La lluvia en Sevilla

La naturaleza en Sevilla

La naturaleza en Sevilla es un legado con raíces históricas; su cuidado aún forma parte de nuestro acervo

Suelte a una niña de ciudad en el parque de María Luisa y pídale que aguce el oído; enseguida escuchará el trino de los pájaros. Suelte allí mismo a un chaval de aldea para que pegue la oreja al aire; le llamará poderosamente la atención el rumor y los pitazos de los coches que circulan por las avenidas adyacentes.

Será que la niña de pueblo que fui se ha hecho una mujer urbanita, o será que el camino de vuelta a mí misma pasa por el campo; el caso es que últimamente no paro de entonar el beatus ille y me he abonado no sólo a la poesía -ya estaba conmigo- que llora los jardines profanados por la prisa; también a ensayos que abordan el territorio sagrado de la naturaleza (Armstrong, Jarman, Clément…) y nuestras alianzas, resquebrajadas, con la misma. Vindico la lectura, imprescindible para cualquiera que ame esta ciudad, de La naturaleza en Sevilla, de Manuel Ferrand. "Habla de árboles y de macetas, de pájaros y pajarracos, del río y sus reflejos. Es para mi vecina de arriba, y está escrito por alguien que vive aún más arriba", decía la nota de su hijo Manolo, que me lo regaló en mi cumpleaños. El libro es del 77, y habla de la luz, el aire y el agua, de torres, tejados y azoteas, de calles y plazas, jardines ocultos, jardines públicos, del río de Sevilla. Paseando por sus páginas, es imposible no entonar el ubi sunt -somos una de las 12 ciudades españolas que superamos los límites de contaminación, y una de las pocas que rayamos los 50 grados; pecaditos que no se expían con que no pasen por la Cartuja quienes no tengan para un coche nuevo, o trocando árboles sanos de buena sombra de las calles por plantones en macetas o puestos lejos del trazado-. También da para celebrar aciertos, como el de quitar los coches (que no es lo mismo que peatonalizar) de plazas y calles principales. Hay procesos que no se dan de forma espontánea, menos aún cuando la usura toca a rebato para despreciar el legado natural. Hay procesos que sólo se dan si hay una toma de conciencia y una apuesta por paisajes urbanos en los que sea posible integrar lo natural.

Tendemos a pensar ciudad y naturaleza como opuestos. Basta con dar un paseo por ciudades como Berna o Múnich, incluso por Roma, para entender que la ciudad no tiene por qué ser antagonista del agua clara, las plantas, los trinos, y que convivir con ello nos hace, no sólo más sanos, y quizá también mejor gente. ¿Queda naturaleza recuperable en Sevilla? Sin duda. La naturaleza en Sevilla es un legado con raíces históricas, y su cuidado y la conciencia de su valor aún forma parte de nuestro acervo. Más nos vale, por la cuenta que nos trae, defenderla, integrarla y conservarla.

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