Para rehacer el teatro andaluz
Artes escénicas
La cancelación del ciclo ‘Anfitrión’ a cuenta del anuncio de su reformulación agrava la situación del sector escénico en la comunidad, a la espera de las medidas de apoyo prometidas por la Junta
Si cada sector productivo esperaba su particular resurrección tras la pandemia, el de las artes escénicas, especialmente sensible a los cambios abruptos dada la dificultad que entraña la creación y consolidación de nuevos públicos, no podía ser menos. Las imágenes de los teatros con los aforos reducidos por ley a la mitad, con el escaso público embutido en sus mascarillas y sometido a exhaustivos controles sanitarios, con funciones adelantadas a horarios imposibles a cuenta del toque de queda y con férreas limitaciones de movilidad para cualquier compañía que hubiese firmado un contrato en otra provincia, abundaron en la prensa y las redes sociales. Tales restricciones se llevaron por delante a buena parte del tejido artístico y pusieron en serio peligro al sector en su conjunto, también en Andalucía, donde, para entonces, la debilidad del teatro y la danza era ya endémica muy en contraste con el talento generado y su reconocimiento nacional e internacional. Para que la resurrección fuese aquí posible, igual que en cualquier otro ámbito, se hacía necesaria una implicación decidida por parte de las administraciones públicas; y, si bien a nivel local el paisaje era diverso, desde el olvido absoluto a la entrada juego de interesantes mecanismos de compensación (como las ayudas anuales a la producción artística que empezó a convocar el Ayuntamiento de Málaga con la colaboración de la Fundación La Caixa), la respuesta a nivel autonómico por parte de la Consejería de Cultura ha resultado, cuanto menos, difícil de encajar. El pasado mes de enero, el tejido escénico andaluz lanzaba un SOS ante los recortes de la Junta de Andalucía que afectaban de manera directa a la Red Andaluza de Teatros Públicos y el Circuito Abecedaria, los principales medios de apoyo a las producciones escénicas de la comunidad, gestionados a través de la Agencia Andaluza de Instituciones Culturales: la inversión en estos programas, según recordaron distintos profesionales del sector, había caído en realidad un 80% desde 2007, pero la última reducción presupuestaria amenazaba con dejar fuera de estos circuitos a más de ochenta municipios andaluces y a numerosas compañías. Ante la movilización, la respuesta de la Consejería de Cultura volvió a resultar desconcertante: el Festival Anfitrión, que debía celebrar justo en estos meses su cuarta edición, se vio suspendida de buenas a primeras a cuenta del anunció de su reformulación.
El Festival Anfitrión tomó el relevo de otro certamen anterior organizado por la Junta, el veraniego Teatros Romanos de Andalucía, que llevaba títulos del repertorio clásico a escenarios monumentales de la comunidad. Anfitrión amplió el número de recintos y provincias implicadas y se desligó también un tanto del espíritu clásico para abrir un espectro más amplio en su programa de teatro y danza, aunque la inspiración grecolatina mantuvo su presencia de manera más o menos central. En cualquier caso, Anfitrión garantizaba cada año a un buen puñado de compañías andaluzas la posibilidad de estrenar sus espectáculos con suficiente respaldo para su distribución posterior. Sin embargo, este año, tal posibilidad ha quedado en dique seco. En declaraciones recogidas por Europa Press el pasado mes de mayo, el consejero de Turismo, Cultura y Deporte, Arturo Bernal, negaba que Anfitrión estuviera “en peligro” y anunció su “reconstrucción, en positivo y hacia arriba”, con la implicación de distintas consejerías. Pero, de momento, Anfitrión se ha quedado sin su edición de 2023. Y si algo nos ha enseñado la tradición en la política cultural es que cancelar una edición de una propuesta periódica para su reactivación posterior nunca sale bien (véase el caso reciente del Festival de Cine de Sevilla y la marcha atrás del Ayuntamiento de la ciudad en su decisión primera de pasar por alto la edición del próximo mes de noviembre). De seguir adelante con otros moldes, Anfitrión (o como quiera que se llame entonces) tendrá que hacerlo sobreponiéndose a su propio bache. Lo que, por otra parte, es demasiado habitual en nuestras artes escénicas desde la nunca bien calibrada decisión de fulminar el Centro Andaluz de Teatro.
No han faltado en los últimos meses, que conste, las buenas noticias desde la Consejería de Cultura para el teatro andaluz. Seguramente la primera es la recuperación de la convocatoria del Premio Miguel Romero Esteo para jóvenes autores, que se había convocado en los últimos años de manera independiente y entre cuyos ganadores figuran buena parte de los dramaturgos más reconocidos de la actualidad. De esta forma, la Junta recupera una plataforma altamente eficaz para la promoción de su mejor talento (talento que, por cierto, aspira a ver sus obras debidamente representadas y ofrecidas al público). Otra solución esperanzadora es la reciente llegada de la gestora cultural Violeta Hernández, conocedora a fondo como pocos del sector y sus complejidades, al frente del Instituto Andaluz de las Artes Escénicas y la Música: sus primeras intenciones manifiestas de “apoyar la creación contemporánea”, así como “su posicionamiento en el mercado nacional e internacional”, apuntan en la dirección más demandada. Otra cosa es que haya resultado oportuno terminar de secar el dique para reactivar nuestro teatro. Hay demasiado en juego, seguramente, para pensárselo dos veces antes de condenar al público.
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