La ventana
Luis Carlos Peris
Perdidos por la ruta de los belenes
DESPUÉS de la aprobación de un Plan Especial inútil, desbordado ya por los hallazgos arqueológicos, la propuesta de un Museo de las Cofradías, que ya fracasó anteriormente, y la expulsión de un aparcamiento okupa, que llevaba años sin pagar el canon municipal, el Ayuntamiento de Sevilla nos vuelve a sorprender con ¡otro aparcamiento en la Casa de la Moneda!
Resulta cansino volver a exponer los motivos por los que este cualificado espacio debe ser algo más que un aparcamiento. Antiguo Alcázar Almohade, Atarazanas de los Caballeros medievales y Corral de las Herrerías. Recordemos que aquí se transformaban en moneda los metales preciosos que venían en las flotas de Indias y que, después, servían para pagar las cuantiosas deudas de los monarcas españoles en Centroeuropa. Los Fugger, banqueros de Carlos V, amasaron una fortuna en monedas americano- sevillanas, fortuna que sirvió para desarrollar una próspera Alemania. La Casa de la Moneda sevillana forma un conjunto inseparable con el Alcázar, las Atarazanas y las torres del Oro y de la Plata, conjunto que no puede ser malbaratado con un aparcamiento.
El automóvil ha sido siempre el gran enemigo de las ciudades históricas. A partir de su producción masiva, los urbanistas más lúcidos, como Jane Jacobs, e incluso el cineasta Orson Welles, comenzaron a considerar que la entrada de los vehículos en los centros de las ciudades supondría su muerte. En Sevilla, los destrozos y riesgos del automóvil en la ciudad histórica han sido descomunales. Aquí, por nuestro singular urbanismo medieval islámico, no tenemos ninguna posibilidad de una convivencia ordenada con los coches. Recordemos que en los años cincuenta se propuso desecar el tramo del Guadalquivir entre el puerto y el antiguo tapón de Chapina para destinarlo a aparcamiento de vehículos. Los que tenemos una edad recordamos las plazas de San Francisco, el Salvador o Virgen de los Reyes transformadas en aparcamientos. En los planes de ensanche y derribo de los años cincuenta y sesenta siempre se menciona la mejora del tránsito de vehículos y el incremento de plazas de aparcamiento como justificación, como sucedió en la realización de la calle Imagen o en las demoliciones del convento de San Hermenegildo y palacios de la plaza del Duque. El bárbaro proceso de asfaltado de todas las vías del centro histórico se debió, fundamentalmente, a hacer más suave el tránsito tapando los adoquines de Gerena con la llamada en su época “marea negra”.
El proceso de defensa de la ciudad frente al automóvil ha sido tardío en Sevilla, en comparación con otras ciudades europeas. Después de varios años de peatonización de calles y plazas, siempre recibido con recelo e incluso oposición, todavía hay auténticos garajes al aire libre, como la plaza de San Leandro. Garajes que solo sirven para que unos cuantos se ahorren una plaza de aparcamiento, obteniendo una gratuita.
La Casa de la Moneda es un recurso de la ciudad, científico y cultural. Los fondos públicos utilizados en la recuperación de la Torre de la Plata no pueden utilizarse para que un funcionario municipal la ocupe, en vez de ser de visita pública. El solar del antiguo Corral de las Herrerías debe ajardinarse y transformarse en una plaza arqueológica. Su excavación extensiva debe servir para mejorar el conocimiento de la ciudad y debe ser mostrada al público como un recurso cultural.
Lo más grave de este asunto es que este Ayuntamiento dice una cosa con una música agradable ampliamente compartida, tendencia verde, cultura, progreso, peatonización, ciudad de las personas, y hace la contraria, un aparcamiento en uno de los lugares más sensibles de Sevilla. Adopta una actitud opuesta a la tendencia europea, mucho más limitadora del número de vehículos en las ciudades históricas y dilapida inútilmente un recurso que no es suyo sino de todos los sevillanos y su extraordinaria historia.
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