Calle Rioja

Francisco Correal

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Todo el mundo se fue al cine Cervantes

Maratón. Como prólogo a las doce uvas, Alfonso Sánchez (El Cabeza) y Alberto López (El Culebra) llenaron el cine de la calle Amor de Dios con su trilogía de ‘El mundo…’

En un descanso entre películas, los Compadres atendieron la larga cola de seguidores.

En un descanso entre películas, los Compadres atendieron la larga cola de seguidores. / M. G.

EN las Colecciones Reales del Palacio Real hay tres plantas con las tres primeras letras del alfabeto. La A de los Austrias, la B de los Borbones y la C del Cubo. En el cine Cervantes, el pasado 29 de diciembre, antepenúltimo día del año 2023, estaba la C de Cubo. El Cubo de Palomitas para una doble A: de Alfonso y de Alberto. Los Compadres, que se encerraron con seis horas, seis, y salieron por la puerta grande del cine Cervantes.

Ha sido el primer lleno de la sala después de su reapertura. Habían pasado el Rubicón de los Santos Inocentes y superaron este tour de force, un maratón con las tres películas de esta factoría del humor: El mundo es nuestro (2012), El mundo es suyo (2018), y El mundo es vuestro (2022). Una trilogía con una pandemia por medio. Una vuelta al mundo en una década que también ha coincidido en su tramo final con la conmemoración de la circunnavegación, pero en su caso Magallanes y Elcano han vuelto juntos a buen puerto.

El reto empezó a las cinco de la tarde. Alberto López (Sevilla, 1976) y Alfonso Sánchez (Sevilla, 1978) no dejaron de firmar autógrafos, de hacerse fotografías con varias generaciones de incondicionales. Víctor Anaya, de Unión Cine Ciudad, presentó a los cineastas y explicó las dificultades del reto. Tres películas con los mismos autores, pero había que poner de acuerdo a tres distribuidoras diferentes. Una década en la que la ciudad ha tenido cuatro alcaldes, en la que Joaquín colgó las botas después de ganar una Copa del Rey con el Betis, en la que Sergio Ramos volvió al Sevilla tras ganar cuatro Copas de Europa con el Madrid.

La trilogía de los Compadres, como la de Kieslowski, polaco como Malinowski y Lewandoski. Sólo les faltaba Juliette Binoche, “pero tenemos a Mar Saura”, dice Alfonso departiendo en un receso con el productor Gervasio Iglesias, uno de los artífices de los éxitos del cine sevillano en los últimos tiempos. Terminaba con este maratón un año en el que Sevilla organizó por segunda vez la gala de los Goya, réquiem por Carlos Saura, un Santo Entierro Grande, la final de la Copa del Rey en la Cartuja y los premios Grammy.

Seis horas y media de proyecciones. Dos colas en el ambigú del bar Acapulco: una para las palomitas, otra para los gin-tonic con Rives como uno de los patrocinadores del evento. Mystic Rives, guiño a Clint Eastwood, el héroe de la trilogía de Sergio Leone rodada en el desierto de Almería. Por un puñado de palomitas… Érase una vez América, Érase una vez Sevilla. La trilogía de Sánchez y López es un homenaje a las posibilidades de Sevilla como escenario de ficción en el realismo mágico de su Macondo más cachondo.

Para abrir boca, una pasarela motorizada por la Ronda del Tamarguillo preparando el atraco más desternillante del cine español. En la segunda película, los avatares de un traje de primera comunión, con presencias estelares de Javier García Pelayo, el Selu con su taxi, tampoco es para ponerse así, y Carlos Telmo en un papel de anticuario. Y los encuentros en la tercera fase, con Antonio de la Torre cantando el soy español de José Manuel Soto, que es como el saludo de Fraga y Carrillo en el club Siglo XXI o Alberti y Pemán en fraternal saludo gaditano inmortalizado por la cámara de Kiki.

