Bildu, la cizaña que encadena errores

El partido abertzale está avalado por la ley, pero no tiene reconocida la autoridad que lo legitima socialmente. Y arrastra al PSOE y al PP a cometer errores de bulto

Es el juego de contrarios, que apunta al irresuelto debate entre legalidad y legitimidad

Es el juego de contrarios, que apunta al irresuelto debate entre legalidad y legitimidad / J.J.Guillen / efe

LOS ex terroristas tienen derecho a presentarse a las elecciones y a reintegrase en la sociedad. Los avalan las leyes y la Constitución, que establece que la reinserción es la base del sistema penitenciario en un país que tiene un sistema destacadamente punitivo y de los más severos de nuestro entorno. Pero los ciudadanos también tienen derecho a rechazarlos como representantes de una comunidad y a que les escandalice su mera presencia en listas electorales, donde se supone que los partidos colocan a candidatos que destacan por su probidad. Los ex etarras tienen derecho a proclamar que están a favor de la paz y del respeto a las víctimas. Pero los ciudadanos también tienen derecho a no creerlos, incluso a ni siquiera escucharlos.

Tienen ellos derecho a pedir que no se les llame terroristas porque han cumplido con las penas que les impuso la Justicia pero también tienen derecho los ciudadanos a considerar que la condición de terroristas va más allá de mero almanaque carcelario porque exige otros compromisos morales, éticos y democráticos además del paso por la cárcel y del que carecen muchas de las personas que se han encaramado a las listas de Bildu. De la misma forma que el PSOE tiene derecho a pactar con Bildu y a proclamar que se les juzga más por quienes son que por lo que han votado con ellos en el Congreso, pero la sociedad también tiene derecho a denostar ese pacto y entender que, junto a la naturalización de los independentistas, es el error más grave de la legislatura.

Es el juego de contrarios, que apunta al irresuelto debate entre legalidad y legitimidad. Fácticamente se resuelve a favor del principio de legalidad porque la primacía de la ley solo se discute en el salvaje oeste. Pero legítimamente se resuelve a favor de quienes consideran que la legitimidad es la justificación del ejercicio del poder que exige el reconocimiento de la autoridad de quienes desean ejercer ese poder público.

Travestido, camuflado, diverso… pero Bildu es legal

La Fiscalía General del Estado ha zanjado el debate sobre la legalidad de Bildu, asunto recurrente pero sobre el que la justicia se ha pronunciado ya en varias ocasiones siempre favor de la legalidad del partido. Citando incluso al Tribunal Europeo de Derechos Humanos, la Fiscalía recuerda que en nuestro sistema constitucional "tienen cabida todas las ideas y todos los proyectos políticos, incluso aquellos que ofenden, chocan o inquietan" con la única excepción de aquellos que defiendan sus ideas "mediante una actividad que vulnere los principios democráticos o los derechos fundamentales de los ciudadanos".

La Ley de partidos de 2002 –impulsada por Aznar "para aplastar a la serpiente de una santa vez"– se aprobó con 302 votos: PP, PSOE, CiU, CC y el Partido Andalucista. Quedarse anclados en el contexto en el que se aprobó, cuando ETA asesinaba a diario, es extemporáneo. De hecho, la ley prevé ilegalizar un partido cuando sirva para "fomentar, propiciar o legitimar la violencia" para conseguir objetivos políticos, supuestos que hoy no se dan por parte de Bildu. Aunque el asunto sigue ahí: que la inmensa mayoría de los ciudadanos sigue considerando terroristas a esos candidatos y no se fían de sus buenas intenciones. Travestido, adaptado a las circunstancias, sobreviviendo camuflado, como se quiera, pero Bildu no es hoy una formación política como lo fue HB, que preconizaba la violencia etarra como herramienta política. Y estas son las diferencias que legalmente sustentan el actual proyecto abertzale y la justicia ha dicho una vez más que no hay caso. Entre otras cosas porque ETA ya no existe y, en ese sentido, la ley de partidos no es aplicable.

A la política por la derrota

Es difícilmente creíble que la decisión de Bildu de descartar como concejales a los siete condenados por delitos de sangre sea una contribución a la paz y la convivencia. Presentar como una concesión generosa lo que no es más que una rectificación forzada por las circunstancias es insultar a los ciudadanos. La sensibilidad y el arrepentimiento ya habían sido los compromisos de Otegi hace dos años, lo que no ha impedido la elaboración de las candidaturas con 34 etarras. ¿O pensaban que esa era una bonita forma de brindar por la convivencia? Regresando al juego de derechos: los autoexcluidos pueden asegurar que su apuesta es por vías exclusivamente políticas y democráticas, pero tenemos derecho a afirmar que esa es la consecuencia de su derrota, el resultado del final del camino por el que el Estado de derecho, la sociedad, las fuerzas de seguridad del Estado y los partidos políticos vencieron a ETA. Si hubiera sido al revés y los asesinatos les hubiera permitido avanzar en la consecución de sus metas seguramente continuarían pegando tiros en la nuca. Pero, no se olvide, porque se olvida cuando se habla de ETA como si siguiera viva, la banda terrorista no logró uno solo de sus objetivos.

