Se te encoge el alma cuando ves en la televisión cómo un muro de piedras incandescentes avanza lenta pero implacablemente hacia el mar. Avanza muy despacio, como queriendo demostrar que por mucho que nos esforcemos, nada ni nadie será capaz de modificar su rumbo. En su camino se ven casas, iglesias, plantaciones… todo lo que era la vida normal de un pueblo acostumbrado a trabajar duro para subsistir. Pero de entre todo lo que nos ha mostrado la televisión estos días, la actitud de la gente es, con mucho, lo más impactante de todo. Una familia explicaba ante las cámaras cuál sería su plan de vida a partir de ahora que lo habían perdido todo. Moisés -así se llamaba el hombre- nos contaba entre sonrisas y lágrimas (sí, se puede llorar y reír al mismo tiempo, como también se puede vivir y morir al unísono) que se habían quedado sin nada. "Cien euros que tenía, cien euros que dedicaba a mejorar mi casa que era la forma que tenía de mejorar la vida de mi familia. Ahora no tengo nada, pero hay que seguir. Yo sé hacer de todo, y mañana mismo empiezo una nueva vida. Mi plan de vida, comienza mañana mismo". Todo esto lo decía al mismo tiempo que intentaba contener las lágrimas simulando una sonrisa. Moisés es un ejemplo que todos admiramos desde la comodidad y la distancia que nos da el no tener que enfrentarnos a una situación tan desesperada como la suya. Nosotros poco podemos hacer, salvo mostrarles nuestra solidaridad y pedir a nuestros gobernantes que se dejen de fotos y palmaditas en la espalda. Las ayudas deben ser urgentes y suficientes para ayudarles a comenzar la nueva vida que todos los palmeros se merecen. 

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