La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¿Dónde está el límite de la vergüenza?
NO ha parecido Domingo de Ramos. El día se ha levantado gris, plomizo, embarrado. Y el final ha sido de hermandades encerradas en la Catedral tras caer la anunciada lluvia. Desgraciadamente se cumplieron los duros pronósticos a los que se enfrenta toda la Semana Santa y sólo una de las nueve corporaciones ha podido completar su estación de penitencia: la de la Borriquita. Otras tres, la Paz, Jesús Despojado y la Cena, han salido pero se han visto afectadas por la lluvia hasta el punto de tener que suspender sus procesiones. El resto, visto lo visto y lo anunciado, han sido más prudentes y ni siquiera han puesto las cruces de guía en las calles. Este es el resumen del primer acto de obra que dura nueve días y que pinta en drama.
El planteamiento de esta gran obra de teatro (entiéndase el símil) estaba muy claro desde la previa. El día iba estar en gris plomizo. Metido en agua adobada con barro. Más probables eran las precipitaciones desde media tarde hasta bien entrada la madrugada del Lunes Santo. Con estas premisas costaba que el cuerpo se hiciera al Domingo de Ramos. Parecía un día cualquiera. Feo, anodino. un perfecto blue monday. Tampoco se formaron excesivas colas para visitar a las hermandades en sus templos. Las hubo por momentos, por ejemplo, en el Salvador, pero el acceso resultó bastante fluido. Con esas se llegó a la una de la tarde. Vamos con el nudo.
Las primeras hermandades que debían poner la cruz de guía en la calle eran la Paz, desde el Porvenir; y la Hiniesta, desde el histórico barrio de San Julián, fagocitado también por el turismo sin control. El primer jarro de agua fría llegó desde este punto. No hubo lugar a las elucubraciones: la Hiniesta no haría por este año su estación de penitencia. Al mismo tiempo llegaban noticias contrarias desde otro punto de la ciudad. La Hermandad de la Paz ponía su cruz de guía en la calle. Salían los albos nazarenos a las calles del Porvenir para regocijo de las muchas personas que los aguardaban en Río de la Plata y para las miles que estaban a esa hora pendientes de la radio o la televisión.
La cofradía del Porvenir modificó su recorrido por el cierre preventivo del Parque de María Luisa debido al viento. A la misma hora las Hermandades de Jesús Despojado y la Borriquita confirmaban que saldrían a la calle. La consigna era más o menos clara. La lluvia no haría acto de presencia hasta media tarde, tiempo suficiente para que la primera pudiera buscar refugio en la Catedral y para que la segunda completara su estación de penitencia aligerando el paso y recortando el recorrido si hubiera necesidad de ello.
Con la Borriquita y Jesús Despojado en la calle, cuando el palio de la Virgen de la Paz avanzaba por la Avenida de la Borbolla comenzó a llover con cierta fuerza. Eran las 15:20. Tras unos minutos de incertidumbre, se tomó la decisión de que el palio regresara a la parroquia y que el paso del Señor, ya cerca de la Puerta de Jerez, buscara cobijo en la Catedral. Esta, por el momento, leve y dispersa lluvia que dejaba trajes moteados o instrumentos musicales manchados, comenzaba a dibujar estampas dispares. Una cofradía había decidido no salir siquiera. Otras dos seguían su camino; mientras una tercera lo abortaba. Con este panorama llegaba el turno de tomar una decisión en la Hermandad de la Cena. La respuesta fue positiva. Salía como un rayo el cortejo desde los Terceros y avanzaba a una gran celeridad. Las tres cofradías que se dirigían a la Catedral completaron la carrera oficial con algunas precipitaciones aisladas.
El desenlace. Con el paso de misterio del Señor de la Victoria de la Paz ya en la Catedral, la Hermandad de Jesús Despojado decidió también guarecerse en el Templo Metropolitano a la espera de una mejoría de las previsiones o de un claro para volver a su casa. Eran ya las horas de más riesgo. Según la Aemet a partir de las seis de la tarde se daba por segura una lluvia más fuerte y persistente. Desde la calle Recaredo, la de San Roque comunica que no salía. La situación se iba aclarando. Esta decisión desencadenaba lo que parecía ya inevitable: la Amargura y la Estrella (después de pedir tiempo) tampoco lo haría. La razón se impone a las ganas. Sólo faltaba por saber qué haría el Amor: aunque dudas no había. A esta hora ya se ha recogido el misterio de la Sagrada Entrada en el Salvador. La única que ha conseguido completar su estación de penitencia con cierta normalidad.
Mientras tanto, el guiso se cocía en la Catedral. El Señor de la Victoria quería regresar al Porvenir esa misma tarde. La Cena decidió continuar su acelerada estación de penitencia y regresar a los Terceros. Pero la lluvia arreciaba, ahora sí, y se produjo lo inevitable. Tanto el Señor de la Humildad y Paciencia, parado en la calle Cardenal Carlos Amigo; como el misterio de la Cena, bien metido en Francos, regresaban sobre sus pasos para quedarse en la Catedral tras ser cubiertos con unos capotes. Finalmente, las tres hermandades decidían suspender sus estaciones de penitencia para regresar otros días a sus casas.
Terminaba así un atípico, gris, feo y complejo Domingo de Ramos que dejó seis pasos en la Catedral. La toma de decisiones recordó mucho a la del Lunes Santo de 2022, cuando las ganas que había después de la pandemia, pudieron con la racionalidad en la toma decisiones. Algunas fueron demasiado raras. Quedan ocho días por delante para disfrutar de una Semana Santa que va a seguir marcada por la inestabilidad meteorológica. Lo vivido condicionará, sin duda, lo que está por venir.
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