La Caja Negra: los cuatro grupos de presión en la Sevilla de hoy
Análisis
Los bares, las cofradías, los hoteles y los clubes de fútbol son los cuatro lobbies de hoy
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Sevilla/La ciudad de la pos-pandemia, el turismo disparado y las ansias por vivir en la calle ha dejado un tablero de juego en el que destacan cuatro grupos de presión que condicionan de uno u otro modo el día a día. Las empresas hoteleras, los bares, los clubes de fútbol y las cofradías son los cuatro lobbies con capacidad para modificar las decisiones del poder, sea tomadas por la Junta de Andalucía o el Ayuntamiento. Como es obvio, no existe un medidor preciso de las influencias, pero sí una serie de hechos que, sostenidos en el tiempo, confirman con claridad las tendencias.
Ni la patronal de los empresarios en general ni los sindicatos en particular son grupos de presión en la Sevilla de hoy. La paz social ha sido conseguida por las administraciones. La última batalla (perdida) de los empresarios fue el túnel de la SE-40 a su paso por Coria del Río. Hoy se apunta a que perdemos un vuelo directo con Madrid y no se oyen grandes protestas. La quinta capital de España está sometida a la presión de terceros actores que en otras ciudades no dejarían de ser actores muy secundarios. Es más, casi figurantes. Pero aquí, no. Somos distintos, somos singulares.
1. El poder de los bares
La pandemia evidenció que los bares pesan mucho. ¿Recuerdan a la Junta modificando los horarios de apertura ya anunciados por el mismísimo presidente para atender las presiones de los hosteleros? Ocurrió. Hace muy poco que el alcalde de Sevilla ha prorrogado las terrazas autorizadas de manera provisional en los espacios destinados a aparcamientos. Los bares tienen la consideración casi de instituciones en una ciudad como Sevilla. Ocupan mucho espacio público, son catalizadores del ocio en una sociedad que ha consagrado el tardeo para sumarlo al horario nocturno (no para sustituirlo). El alcalde anuncia ya que levantará le ley seca nada menos que en la Madrugada de Semana Santa, la fiesta herida desde 2000. Las presiones son evidentes. La incapacidad para controlar el abuso con el número de veladores, también. Las calles del centro y de muchos barrios están tomadas por los bares para suplicio del peatón. Los bares mandan, mucho más desde la pandemia. Quien tenga dudas solo tiene que pasear por el centro de la ciudad cualquier mediodía. Los veladores han llegado a lugares hasta hace poco inimaginables. La gente quiere vivir más que nunca en la calle y hay más público que nunca durante todo el año. Hace veinticinco años el problema se focalizaba en las noches de los fines de semana, en los bares de copas. Hoy se ha ampliado a toda la jornada: al uso de la vía pública por parte de todos los públicos.
2. El poder de los hoteles
El turismo es uno de los grandes fenómenos del siglo XXI. Sevilla es un destino barato. Basta consultar los precios en cualquiera de los portales de referencia. Tenemos todo para ser una ciudad atractiva y, encima, no se requiere un gran gasto. Los hoteles mandan. Y lo hacen de manera más que evidente en los últimos años. La gran prueba es que los empresarios turísticos lograron nada menos que la ampliación de la Feria en el denominado formato largo:de sábado a sábado. ¿La razón? Que ellos pudieran vender dos fines de semana con Feria. La ciudad se plegó para satisfacer sus demandas. No hay Sevilla inmovilista cuando se trata de romper una fiesta mayor. Se demostró falso el tópico sobre la fuerza de determinadas tradiciones y costumbres. Manda el dinero. Nunca se olvide que ni una sola obra de construcción de nuevos hoteles quedó frenada después de la pandemia. Todas se reanudaron. Los hoteles sí llevan mal la competencia de los apartamentos turísticos. Y ahí es donde tienen puestos su objetivos. Los hoteles están expandidos, funcionan como poder fáctico aupados por el ciclo mundial que registra millones de desplazamientos al año y tratan de condicionarlo todo con la fuerza de saber que hiperdependemos del turismo.
3. El poder del fútbol
Una ciudad como Sevilla está vertebrada por las cofradías y el fútbol. Son los dos grandes ejes. Los clubes son verdaderos privilegiados. Su fuerza procede de esa capacidad de vertebración, de representar los sentimientos y emociones de miles de ciudadanos y, por supuesto, de una feliz proyección en Europa que los convierte en embajadores de la ciudad. Un gobierno local difícilmente se enfrentará a una sociedad deportiva de primer nivel. Más bien al contrario. Los tratos de favor en Urbanismo y Hacienda son numerosos en los últimos 25 años. Y se han producido gobernando partidos políticos muy diferentes. El fútbol no se toca. Se les asignan cartas de pago especiales para ponerse al día con el Fisco local, planes urbanísticos a la medida, se les ceden infraestructuras como el estadio de la Cartuja y, por supuesto, todos los servicios municipales aun cuando no dispongan de licencias de actividad.
4. El poder de las cofradías.
Cada vez procede más de una omnipresencia social (la fuerza de la notoriedad)que de una influencia ejercida en la práctica. Es un grupo de presión tradicional. Las cofradías podrían mandar mucho más, pero eso ya depende del nivel de sus dirigentes. En los últimos treinta años han perdido fuerza en el ámbito eclesiástico (al ser declaradas asociaciones públicas de la Iglesia y, por lo tanto, dependientes del ordinario del lugar) y en el civil, pues las amenazas a la seguridad las han obligado a asumir directrices y medidas que reducen su autonomía de decisión. Pero gozan de eco mediático todo el año y del favor de los gobernantes. La carrera oficial es un negocio redondo gracias al favor del Ayuntamiento. Y su acción social (bolsas de caridad)es fortísima y supone un ahorro para las arcas públicas. Las cofradías son el brazo mas influyente que tiene la Iglesia de Sevilla en la sociedad, pese a que en muchas ocasiones no se le saca todo el partido en beneficio de ellas mismas y del interés general. A pesar de la decadencia que ahora sufre la religiosidad popular con la saturaciones de procesiones, las hermandades articulan la sociedad. Nunca el Ayuntamiento se pondrá en contra. Siempre escuchará sus peticiones. Y se adaptará a ellas. O parecerá que lo hace.
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