Ignacio Valduérteles
Hacer los deberes o Milei en las hermandades
La contemplación de las fotos antiguas siempre me produce una fuerte impresión. No puedo evitarlo, son fotos maravillosas. Pasos maravillosos, imágenes únicas. Se tomaban decisiones valientes. Ya verán a qué fotos me refiero.
¿Llegan siempre tarde? ¿Nadie se acuerda de ellas? ¿Son un complemento simplemente? ¿Cuál es el orden de las preguntas? Las respuestas están entrelazadas. Son las Glorias de nuestra tierra, las imágenes de la Madre de Dios en sus momentos de Gloria, en su Maternidad Divina, en su Concepción Inmaculada, en sus advocaciones parroquiales o conventuales o en sus hermandades filiales… También las imágenes de los Santos y Santas que han vivido el Evangelio de Cristo, el Hijo de María.
Cuando en la ciudad sobrevuela desde hace varios meses el Santo Entierro Magno, ha aparecido igualmente en el aire una Magna de Glorias. El motivo es muy claro, los 775 años de la Reconquista de la Ciudad por el Rey San Fernando. Y qué curioso, el Rey Santo entra con la Virgen de las Batallas en su regazo y entre sus regalos deja a Sevilla su Madre: La Virgen de los Reyes. Y también la Virgen de la Sede, y la Virgen de Valme en el campamento de Dos Hermanas, y tantas tan antiguas como Gracia en Carmona, Aguas Santas en Villaverde, o Consolación en Utrera. La presencia de María lo llena todo. Las Glorias de María son las primeras que entran en Sevilla.
¿Hace falta preguntarse si es necesaria una Magna de Glorias? ¿No debía haber nacido primero esta idea en el homenaje de la Ciudad al Rey Santo que ha hecho de Sevilla la tierra de María Santísima? Y tal vez nos pasa a todos, pensamos en una magna de la Virgen y diseñamos de una vez la lista de los palios más espléndidos, de nuestras Dolorosas más queridas. La Semana Santa recorre todos nuestros pensamientos y todo lo marca la poderosa semana mayor de nuestra ciudad.
Atreverse con una Magna de Glorias, o de María, es valiente. Volver a juntar, ya no en fotos en blanco y negro, sino en el color de una hermosa tarde sevillana la belleza sin igual de las imágenes de María, donde su valor artístico se acompaña de sus magníficos ajuares de siglos, las únicas que lo han preservado en su totalidad. A quienes le correspondan, piensen en un éxtasis mariano con las imágenes más bellas de la Virgen, de las que reciben culto de sus hermandades, de las que están en la Catedral, en las parroquias o en los conventos, de las que han sido Coronadas… Se imaginan la Cieguecita de Montañés o “la Sevillana” de San Buenaventura, junto con la Reina de los Santos, el Amparo, la Salud, la Alegría y el “Simpecao” del Rocío de Triana, o la Gran Madre del antiguo templo jesuita o la Paz de Santa Cruz o el Carmen de Cristóbal Ramos monumental del Santo Ángel, y las Nieves, la Luz, el Voto del Salvador o el Tránsito del Pozo Santo o cualesquiera de nuestras maravillosas Glorias Marianas, de las imágenes del Rosario, la Merced, Auxiliadora o la sevillanísima advocación de la Pastora, y la Virgen de los Reyes como la perla más preciosa. A que se lo imaginan, insuperable.
No se ofenda el lector que no encuentra entre los nombres que he puesto a su Gloria preferida o la devoción de su casa, póngala también. Pueden estar todas.
Por eso me acuerdo de las fotos en blanco y negro, de tanta valentía en escoger imágenes bellísimas de la Virgen, para recordar la fe de esta tierra. ¿Y también algunos palios? Ya lo hicieron aquellos valientes, como en la del año 1946 por el Patronazgo de la Virgen de los Reyes. En aquellos Congresos Marianos de 1929 o Semanas Mariológicas de 1982, que sacó a las Fiebres, y muchos eventos marianos más, donde salían a nuestras calles las imágenes de María únicas, bellísimas y singulares.
¿Aún piensas, estimado lector, que hay que buscar razones para organizar una Magna de Glorias en Sevilla? A la pregunta que formulábamos, la respuesta es clara. Sí, pero no como premio de consolación. Sí, pero porque le corresponde por historia y devoción. Por ser las primeras.
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