"Madrid suponía la fama, pero no corría el dinero que fluía por el Sur"
Manuel Jesús Roldán | Historiador del Arte y escritor
Manuel Jesús Roldán (Sevilla, 1970) es historiador del arte, profesor de secundaria y de la Universitas Senioribus de la Fundación CEU San Pablo. Autor de centenares de artículos divulgativos y una veintena de títulos de referencia sobre arte, historia e imaginería, con Cara de Ángel. La Roldana (1652-1706) se enfrenta a su primera novela. Se trata de una obra biográfica sobre una de las más grandes escultoras de la historia universal. Una mujer con una vida apasionante que triunfó en un mundo hecho para los hombres.
Muy buena tuvo que ser La Roldana para destacar así en un mundo de hombres.
Sin duda, la mejor escultora de su época. Por encima incluso de muchos de sus contemporáneos masculinos. Y todo en un mundo de hombres que ponía trabas a la presencia de mujeres en academias o en clases de dibujo, como en tantas otras cosas. Aún así, no era la primera en ser reconocida en sus siglos, Sofonisba Anguisola lo fue en la corte de Felipe II y Artemisia Gentileschi en la Italia de comienzos del siglo XVII. El silencio vino después
Imagino que levantaría todo tipo de envidias y que el camino no fue fácil. Cuentan que muchas veces era el marido el que tenía que contratar sus obras.
Realmente no hay obras suyas documentadas hasta su estancia en Cádiz. Algunas están firmadas con un pequeño documento en su interior. Su estancia madrileña si tiene un mayor número piezas firmadas, especialmente en el barro. La reivindicación de su condición y de su Sevilla natal en el pie del San Miguel que hace para la Casa Real es emocionante.
La Roldana tuvo una vida de novela, como la que usted ha escrito, que también daría para una película. ¿Qué se van a encontrar los lectores en este libro?
No es un tópico, es la realidad documentada de una vida apasionante: una artista precoz, un matrimonio no asimilado por su padre, una Sevilla que se recupera de la gran peste, una ingente obra, numerosos embarazos, varios hijos que fallecen a edades tempranas, una esclava negra que queda embarazada en sospechosas circunstancias, una ciudad de Cádiz emergente, una corte decadente, la muerte de un rey enfermizo, la llegada de los Borbones, los pagos que no llegan, el reconocimiento internacional que llega in extremis, las pasiones y los desencantos. Y mucha creación artística: barro, madera, policromías... Luisa Roldán da para una película y para una serie de muchos capítulos.
¿Cómo encajaron sus hermanos que fuera ella la que destacara en ese taller?
Ella destacó por sí misma. Y también algunas de sus hermanas, tanto en escultura como en policromías. Su padre, Pedro Roldán, es personaje muy importante en la novela, debió ser una equilibrada mezcla entre la rectitud, el oficio, el apego al trabajo y la valoración de las capacidades de sus hijos. Los debió formar en la igualdad. Uno de sus hermanos también consiguió ser escultor de la Corte.
¿Es La Roldana una figura del arte lo suficientemente estudiada? ¿Cree que la historiografía la ha silenciado u obviado en parte por haberse dedicado al arte religioso?
En los últimos años se ha profundizado mucho en su obra. Desde las monografías de García Olloqui se han sucedido sustanciosas aportaciones como las de Catherine Hall-Van den Elsen, José Luis Romero, Antonio Torrejón o el profesor Roda Peña, que ha colocado al taller de Roldán en el nivel que merece. La Iglesia era la gran comitente de la época, el olvido posterior obedece más a una visión masculina del siglo XIX, que silenció la autoría de obras en las primeras monografías o que aparcó la selección de obras femeninas en los nuevos museos. Es un fenómeno complejo, el escultor Juan de Mesa llegó a ser olvidado en la totalidad de su obra. Todavía cuesta entenderlo.
A pesar de su fama, murió en la pobreza.
Junto a su testamento firma una declaración de pobreza, una forma de eludir el pago de deudas por sus herederos. Una escultora al servicio de una monarquía poderosa y que escribe frecuentes cartas pidiendo las ayudas de costas prometidas o los estipendios que no llegaban. No nos engañemos, Madrid suponía la fama, pero no corría el dinero que fluía por el Sur. Hay que olvidar las visiones centralistas de la historia del Arte: Murillo triunfaba económicamente sin necesidad de ir a la Corte.
En Andalucía, y en Sevilla especialmente, la figura de la Roldana siempre ha estado muy reconocida. Hasta el punto de que se le ha atribuido en muchas ocasiones la autoría de la Virgen de la Esperanza.
Es un tópico historiográfico por su condición femenina, igual que se atribuía cualquier obra de calidad a Martínez Montañés. La única dolorosa documentada de Luisa Roldán es la Virgen de la Soledad de Puerto Real. Sus rasgos faciales y, muy especialmente, sus manos, están mucho más cercanas a la Virgen de la Estrella. Así lo apuntó también el último estudio del IAPH. No veo los grafismos habituales de Luisa en la Virgen de la Esperanza, ahora creo que le respondo como historiador. En la novela he intentado no aventurarme en conjeturas de este tipo, aunque haya alguna licencia literaria.
Lo que sí parece claro a raíz de las últimas investigaciones y hallazgos es que la Macarena está vinculada al taller de Roldán.
Sin duda. Pero siempre teniendo en cuenta el concepto de taller de la época, donde un buen grupo de operarios podía participar en la misma talla. Pedro Roldán asimiló el concepto de gran taller europeo, al modo Rubens, que posiblemente llegó con el flamenco José de Arce. La amplia producción de retablos de gran envergadura o de tallas para España y las Indias no podía afrontarse de otro modo. La imagen de la Macarena no desmerecería de su excepcional calidad si un día se documentara como obra de Cristóbal Pérez o de cualquier nombre hoy desconocido.
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