EL Sevilla contemporáneo se ha sentido un equipo muy ganador, como el Betis de Manuel Pellegrini, y por ello la Liga no termina de tomar temperatura para el fútbol sevillano. No hacía falta que se abriera ese manto frío que nos ha venido a cortar el cuerpo desde el fin de semana.

El Betis se está dejando ya demasiados puntos ante equipos que se contentarán con amarrar la permanencia. Acabar el partido de Getafe con Chadi Riad y Visus como pareja de centrales puede llevar a más de uno a paladear el puntito que los verdiblancos se trajeron del sur de Madrid, pero si es así, lo mismo hay que bajar el listón de la exigencias béticas, lo que no es el caso. Ni un centímetro. El intríngulis de todo es que el brillo de Isco se apaga en cuanto el Betis trata de apretar el gatillo. Hasta la efervescencia del descorche de Assane Diao se ha venido un tanto abajo, muy lógico por otra parte, ya que el prometedor chaval no va a ser el salvador en cada ocasión. Eso pertenece más al campo de lo milagroso, y aunque a veces uno puede pensar que Pellegrini hace milagros, sus logros, todos, han tenido un cariz muy terrenal: exprimir hasta la última gota de rendimiento de sus jugadores y manejar el grupo a tal efecto. Hoy, errores de planificación aparte, agujeros en la plantilla aparte, los que juegan tampoco dan lo mejor de sí y el caso más palmario es el de Borja. Esa ocasión postrera la hubiera clavado hace un año fijo.

Un rato después de ese amargo 1-1, el mismo resultado en Nervión y la convicción de que el sevillista, a pesar de la esperanzadora y briosa puesta de largo del equipo bajo el mando de Diego Alonso, sigue inquieto y ansioso. Dos victorias en nueve partidos, la zona caliente demasiado cerca aún, ahora dos salidas seguidas a Cádiz y Vigo, la primera tras el desgaste que supondrá la visita del Arsenal. A las buenas sensaciones con Alonso le juegan en contra las perentorias victorias.

Apenas cinco veces ganaron los equipos sevillanos en 19 partidos de Liga. Qué frío hace.