Una procesión más que justificada
La Hermandad de la Divina Pastora de Santa Marina ha elevado recientemente al Arzobispado hispalense y al Consejo General de Hermandades y Cofradías, entre otras instituciones locales como el Ayuntamiento, la posibilidad de organizarse una Magna de Glorias Marianas con motivo el próximo año 2023 del 775 aniversario de la cristianización de la ciudad de Sevilla por Fernando III, el Santo.
Sin entrar en la viabilidad ni en los detalles propios de la organización y estructura de tan singular evento, sin duda de notables beneficios espirituales, pastorales y evangelizadores para esta "mariana ciudad de Sevilla", la propuesta de la querida Hermandad de Santa Maria abunda sin duda en la ejemplar tradición mariana hispalense y sobre todo fernandina.
Es sabido que la implantación del culto mariano en Sevilla fue el resultado directo de la conquista y sobre todo de la repoblación de la ciudad y su vasto reino llevada a cabo a raíz de 1248 con la consiguiente restauración en nuestra ciudad del culto cristiano por los reyes Fernando III y su hijo Alfonso X.
Pero hay que tener en cuenta otros factores: por un lado, que los repobladores cristianos venidos del norte de Castilla -los nuevos sevillanos- restablecieron en los lugares donde se asentaron, y Sevilla no fue una excepción, el universo mental del que procedían y uno de cuyos elementos fundamentales de identificación vecinal fue siempre el de sus devociones y creencias religiosas marianas. Y por otro, que al ser la repoblación de la ciudad de Sevilla consecuencia de una política básicamente monárquica, fueron los reyes quienes tuvieron la oportunidad de difundir el culto y la devoción a determinadas advocaciones marianas, cristianizando las antiguas mezquitas a modo de templos donde se venerasen las imágenes letíficas de su fervor privado y familiar. En Sevilla, se nos dice por la Estoria de España o Primera Crónica General, que tras la conquista de la ciudad en 1248, el rey San Fernando "restauró a honra y loor de Dios y de Santa María su Madre, la sede arzobispal que estaba de hacía gran tiempo vacía y huérfana de su digno pastor" Como sucedió en Sevilla, y en todas la villas y ciudades de su vasto reino, la mezquita mayor fue convertida de inmediato en catedral o en iglesia mayor, siendo consagrada casi siempre a la Virgen María bajo la advocación de la Asunción de Nuestra Señora, una devoción muy popular entonces en toda Andalucía por iniciativa del propio rey Fernando III.
A medidos del siglo XIII el culto mariano alcanzaba en toda Europa una notable progresión, básicamente popular gracias a la labor de la nuevas órdenes religiosas mendicantes, especialmente los franciscos y dominicos. La devoción del Santo Rey por la Virgen María en sus diversas advocaciones es bien conocida y está documentada incluso en Las Cantigas de Santa María que mandara redactar su hijo Alfonso X. Pues hasta cuatro cantigas están relacionadas con milagros marianos de la vida de San Fernando y su afecto piadoso a la Virgen Santa María. Era una tradición familiar heredada de su madre la reina de Castilla doña Berenguela. Piedad que su hijo el Rey Sabio extendió y fortaleció en la ciudad de Sevilla unida siempre a la memoria santa de su padre, según se recoge ya en el libro alfonsí, escrito en el alcázar, llamado Setenario.
En este contexto de restauración del culto mariano básicamente letífico unido a la figura ejemplar de San Fernando señala el Abad Alonso Sánchez Gordillo la curiosa noticia que ya en 1248, durante el sitio de Sevilla, próximo al actual Humilladero de la Cruz del Campo existía junto a un viejo cementerio islámico una antigua mezquita llamada de "oteruelo" que el arzobispo don Remondo cristianizó por orden del monarca con el nombre de Concepción de Santa María, consagrando allí mismo una de las primeras eucaristías de la ciudad aun cercada. Porque el Sacramento de la Eucaristía fue otro de los fervores devocionales fernandinos.
Sin duda por todo ello, los conquistadores y los repobladores sevillanos tuvieron conciencia de que, por lo menos en el caso de las principales mezquitas de la ciudad, con la restauración en ellas del culto cristiano, estaban procediendo a recuperar lugares que antes habían sido en algunos casos también templos cristianos. Este proceso de restauración del culto dio lugar a una primera organización parroquial centrada en torno a las iglesias recién restauradas, cuyos nombres reflejan las devociones de los repobladores, entre ellas mayoritariamente la devoción a la Virgen María que ha llegado a nuestros días. Porque resulta llamativo que desde el siglo XIII, y de igual forma que en la ciudad de Sevilla, en el resto de las grandes ciudades de Andalucía las titulaciones de iglesias parroquiales, a las que habría que añadir numerosos templos menores, como ermitas y otros lugares de culto, es amplísima la difusión de los dedicados a la Virgen María; hasta el punto de que en todas las villas y ciudades andaluzas se le dedicó, por lo menos, una iglesia, generalmente la iglesia mayor, y, por supuesto, las catedrales a Santa María por iniciativa tanto de Feriando III como después por Alfonso X.
Por lo tanto la propuesta de la Hermandad de la Pastora de Santa María, que tuvo notable reflejo en la prensa sevillana y andaluza, no hace sino abundar en el sentido profundamente mariano que desde 1248 siempre tuvo la piedad más popular de esta ciudad, entroncado con la práctica devocional de nuestro Santo Rey Conquistador que nos reintegró, de la mano de Santa María, a la cultura cristiana, europea y occidental. Además, al margen de otras consideraciones, sería una excelente oportunidad para reafirmar en nuestra ciudad el extraordinario patrimonio de las Hermandades de Gloria y su enorme y silenciosa labor asistencial.
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