Martín G. Mateos

No hay choque de civilizaciones

La expresión "choque de civilizaciones" estuvo preñada desde su acuñación de sensacionalismo, por mucho que la engendrase un académico de respetable ejecutoria. Si supiéramos usarla sólo como metáfora, tal vez sería admisible. Lástima que, con su dramatismo, no hace más que escamotear los enfrentamientos y desequilibrios que genera algo muy distinto: simplemente, la modernización desigual, las injusticias que asolan el planeta y que despiertan en muchos pueblos deseos legítimos, normales y comprensibles de acabar con ellas. ¿O es que el imperialismo fue un invento de profetas y tribunos resentidos de la plebe o de los pueblos humillados y ofendidos? Lo recomendable, pues, es dejar la peregrina idea del "choque de civilizaciones" confinada a que la blandan y esgriman ideólogos, políticos y periodistas.

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