La lluvia en Sevilla

Paseo de la O

Temo que el paseo se convierta en una prolongación de la impracticable calle Betis

Sí y no. Eso dije para mí cuando me enteré, por este su diario, de que van a remozar el paseo de la O, esa reserva espiritual (y salvaje) de Triana. Sí quiero, porque está dejado de lado y cedido a los roedores, los cristales rotos, la mierda, dicho sea esto último literalmente, ya que algunos con mohínes de ser grandes ciudadanos sólo recogen los excrementos de sus perros en presencia de terceros. Ítem, no se puede acceder al paseo sin perder el conocimiento; los vomitorios del callejón de la Inquisición, las escalerillas y otros pasajes, hacen estricto honor a su nombre. Por no hablar del alumbrado o, mejor dicho, de las carencias del mismo. La O del paseo es un grito redondo hacia el Ayuntamiento.

Pero en la otra mano tengo un no, acabado en O. No quiero que la reforma convierta el paseo en una prolongación de la impracticable calle Betis, esa dársena caótica infestada de veladores. Lo digo preventivamente; volver atrás después no será fácil. Leo que el paseo de la O se va a conectar con Betis mediante una pasarela sobre el río para revitalizar el espacio y la oferta turística. No esperen que dé saltos de alegría. Leo también que -y esto siempre guarda mucho las espaldas- el proyecto cuenta con las aportaciones de los vecinos. Como les hayan ido a preguntar únicamente a los mismos que sostuvieron (sin enmendalla, a pesar del informe técnico de Parques y Jardines, las 50.000 firmas en Change.org promovidas también por vecinos de Triana, y los gritos en el desierto de los expertos) que la única solución a los problemas derivados del nefasto mantenimiento del ficus centenario de San Jacinto era llevárselo por delante, vamos aviaos. Espero que esta vez la delegada del distrito haya tenido una escucha más generosa, pues por suerte la voz actual de Triana es diversa, y no se calla.

Sí y no. El paseo de la O no puede quedar como está, sí a su reforma. Pero no quiero que, por recuperarlo, lo perdamos a favor de la turistificación y el provecho de unos pocos. Como paseante de la O, echo de menos su conexión, vía Magallanes, con el Jardín Americano, limpieza, adecentamiento de pantalanes, iluminación suficiente, más banquitos, desbroces y cuidado de las plantas. Echo de más la guarrería del personal. Y no quiero que pierda su silencio, el ajetreo dominical de los artesanos, el trajín cuaresmal en la Hermandad, el cobijo de los establecimientos de la zona que, salvo casos apercibidos, suelen respetar el descanso del vecindario. Más que cantarle a una Triana perdida, nos valdría preservar lo que le va quedando de barrio al barrio, y entregarlo a quienes nos sucederán sin haberlo convertido en un Airb&b o en una zona de bares pseudocastizos donde jamás asomaría un trianero. ¿Será posible?

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