La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

El poder de la lluvia

La lluvia es nuestro oro, la bendición que aguardamos, el premio a todo un pueblo que sufre largos períodos de calor Una verdad sobre las tractoradas La hora de los ciudadanos maduros ante un Gobierno humillado

Hojas secas mojadas en lluvia en un pavimento de adoquines.

Hojas secas mojadas en lluvia en un pavimento de adoquines. / M. G.

Andalucía se moja como las demás. Juguemos a la lima en cuanto escampe que la tierra está blanda. Marca, niño, los surcos del tablero y al lío. Después te quitas los zapatos antes de entrar en casa que dejas la suciedad de unas huellas donde se intuye alguna de las letras del calzado: Gorila. Nos mojamos por fin, gloria bendita. Los parques cierran tras noches de escopeta y perro. El avieso Eolo vuelve del revés los paraguas y cada vez que ocurre se oye un grito. La lluvia y el viento siempre van acompañados por el vocerío. Como por los atascos en las calles. Y los conductores se vuelven más torpes. Se crispan con mayor facilidad. Andalucía se moja y se embellecen los paisajes. Más frescos, más verdes, más vivos. Pero el efecto es muy distinto si es en la ciudad y en horario de salida o entrada del colegio. Entonces sufrimos un caos. La lluvia tiene dos caras como tantas personas. La lluvia limpia el ambiente, humedece los zapatos, enfría los pies. Tenemos mucho sol y mucho mar. Nada menos que setecientos kilómetros de costa, pero poca lluvia. La lluvia es nuestro oro, la bendición que siempre aguardamos, el premio a todo un pueblo. Somos aliados de la luz. Las tardes cortas pasadas por agua nos dejan en las casas, convertidas en refugio. Qué hermoso es contemplar la lluvia si no nos mojamos, si conservamos los pies secos, si no tenemos que salir por fuerza a la calle. La nieve tiene mejor fama, pero es un horror. Sucia, perjudicial y no aporta nada útil a nuestras vidas. Pero cuenta con una perfecta oficina de propaganda que le genera una buena imagen gracias a la Navidad, las postales y esa blancura de inicio.

Andalucía se moja, la red del alcantarillado se atasca, algunos navegan literalmente por las calles. Nos faltan pantanos y desaladoras, pero ahora tenemos lluvia. Vamos por el cuarto decreto contra la sequía, pero ninguno tiene el poder de hacer llover. Si llueve mucho olvidaremos pronto la necesidad de promover infraestructuras. Somos así. Llevamos muchos años siendo así. A lo mejor es porque Franco hizo muchos pantanos y nadie quiere parecerse al dictador. O porque un pantano tarda demasiados años en ser construido. Nadie promete la construcción de presas en el programa electoral, pese a que somos tierra generalmente seca. Andalucía se moja, reaparecen las gabardinas que habíamos orillado en el armario. Oír llover es como leer una buena poesía. La sequía es una mala prosa. Comprar una gabardina hoy es un acto romántico, de distinción y por tanto, inusual. Andalucía se moja. Ahora no se ven limas, pero las borrascas tienen nombre. Con lluvia todo es distinto. Las broncas, los abrazos, los besos, la luz, la noche y los perros.

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