Mascarillas y guantes de todo a cien pagan yates y ferraris

Dos supuestos empresarios se embolsaron seis millones de comisiones vendiendo material defectuoso al Ayuntamiento de Madrid Feijóo ocupa el espacio político con el foco en la economía Holanda gira hacia posiciones fiscales no austericidas

Luis Medina.

Luis Medina. / D. S.

En un episodio en Salvaje Oeste, de Juan Tallón, la alcaldesa de Madrid, del Partido Conservador, un trasunto del PP -aunque en realidad, en la novela todos son trasuntos- se escandaliza cuando un periódico publica que tiene contratado en el ayuntamiento a decenas de amigos y familiares de altos cargos del partido. "Como si uno gobernara con el primero que se encuentra al salir del metro", dice la alcaldesa, quien en realidad estaba escandalizada por la publicación de la noticia, no por el hecho en sí. Tras el hermano de Díaz Ayuso vendiendo mascarillas, ahora aparece un primo del alcalde Almeida envuelto en otro follón también por venta de mascarillas al Ayuntamiento de Madrid.

¡Cuánto olfato empresarial de algunos espabilados para ayudar al pueblo español en sus urgencias! En este caso, el primo del alcalde envió la información a dos empresarios -un hermano del duque de Feria, Luis Medina, y un tipo polémico llamado Alberto Cedeño- sobre el procedimiento para vender mascarillas al ayuntamiento, por supuesto en plena pandemia, cuando el personal sanitario hacía lo imposible por atender la crisis. Despacharon material por 15,8 millones, de los que sacaron comisiones por seis millones. Obsérvense las comisiones millonarias, según el fiscal: del 60% para las mascarillas, del 71% para los test y del 81% para los guantes.

Guantes de ocho céntimos de euros a dos dólares: ¿quién controla las compras?

Los dos aguilillas se gastaron el dinero en un yate -por supuesto, matriculado en Gibraltar para ahorrar impuestos, que tampoco se trata de ayudar tanto a los españoles-, un piso de lujo, relojes y 12 coches de alta gama ¿Para qué quiere alguien 12 coches? Un patrimonio de lujo vendiendo porquería a costa de la salud y el dinero de los españoles. Al lado de estos listos, el hermano de la presidenta de Madrid (283.000 euros en comisiones) es un aprendiz desmañado. 

La fiscalía anticorrupción ya ha presentado una querella contra ellos. Los acusa de estafa, falsedad y blanqueo. El material era, además, defectuoso: los guantes apenas cubrían la muñeca y triplicaban el precio de unos similares en los supermercados, y los tests de antígenos eran inservibles en su mayoría. Unos artistas y unos primos que pagaron con dinero público ¿Y, por cierto, el Ayuntamiento de Madrid no tiene controles básicos para filtrar una compra de material sanitario de todo a cien? Si hasta la técnica de Hacienda que gestionaba la compra envió a los proveedores una fotografía de unos guantes de características similares a los que le vendían al precio de ocho céntimos de euro en un supermercado cuando el ayuntamiento había pagado dos dólares por los mismos. Es de suponer que habrá, como mínimo, responsabilidades técnicas y políticas en el pufo de 15,8 millones. Eso sin pensar en algún posible tráfico de influencias. Menos mal que las mascarillas están a punto de desaparecer porque vaya chollo han encontrado algunos. Esto debe ser la punta del iceberg de lo que se ha movido entre instituciones y proveedores de ocasión. 

El oso y el madroño, orégano

Pero la pregunta añadida es por qué ocurren estas cosas en Madrid. Fácil: porque el PP desde los tiempos de Esperanza Aguirre ha creado un caldo de cultivo que facilita y anima a especuladores de toda laya a asaltar los presupuestos públicos a través de mil subterfugios. No es literatura. Los tres últimos presidentes autonómicos estuvieron imputados -no de ellos incluso en prisión- por distintos delitos. Y hay decenas de alcaldes, concejales, consejeros y cargos políticos condenados o inmersos en procesos de corrupción. Así, los del yate y los Lamborghini piensan que todo el oso y el madroño es orégano.

La pandemia y la nueva penicilina

En la posguerra española hubo quien se hizo de oro vendiendo penicilina rebajada con agua coloreada: entonces costaba hasta 15.000 dólares una dosis y terminó vendiéndose de estraperlo, entre otros sitios en el célebre Chicote -donde habitaba "la crema de la intelectualidad" del chotis- de la Gran Vía madrileña. Las mascarillas y los test de antígenos son la nueva penicilina. Y eso que los de los ferraris y los veleros decían que lo que querían era ayudar en la lucha contra la pandemia. Como diría el gran Emilio López: Trinconete y Cortadillo, presuntamente, claro. Sin olvidar el tufo que tiene este asunto a la guerra abierta en el PP de Madrid, de cuyas alcantarillas siguen saliendo estas nauseabundas informaciones. Lean a Tallón, excelente libro, crónica de un tiempo de excesos en la España contemporánea, aunque la realidad ha vuelto a superar a la ficción.

