La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Somos frágiles, también en Sevilla
COMO estaba cantado, de poco le sirvió al PP apelar a la conciencia de los diputados del PSOE a la desesperada. Todos votaron a la búlgara y lo mismo habrían hecho sus rivales. Las conciencias más libres se nublan cuando no sabes cómo llenar la nevera, máxime en un Congreso tan polarizado. El voto tan compacto de nuestros representantes debería preocuparnos tanto como el órdago de ERC y Junts, temerosos de ser tachados de traidores por las calles. La investidura fallida le mereció la pena a los populares porque dicen que reforzó el liderazgo de Feijóo. Al parecer no lo tenían claro después de año y medio y tras ganar dos elecciones. El candidato del PP estuvo bien al censurar la amnistía y el referéndum que exigen los separatistas, para pactar con Sánchez: “Yo no lo haré porque tengo principios”, sentenció, pasando por alto que los independentistas no le apoyarían mientras que se entienda con Vox.
Como Sánchez hay días que ni siente, ni padece, se borró del debate y con su espantá elevó aún más a Feijóo. Ahora le toca mover ficha y llega la hora de la verdad. ¿Cuánto está dispuesto a pagar? ¿Cederá al chantaje independentista o iremos a elecciones? ¿Habrá referéndum? ¿En toda España o sólo en Cataluña? Su partido responde a las amenazas que ése no es el camino. Pero ni su corte de cobistas se fía, porque igual cambia de criterio de repente. Como ignoran sus planes y no saben si tendrán que ceder más ante sus socios, por si acaso ya destacan que no hay conflicto en Cataluña. Y lo cierto es que el ambiente se ha relajado, porque Sánchez no deja de ceder terreno. Algunos suspiran por la repetición electoral, pero la suerte parece echada. Pese a su ultimátum, cuesta ver a ERC y Junts rechazando la ocasión que les brinda la diosa fortuna en su afán por demostrar quién es más separatista. El PSOE cruza los dedos y a verlas venir. Al contrario que Feijóo, Sánchez sí tiene sometidos a sus diputados a una férrea disciplina. Todos a una son capaces de decir una cosa y la contraria sin rechistar.
Feijóo, siendo fiel a sus principios y para evitar que España se rompa, como pregonan los suyos, podría ofrecerle cuatro votos para dejar a Puigdemont colgado de la brocha. Voces como la de Esperanza Aguirre se lo reclaman, pero el líder del PP ya ha cerrado esta puerta. Tampoco Sánchez lo aceptaría: le obligaría a romper con Vox en todas las instituciones para torpedear su plan. A estas alturas, la amnistía parece un sapo que nos tragamos hace un siglo. Abascal debería relajarse porque el pacto económico y fiscal podría ser mucho peor. Los separatistas seguirán apretando las tuercas y no rebajarán el tono porque vienen del monte y se acercan las elecciones catalanas. A cambio de cierta estabilidad, el PSOE mirará a otro lado mientras que se limiten a ladrar. Una cosa es decir que lo volverán a hacer y otra hacerlo. Entre Sánchez y Puigdemont, a ver quién engaña a quién.
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