¿A quién perjudica la irrupción de Vox en las elecciones andaluzas?
Análisis
El crecimiento en votantes viene de partidos de centro derecha, principalmente el PP aunque también de Cs
El reparto de escaños sitúa al PSOE también en riesgo por ser el partido con más escaños adjudicados en último lugar
Desde que el CIS apuntase en su encuesta de vísperas del inicio de la campaña que Vox podría obtener en las elecciones andaluzas de 2018 por primera vez representación parlamentaria en España –señalaba la encuesta un solitario escaño en la provincia de Almería–, la posibilidad de que el partido de ultraderecha lo logre ha ido acrecentándose, y más tras introducirlo Susana Díaz en el segundo y último debate entre las cuatro formaciones –la quinta es IU y se ha integrado con Podemos– que ya tienen presencia en el antiguo hospital de las Cinco Llagas.
Serán los votantes quienes decidan el próximo domingo, pero se ha instalado la percepción de que Vox sí está en disposición de convertirse en partido político parlamentario, porque ha aparecido en otros sondeos, los últimos publicados, y porque la propia candidata del PSOE a la reelección lo alega como una amenaza, que muchos interpretan como una estrategia para achicar aún más la menguante expectativa electoral del PP.
¿Pero a quién perjudica en términos electorales que el Parlamento de Andalucía vuelva a ser pentagonal en esta XI legislatura? Puede parecer que la respuesta es muy sencilla, pero un análisis conjunto de los últimos resultados de las elecciones autonómicas –las de 2015– y de las tendencias de crecimiento y desgaste de las formaciones políticas ya presentes en la Cámara ofrece más respuestas que la obvia.
El crecimiento en votantes que Vox necesita para dejar de ser un partido residual –no llegaba al 0,5% del voto en ninguna provincia en marzo de 2015, salvo en Sevilla que obtuvo el 0,8%– es exponencial, dado que la ley electoral andaluza exige tener al menos el 3% del sufragio válido para obtener representación.
En el supuesto que en varias provincias –un máximo de cuatro, según los sondeos conocidos– lograse rebasar la representación del 3%, dependerá del reparto de los escaños saber si los obtiene o no, según el modelo de asignación que rige en toda España, el de D’Hont.
Y es ahí donde empiezan las complejidades sobre a quién puede perjudicar más. En el escrutinio de los comicios celebrados el 22 de marzo de 2015, el PSOE es el partido que obtuvo más escaños que eran los últimos que se asignaban en cada provincia. Ocurrió así en cinco de las ocho provincias: Almería, Cádiz, Huelva, Jaén y Málaga.
Varias de esas provincias coinciden con las que Vox tiene expectativas de obtener representación, entre las que destacan Almería, Málaga y Cadiz. En Sevilla también las tiene, pero el último escaño se le asignó en 2015 a Ciudadanos en esa circunscripción.
El PSOE es pues quien, a priori, tiene más escaños en peligro respecto del último resultado real de unas autonómicas. Pero ese dato no puede manejarse sin ponerlo en conexión con las tendencias, más allá de los resultados numéricos, que sí dibujan todos los sondeos, cada uno en su medida.
Una de ellas anticipa que el PSOE sufriría el próximo domingo un desgaste, cuya cuantía se estima entre tres y cinco puntos respecto del 35,41% de los votos que obtuvo hace tres años y medio. Por lo que para el PSOE, la irrupción de Vox no es una buena noticia y altera el tablero en el que se basó Susana Díaz y su equipo para calcular el mejor momento para adelantar los comicios autonómicos.
Otra evidente es que el ascenso de Vox saldrá de los graneros de votos de la derecha y el centro derecha. En el PP llevan días en alerta, porque hay provincias en las que los datos de sondeos diarios que tienen y no pueden hacerse públicos sitúan como opción viable para obtener escaño en Almería, Cádiz o Málaga.
Es obvio que muchos votantes de Vox procederán del PP. ¿Pero es el único origen? No. Los datos demoscópicos que se manejan apuntan a que hay votantes de derecha desencantados con el PP y que veían a Cs como opción refugio que ahora, abiertamente y sin complejos, señalan que votarán a Vox el 2-D. En este factor incluye que Cs ha pactado con el PSOE en la anterior legislatura y que les mueve una pulsión de cambio que ya no identifican con los populares. Y hay otra fuente de sufragios más: votantes de derecha que están en la abstención, singularmente en la elecciones autonómicas. En los últimos comicios a Cortes Generales, la última vez que los andaluces votaron, en junio de 2016, el PP fue el partido más votado en Andalucía.
PP y Cs, por tanto, verán mermados sus caladeros de votos, está por ver en qué medida en su resultado en diputados. Un efecto que también señalan los sondeos más recientes es que el sorpasso en la derecha estaría más lejos si Vox tiene un apoyo reseñable.
Paradójicamente, quien más podría beneficiarse de la irrupción del partido de Santiago Abascal es Adelante Andalucía. La tendencia de los sondeos señala que la plataforma en la que se han unido Podemos, IU y los restos del naufragio del andalucismo, mantendrían estable el apoyo en votos de la suma que Podemos e IU. La entrada de un nuevo actor y el desgaste de PSOE y PP les sitúa en la tesitura de ser segunda fuerza en más de una provincia, lo que influiría decisivamente en el reparto de escaños.
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