La ventana
Luis Carlos Peris
Reventa y colas para la traca final
La cuenta atrás ya se ha activado. Después de décadas de olvido, la Muralla de la Macarena afronta el futuro con un proyecto ambicioso y cuyo fin último sería la apertura al público de este patrimonio que, pese a estar declarado Bien de Interés Cultural (BIC), sigue infrautilizado y ajeno a los circuitos culturales y turísticos de la ciudad.
El primer paso se ha dado esta semana con la licitación de las obras de restauración que también garantizarán el mantenimiento y conservación de una construcción que acusa el paso del tiempo, una degradación que es necesario frenar. No es la primera intervención, pues ya se hicieron otras a mediados de los años 80, a cargo de José García Tapial y José María Cabeza, y, de hecho, la última actuación significativa es del año 2008. Las patologías de la muralla se han ido estudiando a lo largo de los últimos cuarenta años y es ahora cuando parece que hay una voluntad política firme para invertir en el mantenimiento de esta patrimonio histórico, clave para diversificar también el turismo y ayudar a distribuir los flujos de visitantes.
Acometer las tareas de restauración y consolidación de las tapias de hormigón de cal de la muralla no es fácil. Son restos de origen islámico, aunque ¡, sin entrar en la polémica, su datación exacta es discutida porque no todos los especialistas aseguran que sean almohades (a partir de la segunda mitad del siglo XII), otros apuntan a que en esa época se amplió una cerca que ya era almorávide. Y están expuestos a la intemperie lo que no favorece la conservación de una construcción con tierra y sobre la que se ha intervenido también en distintos momentos de la historia.
La actual fase de actuación, que se pretende adjudicar e iniciar después del verano, si la crisis por coronavirus no obliga a alterar los plazos, durará doce meses y cuenta con un presupuesto de 920.172,21 euros repartidos entre este año y el siguiente. La financiación viene facilitada por el Programa estatal 1,5% Cultural que subvencionará el 43% de las obras.
Lo primero será intervenir en las patalogías que presenta la muralla. Se ha previsto un tratamiento herbicida fungicida, combinado con métodos mecánicos, que permitirá retirara el detritus biológico de los lienzos. El biodeterioro se ocasiona por la existencia de hongos, líquenes y flora parasitaria en las estructuras y resquicios en las paredes exteriores de la muralla, sobre todo, en las zonas de sombra y con humedad ambiental. También hay una agresión ocasionada por las deposiciones de palomas que anidan en las oquedades existentes, que serán selladas.
La limpieza de la muralla es una necesidad estética pero, sobre todo, de conservación, pues al retirar la suciedad se liberará a la superficie de muchas de las causas que originan su degradación. Igualmente, se procederá al desbroce general de la abundante flora parasitaria que ha enraizado en el paso de ronda. Se va a utilizar un tratamiento de sales solubles en la muralla intramuros y en zonas con fisuras del paso de ronda y muralla.
Las fisuras, una vez limpias, se rellenarán con una inyección de lechada de cal hidráulica con carga de otros materiales. En la muralla uno de los lugares por lo que se filtra con frecuencia el agua de lluvia es por los orificios donde se alojaron las agujas de los tapiales. En los machinales que se taparon con el tiempo se han ido desprendiendo los trozos de mortero empleados que ahora se sellarán igualmente con un mortero de cal aérea en pasta con un árido similar al del hormigón existente.
Hay tres tipos d actuaciones previstas para reintegrar los materiales exteriores que se han perdido con el paso del tiempo y su elección dependerá del estado de degradación que presenten los hormigones. En cualquier caso se respetarán las características propias constructivas y formales de la técnica de la tapia. La mejor forma de restaurar la muralla es utilizar materiales y métodos similares a aquellos empleados en su origen, según detallan los técnicos. Así se actuará en lesiones existentes en las fábricas fundacionales y también otras que se observan en las intervenciones contemporáneas que se hicieron a mediados de los 80.
También se desarrollarán trabajos para consolidar los paramentos. Se aplicará silicato de etilo, un compuesto orgánico silícico que, al contacto con el aire, se transforma en una estructura reticular similar a la de la sílice, muy compatible con los componentes a consolidar y que permitirá la permeabilidad al vapor del agua, sin causar alteraciones cromáticas. Esta técnica se utilizará para los lienzos de muralla intramuros en el paso de ronda, en el parapeto, en los merlones, en los piramodones de los merlones, en los lienzos de la muralla extramuros y también en la barcacana.
El proyecto incluye una revisión de los sistemas de recogida de aguas pluviales de la liza. Y se desmontará la puerta metálica que existe en el acceso a la Torre Blanca en la calle Macarena. El objetivo es montarla de nuevo, soldada a dos placas, una vez que se construyan dos mochetas de ladrillo. Una actuación que permitirá también mejorar la seguridad de los restos.
Al margen de estas actuaciones, se prevé un plan de mantenimiento y conservación preventiva. Los trabajos técnicos realizados y los ahora previstos permitirán publicar un protocolo específico de actuación que guíe futuras intervenciones vinculadas a la muralla medieval.
De hecho, en una posterior fase, Urbanismo tiene previsto volver a intervenir en la muralla para acondicionar la conocida como Torre Blanca y la liza, con el propósito de que ambos espacios pudieran ser visitados, dentro de las posibilidades que ofrezca el monumento y sus condiciones de accesibilidad.
El primer paso antes de restaurar la muralla ha sido la elaboración de un estudio técnico para diagnosticar el estado del bien. No es la primera vez que se restaura la muralla. ¿Por qué volver a estudiarla? Los lienzos y torres están sometidos a un proceso de degradación progresivo. El nuevo estudio busca evaluar y diagnosticar los materiales empleados tanto en su construcción como en su restauración y proponer la forma de conservación y mantenimiento.
Se han realizado sondeos de un diámetro de 150 mm y una profundidad de 970 mm. Se han tomado 19 muestras , cinco para un ensayo de datación de carbono 14, además de muestras adicionales de material desprendido. Los ensayos, que han determinado la presencia de calcita, minerales arcillosos sales o silicatos, cuarzo y dolomita, ortosa, albita, moscovita o yeso , permiten a los investigadores determinar la resistencia de las tapias y las distintas técnicas o etapas en su construcción.
Y también se ha recurrido a lecturas por georradar para profundizar en el conocimiento del subsuelo, que es irregular y permite apreciar blandones, por ejemplo, ante la iglesia, que podría ser parte del antiguo foso o barcacana. Los técnicos han empleado cámaras termográficas que han permitido detectar lesiones o vicios ocultos, humedades de capilaridad y distinguir recrecidos materiales de distintas épocas. Y se han medido las vibraciones ambientales con un acelerómetro para determinar la rigidez de la edificación.
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