Ser a la vez sistema y antisistema

Bildu es el rompeolas electoral de todas las tendencias abertzales. La conexión profunda con el mundo de ETA es Sortu –dueño de un poder determinante en la coalición–, heredero de Batasuna y Euskal Herritarrok, partidos ilegalizados por el TS por ser creados y dirigidos por ETA y por no condenar el terrorismo. Pero también forman parte de Bildu partidos como Eusko Alkartasuna; Herritarron Garaia, que es una plataforma ciudadana navarra; Alternatiba, que procede de Exker Batua (izquierda unida-Los verdes en el País vasco); o Aralar, que desde su fundación ha estado contra el terrorismo. Por eso no se sostiene afirmar que Bildu es ETA y mucho menos es posible ilegalizarlo partiendo de esa premisa.

La estrategia de Bildu es desbancar al PNV como partido troncal de la sociedad vasca. Pero el origen acreditado de una parte de sus fundadores los sitúa en la esquizofrenia que implica la pretensión de institucionalidad a la vez que no descuidan el patio trasero de los presos; ser sistema y antisistema a la vez. Difícil y delicado equilibrio que explica la elaboración de las listas de la polémica. Posiblemente sea el profesor Martín Alonso Zarza, autor de El lugar de la memoria. La huella del mal como pedagogía democrática, quien mejor haya explicado la inconsistencia y la incompatibilidad de esas dos almas al negar que la apelación a un relato pactado y a la memoria ignore que las responsabilidades entre verdugos y víctimas no son equiparables y que no puede olvidarse que aún hoy hay existen quienes evitan la condena del terrorismo, cuestionan o relativizan la verdad de las víctimas y practican la confusión deliberada para disfrazar el mal causado por los terroristas.

Al margen de consideraciones éticas, técnicamente ha sido un error de Bildu la confección de esas candidaturas, tanto en cuanto les aleja de un universo electoral más abierto que no asume ni las tesis relativistas sobre el terrorismo ni el terrorismo en sí mismo. Y vuelve a darle aire a un PNV cada vez más inquieto con la naturalización y el crecimiento de los abertzales (que recuperan buena parte del voto que en su día fue a Podemos) y que recela de su papel de chicos buenos en Madrid entregados a las causas sociales de la izquierda.

PSOE y Bildu, error

El PSOE cometió un error al pactar con Bildu. Es cierto que no tenía más votos para elegir. Defender que optó por Bildu despreciando un supuesto apoyo de PP y Cs es manipular la realidad: desde los bancos de la derecha no hubo un solo ofrecimiento de apoyo al PSOE. Se puede leer como se quiera: que Sánchez evitó las terceras elecciones o que su ansia de poder es capaz de hacer a los demás comulgar con ruedas de molino porque no tiene escrúpulos para pactar con cualquiera. La consecuencia es la misma: el pacto con Bildu no ha sido entendido ni aceptado por la mayoría de la sociedad española.

Tres premisas y un funeral: recogiendo tempestades

El PSOE tiene por delante un horizonte complicado. Para gobernar de nuevo en España necesita tres premisas: ser el más votado, que Sumar y Podemos vayan juntos y obtener en el Congreso los votos o la abstención de ERC y de Bildu. Sumar y Podemos posiblemente vayan en la misma lista aunque sea un paripé y un matrimonio de conveniencia. ERC tiene pocos estímulos para volver a apoyar a Sánchez: ya han conseguido parte de sus objetivos con los presos, la idea de "ayudar en España" los debilita en Cataluña ante Junts y además su proyecto de referéndum no lo aprobará ningún gobierno. Respecto a Bildu, difícilmente el PSOE podrá apoyarse en los abertzales después del episodio de las listas pero además se verá en la tesitura de apoyarlos a ellos en distintas plazas como Vitoria, Pamplona o la Diputación de Gipúzcoa y municipios de todo pelaje. Se abre la temporada de recolección de tempestades.

Y, al fin, ETA está viva

Y por último, la hipérbole de guardia. La utilización del discurso de trazo gordo del PP contra el PSOE. Aznar acusó a Zapatero de "suplicar" a ETA, aunque él negoció durante meses con la banda terrorista en Zurich. Rajoy le dijo a Zapatero que traicionaba a los muertos y Feijóo le ha dicho a Sánchez que es "más generoso con las víctimas que los verdugos". El PP debe tener en la calle Génova un cajón lleno de tarjetas subrayadas en rojo que se van pasando de presidente en presidente para usar en las grandes ocasiones.

Son afirmaciones imposibles en un entorno institucional y relacionadas con los dos partidos que han puesto a la mayoría de políticos asesinados. La raya que se vuelve a cruzar una y otra vez por el PP, con Vox resoplándole en el cuello. Un desdoro y un daño absurdo a la verdad y al rigor. Esto, añadido al intento del PP de patrimonializar –contra el celo y el mérito de Covite, la asociación de víctimas denunciante de los 44 candidatos malditos de la lista– la marcha atrás de Bildu. Para mejorar el debate público Ayuso ha cogido su muletilla electoral pidiendo la ilegalización de Bildu, una estrategia al margen de razonamientos jurídicos y contra la opinión del líder de su partido, al que de paso le quita el foco puesto en los pactos de Sánchez con los abertzales. O ese Pedro Rollán, vicesecretario y senador del PP, proclamando que la Ley de Vivienda aprobada por Bildu está construida "sobre las cenizas de Hipercor, con 21 muertos; sobre los escombros de la Plaza de República Dominicana, donde fueron asesinados doce guardias civiles; sobre la casa cuartel de la Guardia Civil en Zaragoza, donde se arrebató la vida a once personas". Producen nauseas esos políticos más afectados que nadie, moralmente autoempoderados y que pese a sus trapacerías dialécticas no merecen el reproche ni de su propio partido, que limita a callar. Hace doce años que no existe ETA. Pero cualquiera lo diría.

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