La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La lección de Manu Sánchez
Patrimonio
Si hay un Bien de Interés Cultural (BIC) en la provincia desconocido para muchos sevillanos e historiadores es el Castillo de La Puebla de Cazalla. En el paso de la Sierra Sur a la Campiña, en una zona de difícil acceso, se conservan en pie una torre y un lienzo de muralla.
El deterioro del conocido como Castillo de Luna –acepción romántica que se le dio ya en el XIX– se debe a que se abandonó en 1502, cuando la villa se mudó a unos cinco kilómetros a lo que hoy es La Puebla de Cazalla. Eran los años en los que la prioridad dejó de ser la defensa de los ataques en la frontera por el acceso al agua del río Corbones.
Con el objetivo de conocer lo que esconde –mucho, puesto que a diferencia de otras fortalezas no se ha construido sobre ella y se ha investigado muy poco– está siendo objeto de un primer estudio exhaustivo, con catas, prospecciones y documentación que financia el Ayuntamiento de La Puebla de Cazalla con 50.000 euros.
Antes, el Consistorio adquirió las fincas en las que se asienta. Los trabajos han sido adjudicados TCA Cartografia y Geomática S.A., que dirige a un solvente equipo. Será la base, según el edil de Comunicación, Miguel Ángel Martín, de un plan director para conservar, profundizar en el conocimiento y divulgar la historia del enclave.
El director de la actividad arqueológica es Alejandro Jiménez Hernández, que viene de arrojar luz sobre Cuatrovitas, en Bollullos de la Mitación. Destaca la posición "estratégica" de la fortaleza, la "primera ciudad que está entre la Campiña y la Sierra Sur". Castillo y villa constituían una población de cierta entidad y Jiménez considera que podría ser la ciudad de Carula, descrita en el Itinerario de Antonino, en la ruta romana de Cádiz a Córdoba.
Los trabajos sobre el terreno para profundizar en éstas y otras hipótesis tienen dos partes. Por un lado y con equipos de la Universidad de Granada se están haciendo prospecciones magnéticas –que permiten abarcar mucha superficie en poco tiempo– de la villa a los pies del castillo, para trazar su planta y la orientación de sus calles. En la fortaleza se está usando el georradar, más lento y costoso, pero que permite llegar a mayor profundidad y definir las capas del subsuelo.
Son técnicas que permiten describir las características constructivas y morfológicas del yacimiento, con un perímetro de más de 50 hectáreas y que evidencian ya importante presencia de aljibes, de diferentes épocas, para suplir la falta de manantiales, una de las posibles causas del abandono del asentamiento.
Por otro lado, se harán unas 300 catas arqueológicas de un metro cuadrado, para analizar los materiales por capas, fijar épocas y usos. Lo más novedoso hasta ahora, con un tercio de los sondeos realizados, son además de piezas islámicas, los bordes de ánforas púnicas que están apareciendo y que evidenciarían un uso mucho más antiguo y de tránsido de las mercancías que llegaban a la Bahía de Algeciras desde Cartago.
Aún así, la fortaleza es esencialmente medieval. De la revisión de las fuentes históricas se está encargando la historiadora de la Universidad de Sevilla Magdalena Valor, que corrobora que se trata de "un BIC muy poco conocido, pero con un gran potencial histórico, arqueológico y monumental".
Valor destaca que entre 1913 y 1925 Juan Moreno Guerra escribió varios artículos sobre el lugar, con datos que amplió Antonio Hernández Parrales en 1958. Desde entonces, "se han ido repitiendo conceptos y términos". "Es sorprendente que en la historiografía tan rica de algunos de los pueblos de la Sierra Sur sea omitido sistemáticamente este lugar tan singular". En La Puebla de Cazalla sí se celebró en 2002 un congreso con importantes aportaciones, coincidiendo con el aniversario de la fundación del actual municipio.
La historiadora, profesora de Historia y Arqueología Medieval, precisa que sobre la etapa andalusí apenas hay datos y uno de los retos es identificar el topónimo para "expurgar las fuentes árabes". Aunque el confinamiento y el cierre de archivos no lo haya facilitado hasta ahora. La crisis sanitaria y la burocracia también han retrasado los trabajos sobre el terreno, que se desarrollan con temperaturas imposibles cuando debían haber estado avanzados durante la primavera.
Valor detalla que la conquista cristiana de esa Cazalla de nombre árabe incierto se produjo hacia 1240. Al igual que el resto de las fortalezas de la Sierra Sur, pasó a formar parte del reino de Castilla integrándose en el sistema político, social y económico feudal. Hasta 1502, cuando se produce su abandono, hay varias fases. De 1240 a 1252 pertenece al rey Fernando III; de 1252 a 1260 pasa a ser propiedad del Concejo de Sevilla; de 1260 a 1279, Alfonso X la dona a la Iglesia de Sevilla; de 1279 a 1464, hay una permuta y el lugar es donado a la orden de Calatrava. Entre 1464 y hasta 1502 está en manos de Pedro Girón, señor de Osuna.
La investigadora cree que la etapa que "imprimió un mayor carácter en la fortaleza y en su distrito castral" fue la de la orden de Calatrava (1279-1464), por ser la más prolongada y por la "rotundidad con que la Orden se asienta en sus posesiones", a tenor de lo que ocurrió en otros lugares, especialmente en el reino de Jaén y con “destellos” en el de Córdoba.
El programa constructivo desarrollado en otros castillos de la orden, como Martos, Porcuna, Alcaudete, Sabiote y Lopera (Jaén) y Priego en Córdoba o Matrera en Villamartín (Cádiz) “nos ponen sobre la pista de los rasgos morfológicos y las soluciones poliorcéticas características de esta orden militar cisterciense, profundamente ligada a la realeza castellana desde mediados del siglo XII a fines del siglo XIII”, apunta.
La arquitectura de mamposteria enripiada de lo que se conserva y la estructura del castillo, así como la existencia de una torre del homenaje, que podría ser la que está en pie, corroborarían esa prevalencia. Las nuevas aportaciones de la investigación se conocerán a finales de año.
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