Ignacio Valduérteles
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Obituario
Soledad de Rojas de la Concha-Castañeda ha fallecido en Sevilla a los 96 años de edad. Mujer con unas profundas creencias religiosas, lo que no fue un obstáculo para que fuera una adelantada a su tiempo, dedicó casi toda su vida a la Orden Tercera Franciscana de Sevilla, en la que, entre otros cargos, ocupó el de ministra. Gracias a su empeño e iniciativa, consiguió salvar la capilla que se conserva en la calle Cervantes y que, en los últimos años ha ido recuperando buena parte de su patrimonio.
Nacida el 1 de enero de 1923, año en el que comenzó la Dictadura de Primo de Rivera, era hija de José de Rojas, uno de los pioneros de la aviación en España, de los que se conserva uno de sus uniformes en el museo de Tablada gracias a la donación que hizo hace apenas dos años. Sus profundas creencias religiosas la llevaron a querer ingresar en un convento, una idea que su madre se encargó de quitarle de la cabeza. "Se tuvo que conformar con recordar el día de su Primera Comunión como uno de los más felices de su vida", recuerda Joaquín Egea, presidente de Adepa que colaboró intensamente con la fallecida en los últimos años.
Mujer avanzada a su tiempo, nunca llegó a casarse pese a tener varios pretendientes. A los 30 años se inició en la práctica del tenis, llegando incluso a ser varias veces campeona de Andalucía. Eran los años 50 del pasado siglo. Una lesión hizo que cambiara la raqueta por la natación, deporte que seguía practicando a los 90 años. También fue conductora desde muy joven.
A pesar de la cómoda situación económica de la familia, trabajó durante toda su vida como asistencia social en Construcciones Aeronáuticas. Desde allí, ayudó a muchas personas. Esta generosidad ha hecho que muchas personas siguieran acudiendo habitualmente a la puerta de su casa para recibir algo de comida o una limosna.
Gracias a su trabajo, también ayudó a muchas religiosas a poner en orden sus pensiones para que pudieran obtener unos ingresos con los que vivir. Es el caso de los conventos franciscanos del Pozo Santo o Santa María de Jesús.
Desde muy joven (1937-38) perteneció a la Orden Tercera Franciscana, que primero sólo acogía a familia nobles y que ella abrió a todos los estratos sociales. "Le tocó vivir una época muy dura en los 80 y 90, cuando se pierde buena parte de la fe y la religiosidad. La orden también se viene abajo y la capilla está a punto de desaparecer", resalta Egea.
Soledad de Rojas, con el ímpetu que la caracterizaba, se puso manos a la obra, movió sus contactos y consiguió fondos, algunos aportados por ella misma, para restaurar el edificio. "La capilla le sirvió de estímulo después de su jubilación".
También perteneció a la Adoración Nocturna, a la que acudía regularmente hasta hace apenas dos años. Tampoco faltaba a su parroquia de Santa María Magdalena y al convento franciscano de San Buenaventura, colaborando activamente en muchas iniciativas.
De memoria prodigiosa y entusiasmo contagioso, una merecida placa en la capilla recuerda su labor incansable en favor de la institución y de su patrimonio, del que era celosa guardiana, y que se sigue recuperando gracias al apoyo de muchos ciudadanos comprometidos. "Gracias a ella la capilla de la Orden Tercera se ha salvado. Supo involucrar a muchas personas para que así fuera. Era un gran ejemplo para todos", subraya Egea.
El funeral por su alma se celebrará este viernes, a las 10:30, en la Parroquia de la Magdalena.
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