El parqué
Álvaro Romero
Descensos moderados
Hace pocos días que el doctor en Biología don Tomás García Rodríguez publicaba en estas mismas páginas un documentado artículo sobre Los magnolios de la Magdalena. En él se glosaban las cualidades y características de tales árboles, hoy presentes en dicha plaza de nuestro centro histórico, espacio sobre el que pende la “amenaza” de una inmediata transformación. Finalizaba su oportuno artículo rogando que la musa Calíope “inspirase a los urbanistas” encargados de aquella tarea. Mucho me temo que no sean suficientes tales inspiraciones y que se hagan precisas actuaciones de muy distinto tipo.
Durante mayo del pasado año nuestro alcalde, acompañado por el consejero delegado de la empresa promotora de los hoteles que hoy se proyectan en ese enclave, presentaron lo que denominaron “proyecto de reordenación urbana” de la citada plaza. Durante el acto resultó evidente el poco aprecio que los oradores mostraban por la plaza actual a la que calificaron, entre otros adjetivos, como “desordenada y poco habitable”.
Permítaseme aquí apuntar algo sobre su historia y sus circunstancias.
Como tal, la plaza se inauguró en 1844, sobre el solar de la primitiva parroquia, derribada en 1810 durante la administración napoleónica, según el proyecto ilustrado del arquitecto municipal J. Manuel Caballero que planteó una doble hilera de árboles, en disposición elíptica, en torno de la fuente central. Es uno de los ya muy escasos ejemplos de plazas-salón decimonónicas que sobreviven porque, desgraciadamente, estos espacios históricos han sido transformados y desfigurados cuando no eliminados totalmente, de nuestro centro urbano. Pero es que además este espacio histórico está catalogado en el planeamiento de protección vigente y, como tal, se encuentra protegido frente a transformaciones caprichosas o poco fundamentadas.
En efecto, actualmente esta plaza está catalogada como Espacio Público Protegido en el Plan Especial del Sector 8.4 Magdalena. Según la correspondiente ficha patrimonial la fuente procede del patio de la Casa Grande de la Misericordia y el pavimento está conformado por el tradicional enchinado, con encintados de losas de Tarifa. La ficha patrimonial además la define como “plaza arbolada” y así debe mantenerse. Para ello establece como elementos a proteger en especial la “configuración actual de la plaza, la vegetación (tanto el arbolado como los setos) y la fuente central”.
En las imágenes del nuevo proyecto que entonces se divulgaron han desaparecido totalmente los setos y el arbolado aparece mucho más espaciado que en la actualidad, lo que supone que se pretende su sustitución o su trasplante. En vez de las pequeñas y tradicionales losas de tarifa, que hoy permanecen aquí en número cercano al millar y, dado que la cantera está agotada supone un patrimonio valiosísimo, se proyectan grandes losas de granito. Todo esto, unido a la pérdida de vegetación y de arbolado habrá de transformar una pequeña plaza-salón decimonónica en una nueva e impersonal plaza dura.
Llevar esto a cabo supondría el incumplimiento del PGOU de la ciudad y de su Plan Especial de Protección del Sector 8.4 Magdalena o, como mínimo la modificación puntual de los mismos instrumentos urbanísticos, así como de la ficha patrimonial de la plaza. Pero más allá de trámites y procedimientos administrativos hay que considerar a los ciudadanos, su “derecho a la ciudad”: no son ya los tiempos en los que se decidía sobre Sevilla, sus espacios y su historia en determinados despachos alejados de la calle y de la gente. La ciudadanía ha de conocer en detalle lo que se proyecta sobre la ciudad y las razones que lo justifican. Por todo ello reclamamos que se retire el presente proyecto por contrario a la normativa vigente y por suponer un atentado a un espacio histórico de la ciudad y que se abra un período de debate y participación ciudadana sobre la ordenación de este espacio con un plazo de información pública amplio y suficiente para su estudio y consideración públicos.
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