El Gobierno ha acordado el traslado de nueve etarras a cárceles del País Vasco y Navarra, cuatro de ellos con delitos de sangre, auténticos asesinos en serie que jamás han colaborado con la Justicia para aclarar los cientos de crímenes que siguen aún sin resolverse, y que, por supuesto, jamás pidieron perdón por sus abominables crímenes. Y esto lo ha perpetrado Sánchez y su banda unas pocas horas antes de que entre en vigor la cesión de competencias en materia penitenciaria al Gobierno vasco, una auténtica rendición del Estado de Derecho. Pero debemos ser justos y reconocer que, con esto acaba un proceso que comenzó Zapatero, continuó Rajoy y que ahora culmina Sánchez. Cada día que pasa estoy más convencido de que, al contrario de lo que nos dicen los políticos, no es que ETA no fue derrotada, es que ETA ha triunfado, pues sin pegar un solo tiro está consiguiendo todos los objetivos que pretendía conseguir al iniciar su sangrienta andadura. Ahora ETA, a través de sus herederos, tiene poder político, maneja presupuestos y ve cómo se blanquea a diario su terrorífica historia. Evidentemente deben estar más que satisfechos. En el separatismo vasco se ha producido una simbiosis en la que todos pretenden lo mismo, desde el PNV a los proetarras de EH Bildu, la independencia, pero todos interpretan su papel. Y al Estado lo siguen desarmando para que no pueda impedirlo. Malos tiempos se avecinan.