Un día en la vida

Manuel Barea

mbarea@diariodesevilla.es

¿Una vida tranquila?

Lo de la contaminación acústica en esta ciudad es de cachondeo. De risa floja. No, de risa muy nerviosa

Sevilla podría vivir sin ruido? Se me podrá decir: ¿y qué ciudad grande -que no es lo mismo que una "gran ciudad"- puede hacerlo? Pero es que yo vivo aquí, así que es su ruido el que me atañe. Hay que dejar constancia de que en el momento de teclear esa pregunta hay que responder "sí". Está demostrado. Pero son las 20:07 del domingo 19 de julio de 2020. Tengo la música a bajo volumen, suena una preciosa canción de Pavement (*) y el barrio está en silencio. Pero dentro de unas horas serán, por ejemplo, las 07:53 del lunes 20 de julio y ya no será lo mismo: será un barrio completamente distinto de una ciudad diferente. Otra Sevilla. Parece lógico, sólo faltaría que en la tarde de un domingo de verano las calles produjeran el mismo ruido que en la mañana de un lunes. Y viceversa.

Uno no se tiene por un tiquimisquis (aunque en ocasiones surjan dudas, como con todo), pero cada vez contabiliza en su entorno y más allá más generadores de ruidos innecesarios, evitables. Con este ejemplar en la calle [ahora es lunes 20 de julio de 2020] la ciudad es ya un pandemonio. ¿No lo oye? ¿Y no le abruma? ¿No le irrita? ¿Para qué estos verbos que no reflejan con fidelidad y precisión su estado de nervios? Simple y llanamente, ¿no le jode todo ese escándalo que hay a su alrededor? Da igual que esté leyendo este periódico en su edición impresa o en la digital? ¿No se ve impelido a levantar la cabeza y a dejar el texto en el papel o en la pantalla y a buscar desesperadamente y con un cabreo del copón el lugar del que proviene ese horrísono zumbido, chirrido, golpeteo, o ese timbre de voz tan desagradable como una patada en la nuez que revela a los cuatro vientos la interesantísima existencia de su propietario/a?

¿El ruido de una ciudad revela el carácter y la naturaleza de sus habitantes? Entonces ha llegado la hora de que nos lo hagamos mirar. Porque esto sobrecoge al más sordo, que debe notar las vibraciones como le ocurría a un colega de la carrera que flipó en el estreno de Apocalypse Now con la sala de cine temblando durante la carga de los helicópteros del coronel Kilgore con La Cabalgata de las Walkirias a todo meter. Lo de la contaminación acústica, aquí, es de cachondeo. De risa floja. O, lo dicho, nerviosa, muy nerviosa. Lo de cachondeo me sale al pensar en la autoridad -autonómica y municipal, por supuesto- a la que compete el asunto y que por lo visto debe utilizar tapones de uranio o tiene una cena diaria a base de tortilla de Lexatin. Dieta que no es de extrañar si nos atenemos a algunas de las medidas que les da por aprobar en cuanto sacan los pies de la cama.

(*) https://www.youtube.com/watch?v=1VVj1zqbWpU

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