los enclaves, la elección de los materiales, fundamentalmente los pavimentos, también queda en entredicho. La arquitecto Lola Robador, catedrática de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la Universidad de Sevilla, es una apasionada de la luz y los colores de Sevilla y advierte cómo se están alterando en los últimos años: “La ciudad está cambiando. El pavimento condiciona mucho el espacio. Su diseño, color y textura contribuyen a hacer más amable y alegre los espacios, a dar calidez y crear esa luminosidad tan característica de esta ciudad. Hay que cuidar mucho la elección. Los pavimentos grises oscurecen el espacio público, son monótonamente aburridos, sin identidad con la ciudad, con los materiales con los cuales ha sido construida”.
La arquitecto destaca como los pavimentos contribuyen a configurar el carácter del espacio público. También señala que están dedicados a la contemplación, al pensamiento y a provocar la emoción: “En su cuidado se percibe la sensibilidad con la ciudad. En lugares como Sevilla, con su riqueza histórica y patrimonial resulta fundamental para seguir haciendo ciudad con toda la dignidad que merece”.
Destaca la sensibilidad y buen gusto que desarrollan, por ejemplo en Portugal, donde cualquier pueblo tiene unos pavimentos característicos y cuidados: “Proyectar un pavimento tiene su propia lógica. La historia nos ha legado ejemplos de la búsqueda y descubrimiento de las claves para espacios concretos, así lo vemos en la Piazza del Campidoglio en Roma de Miguel Ángel o en el sendero de acceso a la Acrópolis de Atenas proyectado por Dimitris Pikionis, equilibrio entre la tradición clásica y la modernidad, pavimentos que responden con talento a las claves del lugar, donde la ciudad de ayer y de hoy quedaron en su momento enlazadas, proyectadas al futuro”.
Por su parte, Rafael Llácer, geógrafo, arquitecto técnico y profesor de la Universidad de Sevilla, señala que la protección de los Conjuntos Históricos obliga a que las intervenciones en sus espacios públicos se lleven a cabo “con coherencia a los valores culturales que poseen y que han ido aglutinando a lo largo del tiempo”. En ese sentido, la Gerencia de Urbanismo de Sevilla introdujo en su momento en el PGOU un “acertado” Catálogo de Espacios Públicos protegidos en el Conjunto Histórico de Sevilla, formado por 40 Enclaves y 13 secuencias. “Ámbitos espaciales unitarios y espacios urbanos lineales seleccionados por sus valores culturales quedaron de esta manera identificados y estudiados y en los que hay que subrayar de sus fichas individuales el apartado ‘Directrices de ordenación y protección”.
El profesor advierte que compaginar el cumplimiento de aspectos técnicos –como puede ser la variada normativa de accesibilidad– sin desvirtuar los valores culturales del espacio a reurbanizar, a veces, es difícil y conduce al cumplimiento exhaustivo y frío de la norma sin más. “Esto unido a la corriente de globalización y banalización que sin darnos cuenta nos invade, produce en algunas ocasiones una paulatina despersonalización de las calles y plazas de nuestra ciudad”.
Poniendo sólo el foco de atención en la reordenación y la pavimentación -vegetación, dotaciones y mobiliario merece una reflexión aparte-, el elemento de más repercusión paisajística en el tratamiento de un espacio público es sin duda la pavimentación, advierte: "Textura, color, permanencia de oficio… son algunos de los muchos aspectos que transmiten los pavimentos tradicionales de los núcleos históricos urbanos y Sevilla está modificando sus pavimentos tradicionales, abandonando por ejemplo el variado colorido del personalísimo adoquinado de Gerena".
Por ello, tanto en el elemento pavimento como con otros componentes formalizadores del paisaje urbano del casco histórico, incide en que las diferentes administraciones tutelares (local y autonómica) "deben poner su foco de atención en relación con el cumplimiento de las normativas que ellas mismas establecen y, a su vez, los proyectos de reurbanización plantear mejoras de forma creativa e inteligente, pero sin olvidar los valores que posee nuestro importante Conjunto Histórico. Técnicos y Administración tienen la obligación de regular e intervenir dentro de ese obligado equilibrio".
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