La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

El ventilador que funciona hace 50 años en un taller de Sevilla

¿Se imaginan que un alcalde fuera tan bueno que no lo dejáramos renunciar al cargo, algo así como un Ferguson de la Plaza Nueva? La necesidad de maestros en la Sevilla de hoy Pagar por la reserva en el médico privado

El ventilador del taller Hermanos Osuna

El ventilador del taller Hermanos Osuna / M. G. (Sevilla)

En la sociedad de hoy no se arregla nada. Un electrodoméstico se usa, se tira y se cambia por otro. Lo mismito pasa con los matrimonios. Como decía don Santiago, el auxiliar de Asenjo en Sevilla que hoy dirige la diócesis de Huelva, se tarda menos en romper un casamiento que un contrato con una compañía de teléfono móvil. ¿Recuerdan aquel anuncio en el que una señora se quejaba amargamente por teléfono? “No, no sirve, ¡le digo que no sirve, llévenselo!” Y aparecía en su casa un operario con mono de trabajo y una carretilla en la que montaba al incauto marido y se lo llevaba. ¿Quién arregla una batidora, una freidora o un máquina de afeitar? Al aire acondicionado se le da una oportunidad. O dos. Poco más. Tal vez al frigorífico se le de una. Pero muchas veces ni eso. Tras décadas de servicio eficaz han cambiado la máquina limpiabotas del Real Círculo de Labradores. La anterior sumaba más traslados a la caseta de Feria que los reposteros. Algo tiene que cambiar para que todo siga igual. Pero ya quisiéramos en esta ciudad que las cosas duraran lo que aquella máquina. ¿Se imaginan que un alcalde fuera tan bueno que no lo dejáramos renunciar al cargo, algo así como un Ferguson de la Plaza Nueva?

En el taller Hermanos Osuna hay otra joya como aquella máquina limpiabotas del club que preside don Benito Mateos-Nevado. Hay un ventilador que suma cinco décadas y echa aire con una fuerza desmesurada. Como los ventiladores del casino ursaonés de Juan María del Pino. Funcionan desde 1929 en la selecta entidad. Pues el ventilador, marca Foix, del baratillero Miguel Ángel Osuna es un ejemplo de buena conservación y larga obsolescencia, un icono contra la cultura del pañuelo de papel: poca duración y un solo uso. Y, claro, el mérito no es solo del fabricante, sino del propietario. Esto es cosa de dos. Todo debería durar como los ventiladores de techo del casino y como el ventilador de pared de Miguel Ángel Osuna, porque sería la señal de que todo funciona. Pero hoy no dura nada, porque la inmediatez es un Saturno voraz. Exigimos todo rápido, pronto, veloz, vertiginoso y que conlleve una “experiencia”. De lo contrario carece de valor. Yo me fío de un sitio donde las cosas duran, como de los bares de carretera donde hay muchos camiones aparcados. No me fío de los negocios que cambian de decoración muchas veces, ni tampoco de la gente que cuida en exceso su imagen, tienen un discurso en primera persona y trufado de anglicismos, solo beben refrescos de cola o saludan con la mano floja. Sí, son manías. O criterios. Me quedo con el Foix de Osuna. Que dicho así suena hasta con elegancia...

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