Feijóo ocupa el espacio

Alberto Núñez Feijóo ha comenzado ya su carrera hacia la presidencia. Lo hizo el jueves en Moncloa entrevistándose con Pedro Sánchez. Del acuerdo sale una disposición esperanzadora a pactar la renovación del CGPJ, que lleva tres años caducado, si bien no hay compromisos concretos. No aclaró si mantendrá la idea de que 12 de los 20 miembros sean elegidos por los jueces. Y sale una negativa a apoyar el decreto de medidas para paliar las consecuencias de la guerra por la decisión del presidente del Gobierno a una bajada contundente de impuestos, especialmente del IRPF. Feijóo ha hecho lo correcto. Haber condicionado la negociación para renovar el gobierno de los jueces a la bajada de impuestos habría sido un error: lo primero es un mandato constitucional que obliga al PP pese lo exótico del bloqueo propiciado por su anterior dirección; lo segundo es una decisión política. Sánchez, dispuesto a estudiar la propuesta del líder del PP de utilizar el 7% de los fondos europeos para sufragar deducciones fiscales aunque tal idea parece colisionar con el mandato de los fondos, entenderá que Feijóo no le va a regalar el voto sin algo a cambio. El presidente deberá emplearse a fondo para liderar una mayoría parlamentaria extramuros de su bloque de apoyos parlamentarios en un momento como éste. 

Política o jugar a los escaños

El político gallego entiende la política y tiene empaque: salió de Moncloa diciendo que no tenía buenas noticias ni para las familias ni para las empresas españolas (pone en foco en lo importante) y dejó abierta la puerta a abstenerse en la tramitación del decreto, que posiblemente salga adelante con la amalgama de partidos que apoya al Ejecutivo e incluirá medidas económicas importantes, lo que convertiría su voto en contra en una decisión impopular y en munición para el Gobierno. Es la diferencia entre entender la política o creer que es el juego de los escañitos.

El PP pierde a Rutte

Parece que la salida de Merkel de la Cancillería alemana ha relajado al resto de sus émulos, como si Rotenmeier ya no los vigilara de cerca. El control del Gobierno germano por los socialdemócratas -junto a verdes y liberales, esas cosas que ocurren en Europa- unido a que la cartera de Economía en Holanda la maneja Sigrid Kaag, una liberal progresista en la corte de los liberales conservadores de Mark Rutte, ha obrado algo parecido a un milagro. Y no es otro que el documento firmado por la ministra española de Economía, Nadia Calviño, junto a su homologa Kaag, que es de facto una renuncia al austericidio a cambio de una exigencia de disciplina y responsabilidad fiscal a los países receptores de fondos. La iniciativa supone tres cosas: un cuestionamiento al sacrosanto plan de estabilidad, el fin de la austeridad a cualquier precio y la inauguración de un tiempo político en el que los bloques tradicionales (países frugales -del norte y ricos- frente a los países del sur -expansionistas y pobres o menos ricos-) pueden trabajar juntos y no enfrentados por meras posiciones económicas. O sea, los que quieren más y reclaman flexibilidad frente a los que quieren poner menos y exigen más rigidez en las normas fiscales.

Muy interesante este movimiento, sobre todo si tenemos en cuenta que hasta hace un año Holanda incluso negaba los fondos Next Generation por la pandemia. Ha sido inteligente por parte de España buscar una alianza con quien en otro tiempo fue nuestra bestia negra. 

El primer ministro holandés, "nuestro hijo de puta"

Es curioso: hace sólo un año el PP le tocaba las palmas a Rutte cuando anunció que vigilaría de cerca el uso que hacía España de los fondos europeos. Fue cuando el ex ministro Camuñas dijo aquello de "hoy he leído en un periódico que Rutte el holandés es un hijo de puta pero que va a vigilar estrechamente la concesión y la aplicación de los fondos europeos a España (...) ¡Gracias a Dios, bendito Rutte!", entre risas de Pablo Casado, quien aplaudía que los conservadores de Países Bajos nos apretaran el dogal. 

Emulaban seguramente a Roosevelt cuando dijo del dictador nicaragüense Somoza: "sí, es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta". En realidad, José María Aznar también había llamado pedigüeño a Felipe González cuando buscaba fondos en Bruselas. 

Debe haber una componente psicológica en todo esto. A ver cómo se reorientan los conservadores españoles en este asunto justo cuando la oficina central los ha dejado sin escaleras y con la brocha en la mano. 

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