La Pureta y Limpia, una cofradía intergeneracional que rinde culto a la filosofía del Enterismo, palabra con la que han hecho fortuna y unas cuantas camisetas. Alberto López nace el mismo año que El País y Diario 16, el del gol de Panenka en la Eurocopa de Yugoslavia que ganó Checoslovaquia, cuando Adolfo Suárez releva a Arias Navarro en la presidencia del Gobierno. Y Alfonso Sánchez, nombre y apellido de mítico crítico de cine que estuvo en el primer festival de Sevilla, viene al mundo el mismo año de la Constitución española. El Betis que había ganado la primera Copa del Rey y eliminado en la Recopa al Milán (entonces iba con tilde) se despeñaba a Segunda.

La tercera entrega, el embrujo de Chu-en-lai, coincidía con Plácido de Berlanga en el Cine Clásico de la 2. Los Compadres son los adorables sobrinos de Berlanga, le hacen guiños a La vaquilla, a La escopeta Nacional, a Todos a la cárcel, con la contraseña del austrohúngaro. Aparecen la Maestranza y el Charco de la Pava, la Alameda y Ómnium Sanctórum, la trastienda de la calle Feria: Peral, Relator, Pacheco Núñez de Prado. Las apariciones estelares de Antonio Dechent, Pepe Quero, Mari Paz Sayago. El 19 de enero en el Teatro de los Remedios presentan Cosas de niños, ya en su faceta teatral, donde han hecho trabajos como Patente de corso, a partir de textos de Arturo Pérez-Reverte, o Compadres para siempre. Están comprometidos con el tributo a los hermanos Álvarez Quintero, una chispa y un ingenio que conmovió a Lorca y a Cernuda, pero que siguen presos de unos delirios de grandeza de un país que llama género chico a la zarzuela o españolada a películas que conseguían en hora y media lo que los ansiolíticos no logran en décadas de farmacopea.

Nuestro, suyo, vuestro. Lección de gramática con los Compadres. La cola de las palomitas en dirección Campana; la del gin-tonic, con moderación, en dirección Alameda. Películas de entremeses en el cine Cervantes. Sanchos y quijotes a partes iguales con dulcineas del Aljarafe y de Rochelambert. Con petróleo en Bollullos y zahoríes de los Atunes. Prueba superada en la prórroga de los Santos Inocentes. Los Reyes son los Compadres. Un humor blanco de amantes del cine negro que se buscan la vida en los tiempos del tecnicolor. Antes de que cayera el año con las uvas del Vinalopó, de los árboles de la calle Amor de Dios empezó a caer una nube de palomitas en esta trilogía de cine de verano y selecta nevería proyectada en los días del más riguroso invierno. Todo empezó hace diez años en el Alameda Multicines, hoy panteón de las salas que cerraron en Sevilla. El Cervantes reabrió sus puertas y la nao Victoria llegó a buen puerto.

Carrozas y púberes disfrutaban de lo lindo. Jaleaban la presencia de algunos de los componentes del elenco. La tarde se hizo noche en un ambiente familiar. La trilogía es un canto a Sevilla, la de Pancho Bautista y Gonzalo García Pelayo, y a la amistad, porque Alfonso Sánchez y Alberto López además de compadres son cómplices inseparables, como Jack Lemmon y Walter Mathau, como los soldados japoneses de ‘La fortaleza escondida’, la película de Akira Kurosawa.

Los vítores a Fermín (José Rodríguez Quintos), el empresario dispuesto a inmolarse, hombre de teatro y de cofradías, llenaban toda la sala. El Cabeza (Alfonso Sánchez) y El Culebra (Alberto López) seguían firmando películas, camisetas y hasta cubos de palomitas. Eso es una trilogía, ingenio al cubo. ‘El mundo es nuestro’ se presentó hace diez años en el festival de cine de Málaga. Alfonso Sánchez obtuvo la Biznaga de plata al mejor actor. Una década después, el humor de la cinta está incólume. Y sus seguidores han crecido como la espuma.

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