Lopera y las cofradías: una historia de fervor y devoción
En el año 1997 sufragó unas obras que evitaron un cierre prolongado de San Lorenzo.
Es fácil encontrárselo todos los viernes rezando ante el Gran Poder y el Cautivo.
El domicilio y las oficinas de Manuel Ruiz de Lopera, ubicadas en la archiconocida calle Jabugo, son un tributo a Dios y al Betis. La devoción, la afición y el amor por los colores verde y blanco se entremezclan casi a partes iguales. Un busto del Cautivo, una imagen de la Virgen de Fátima, fotografías de fútbol, cuadros de recuerdo ofrendados por diversas hermandades de toda la geografía andaluza con cariñosas dedicatorias, pinturas del Señor del Gran Poder... y la Copa del Rey que ganó el Betis en 2005, la original, según el protagonista, adornan las estancias. Lopera no quiere hablar de fútbol, tampoco es la intención de esta charla. Se trata de profundizar en su sentimiento religioso, en su vinculación con las hermandades y cofradías de Sevilla. En sus devociones. En su abnegada entrega. En el fervor que le envuelve. Es la historia de Lopera y las cofradías.
Lopera es devoto de muchas imágenes, pero hay dos que sobresalen por encima de todas. El Señor Gran Poder y el Cautivo de San Ildefonso: "Al Gran Poder no le fallo ningún viernes desde que me llevaba mi padre de la mano desde chiquitito. Voy todas las semanas. Cuando tengo un viaje inaplazable acudo el día antes. No podría decir cuándo he faltado. Con el Cautivo me pasa igual. Voy todas las semanas a rezarle". Este pasado viernes, sin ir más lejos, se le pudo ver limpiando la mano de la imagen durante el besamanos.
El Señor del Gran Poder
A Lopera se le enciende la voz cuando habla del Señor. Como si se le desgarrara el alma. Se apasiona. Se levanta y se dirige a una de las vitrinas donde lucen un sinfín de placas y trofeos. Abre un cajón y saca una caja de madera. En ella guarda como oro en paño una camisa del Gran Poder: "Está sudada por el Señor. Es la que llevó una Madrugada. Me la regaló Antonio Ríos por todas las cosas que he hecho por la hermandad". Muestra otra del Cautivo. En otra caja similar, que cubre un diploma de agradecimiento de la Parroquia de San Ildefonso, guarda los antiguos brazos del Cautivo y un trozo de la vieja peana del Gran Poder, sustituida en la restauración de 1983. Enseña estos tesoros con orgullo. En la misma sala, presidida por una larga mesa, hay una réplica de la Virgen de Fátima y un busto del Cautivo, siempre el Cautivo. "El pelo que lleva es el original suyo. Me llamaron porque estaba en mal estado. Yo le hice una peluca nueva y me regalaron esta. Ahí está".
Lopera, afirma, que hace todas estas cosas de manera desinteresada, por pura devoción. "Yo no voy a buscar a nadie. Siempre me llaman a mí". Eso le ha ocurrido, lamenta, en casi todas las tareas que ha acometido en su vida, aunque no siempre se lo han agradecido como convenientemente. Especialmente se ha volcado con el Gran Poder, sobre todo por la amistad que le une a quien fuera hermano mayor, Antonio Ríos. "Un día vino a buscarme y me dijo que la Virgen tenía el manto hecho polvo. Yo le hice uno nuevo bordado en oro, con 101 kilos. Se exhibió en la Plaza de San Francisco. Era lo mejor que se había hecho en el siglo, según decían los expertos. Luego me dice Antonio que con ese manto era una vergüenza cómo estaban los faldones. Los hacemos también. Me vienen a buscar otra vez y me dicen: 'Don Manuel tenemos otro problema que se llueve el templo y hay que poner una nueva cúpula'. Yo la pongo. Después me piden que ayude para hacer el casinillo nuevo. Luego que hay que llevar a restaurar a San Juan a Madrid... Todo". Los cuadros que enseña con satisfacción dan buena cuenta del agradecimiento de la hermandad por toda la ayuda prestada. Escrito está.
Y llegó el año 2005, cuando el Betis ganó la Copa del Rey. "Yo le había prometido a mi Gran Poder, al que no le fallo ninguna semana desde que me llevaba mi padre, que le iba a llevar la copa, que está ahí. Es ésa". El Betis gana la copa. Lopera no ceja en su empeño de llevar el trofeo ante el Señor. Se fue en busca del cardenal Amigo, que le puso todas las facilidades para que la ofrende al Gran Poder fuera una realidad, e incluso le acompaña el día que la lleva a la basílica. Este gesto no fue muy bien acogido en la hermandad.
Las obras en San Lorenzo
En el año 1996 acudió al rescate de uno de los templos históricos y más importantes de la ciudad y con un importante arraigo cofradiero. La parroquia de San Lorenzo tenía graves problemas de estabilidad que llevaron a su cierre. Las cubiertas no soportaban el peso y se venían abajo.
Las hermandades allí establecidas se tuvieron que exiliar: la Bofetá se marchó al convento de las Mercedarias de la calle San Vicente y la Soledad, a San Antonio de Padua. El problema era importante y se corría el riesgo de que el templo estuviera cerrado bastantes años al enfrentarse a una rehabilitación importante y costosa. "Como yo voy al Gran Poder vino a buscarme el cura con unos constructores y me dijo: 'Don Manuel, qué problema más gordo tenemos'. Se estaba hundiendo el templo porque las vigas eran de madera y tenían más de un metro de escombros encima. Los arquitectos le dijeron a las hermandades que salieran de allí a la mayor brevedad posible y así lo hicieron. El cura me insistía, 'don Manuel, ¿ahora qué vamos a estar 20 años cerrados?".
Con el año 1997 empezado y con la cuaresma y la Semana Santa en ciernes, Lopera se hizo cargo de la tarea. Cambiaron todas las cubiertas y resanaron las vigas. "Aquello costó un dineral, una fortuna. Quitar un metro quince de escombros en más de mil y pico de metros de tejado, poner vigas, madera, hormigón...". Las hermandades pudieron regresar antes de la Semana Santa y realizar sus estaciones de penitencia con normalidad. Lopera sigue visitando la parroquia cuando acude cada viernes al Gran Poder y reza ante el Santo Rostro y el Cristo del Mayor Dolor de la Bofetá.
En Chipiona, cuando le robaron la corona de oro al niño Jesús que está en brazos de la Virgen de Regla, le llamaron para que donara una nueva, cosa que también hizo. Igualmente para La Parroquia de la Milagrosa, costeó las obras para agrandar la puerta, ya que no podían salir los pasos de la hermandad debido a sus escasas dimensiones. También sufraga las flores todos los años al Cautivo de Pío XII. Son muchas las hermandades que siguen llamando a sus puertas buscando su generosidad, La última en pedir su ayuda ha sido la Soledad. A través de una carta que enseña reclama su ayuda para la restauración de las pinturas murales de la Capilla del Sagrario de San Lorenzo.
Cualquier viernes del año es fácil verlo en San Lorenzo o San Ildefonso. Así es Manuel Ruiz de Lopera, un ferviente devoto que ha respondido a las hermandades siempre que lo han llamado.
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