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Una obra excepcional de Domingo Martínez y Gregorio de Espinal

La decoración pictórica de la capilla del Sagrario de la parroquia de San Lorenzo se concluyó el 24 de junio de 1718, tras seis meses de trabajo.

Ruth portando la hoz y un haz de espigas. / Juan Carlos Vázquez

La capilla del Sagrario de la parroquia de San Lorenzo está atribuida a Francisco Pérez Pineda. Sus paramentos están decorados con temas relacionados con la Inmaculada Concepción, pintados por Domingo Martínez y Gregorio de Espinal. El pasado 24 de junio se cumplieron exactamente 300 años de la terminación de las pinturas. Como ha publicado recientemente Ramón Cañizares Japón, archivero e historiador de la Soledad, “el domingo 3 de julio de 1718 fue entronizado el Santísimo Sacramento en la capilla del Sagrario de San Lorenzo, una vez terminada la prolongada obra de su reconstrucción y ornato”.

La decoración de la capilla del Sagrario tuvo dos fases bien diferenciadas. En un primer momento, los hermanos encargan su realización en 1707 al pintor Francisco Pérez de Pineda. Los trabajos, como explica Cañizares Japón, “se pararon sólo unos meses después como consecuencias de problemas económicos, no siendo retomada la obra hasta una década después”. En 1717 se contacta con Domingo Martínez, el principal pintor de la época, autor de las pinturas de San Luis de los Franceses, San Telmo, o el Hospital de los Venerables, para retomar la tarea. Este “se comprometió a terminar las pinturas ‘con todo primor’ por 2.000 reales”.

Pinturas murales de la capilla del Sagrario. / Juan Carlos Vázquez

Domingo Martínez presentó los dibujos y el cabildo de hermanos aprobó encargarle su ejecución el 10 de octubre de 1717. El plazo de ejecución fijado fue de seis meses. “La figura de Domingo Martínez quedó unida desde entonces a la parroquia, las hermandades y el barrio de San Lorenzo, donde consta su residencia en el año 1729, al establecer su casa y taller en la esquina de la calle Lisos con Garbancera (actual finca nº14 de Santa Ana con Jesús del Gran Poder”, apunta Cañizares Japón. También fue alcalde de la Hermandad Sacramental y de Roca-Amador, en cuya capilla también se observan los trazos del pintor.

La capilla del Sagrario cuenta con un amplísimo, complejísimo y muy rico discurso iconográfico. Mientras que las pinturas de Pérez de Pineda en los techos del presbiterio y el crucero se centran en la temática eucarística; Domingo Martínez y Gregorio de Espinal agregan temas relacionados con la Inmaculada. “Tienen un gran calidad técnica y el discurso es una auténtica lección de teología”, señalan las restauradoras.

Las restauradoras Elena Martínez y Carmen Olivar junto al mayordomo y el hermano mayor de la Soledad, José Luis Rodríguez e Ignacio Valduérteles. / Juan Carlos Vázquez

Las pinturas han sufrido varias restauraciones a lo largo de los siglos, ninguna completa, la última en 1991 por un equipo dirigido por el profesor Arquillo. “Se redecoraba según las modas”, explica el hermano mayor de la Soledad, Ignacio Valduérteles. La hermandad ha financiado ya el 50% del coste de este importante proyecto de restauración y, como señala el hermano mayor, hay otras gestiones en marcha para captar fondos, lo que les ha permitido empezar. Valduérteles incide en la gran labor de las hermandades para mantener el patrimonio: “Es una labor oculta la que realizan para la conservación. Gracias a ello se mantiene el patrimonio artístico y sentimental”.

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